Pesimismo, optimismo, esperanza y Navidad
A inicios
del siglo I, el mundo no estaba ni mucho mejor ni mucho peor de lo que está hoy,
en pleno siglo XXI. Los israelitas, cuya historia nos resulta más familiar gracias
a la Biblia, esperaban un Mesías libertador que aplastara a los invasores
romanos. Quienes se autodenominaban “justos”, anhelaban un Mesías que consumiera
a los impíos con el fuego de la ira divina. Los más sensatos, quienes
reconocían que el mal también anidaba en sus corazones, invocaban un Mesías que
les librara de su egoísmo de una vez por todas y, a ser posible, sin esfuerzo
personal. Nada extraño tiene que ninguno de ellos reconociera al Mesías en ese
niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre y sin prisa alguna. Sin
embargo, un niño era y es la imagen viva de la esperanza. No es posible vivir
sin esperanza, ni en el siglo I ni en el XXI.
Hoy día
apenas se habla de la virtud de la esperanza. Lo más cercano podría ser el optimismo y no
piensen ustedes que siempre goza de buena prensa. El pesimista ve el vaso medio
vacío, el optimista medio lleno, el realista concluye que da igual pues nada
podemos hacer frente a un mal omnipresente y rampante. No estoy de acuerdo. El
vaso puede ser el mismo, pero nuestra actitud no. Posiblemente el origen de la
confusión radica en no distinguir entre el optimista ingenuo y el optimista con
esperanza bien fundada. El segundo es el que viendo el vaso medio lleno se
apresura a reparar sus posibles grietas y lo acaba de llenar. El que a la vista
de tantas carencias (en los demás y en sí mismo) se remanga para aportar lo poco
o mucho que está a su alcance. El que no se cansa de sembrar y espera
convencido de que la buena simiente dará fruto a su tiempo.
La Esperanza
con mayúsculas, la que funda el optimismo y la alegría duraderos, es la que
desea regalarnos el niño Jesús. Aunque la familia de Nazaret fuera más pobre
que los posaderos de Belén, no dudó en colgar sobre el Portal un cartel que parafraseaba al profeta Isaías: “Oíd, sedientos de esperanza; tomad, sin dinero y de
balde, toda la que necesitéis”.
La Tribuna de Albacete (26/12/2016)