Solo se tiran piedras al árbol con frutos (Proverbio árabe)
El
viernes pasado asistí a la conferencia de Dominik Kustra: “El calvario del siglo
XXI. Cristianos perseguidos en Oriente Medio”. Su presentación estuvo decorada
por unos paneles informativos que continuarán en la Catedral de Albacete durante
unos días. Nos aconsejó leerlos con pausa y dejarnos interpelar por ellos. Ante
el silencio de los medios de comunicación occidentales, la alternativa para
enterarnos de lo que pasa en Oriente sería descargar los vídeos colgados en
internet por los propios terroristas. El último reza así: “Mensaje con sangre
para el pueblo de la cruz: 21 cristianos decapitados en Irak”.
Los
cristianos son el principal blanco del terrorismo islámico. Les molesta que
haya religiones alternativas donde es posible combinar la fe con la razón y la
libertad. El segundo objetivo es la propia civilización occidental fundada en
un estado democrático de derecho y comprometida a respetar los derechos y
libertades fundamentales. La que más les molesta: la libertad religiosa.
¿Cómo
justificar una forma de pensar y de actuar tan fanática, irracional, inhumana? El Sr. Kustra dio
alguna pista al mencionar un proverbio árabe: “Sólo se tiran piedras al árbol
con frutos”. No somos responsables de estos atentados. Cierto. Pero sí deberíamos cuestionar la pasividad de nuestros políticos y medios de comunicación, además de nuestra propia indiferencia.
Unas cuantas preguntas incómodas nos obligarán a levantarnos del asiento. ¿Cómo definir una sociedad que se rasga las vestiduras por el sacrificio de Excalibur, el perro de la única persona infectada de ébola en España, y queda indiferente ante las decenas de personas que la epidemia sigue matando cada día en África? ¿Qué decir de los políticos que no dudan en cambiar su agenda para asistir a una manifestación en París tras la muerte de los 12 periodistas de Charlie Hebdo, pero que no mueven un dedo ante la quema de iglesias repletas de feligreses? ¿Por qué ponen tantas pegas al asilo por motivos de discriminación religiosa?
Unas cuantas preguntas incómodas nos obligarán a levantarnos del asiento. ¿Cómo definir una sociedad que se rasga las vestiduras por el sacrificio de Excalibur, el perro de la única persona infectada de ébola en España, y queda indiferente ante las decenas de personas que la epidemia sigue matando cada día en África? ¿Qué decir de los políticos que no dudan en cambiar su agenda para asistir a una manifestación en París tras la muerte de los 12 periodistas de Charlie Hebdo, pero que no mueven un dedo ante la quema de iglesias repletas de feligreses? ¿Por qué ponen tantas pegas al asilo por motivos de discriminación religiosa?
Si el hambre
fuera contagiosa, hace muchos años que se habrían acabado las hambrunas. Si los
atentados a la libertad religiosa en Oriente restaran escaños a los partidos
occidentales, hace muchos años que habríamos tomado cartas en el asunto. Como
esto no pasará nunca, habremos de ser nosotros, ciudadanos de a pie, quienes nos
movilicemos para asegurar el respeto de los derechos humanos, donde se incluye la
libertad religiosa.
La Tribuna de Albacete (23/02/2015)