¿Qué pasaría si sus reglas de conducta se generalizaran?
Molt Honorable President. Ante todo felicitarle por
haber conseguido su objetivo: escribir su nombre en la historia de Cataluña.
¿De la historia o de la historieta? La respuesta la sabremos cuando
las aguas vuelvan a su curso. Permítame introducir un segundo matiz
lingüístico. Los ingleses distinguen entre “famous” o “infamous”. Famosos por decisiones
que contribuyen a construir una sociedad mejor, o famosos por destruirla. ¿A
qué grupo desea pertenecer?
Para trazar
la línea roja entre los constructivo y lo destructivo es necesario una
reflexión serena donde la razón prime sobre los sentimientos. ¡Ay, los
sentimientos, esa llama tan maravillosa y tan difícil de controlar antes de que
provoque un incendio! Para aclararme yo introduje la idea de los “imperativos
categóricos”, algo que es razonablemente bueno y nos vincula con independencia
de lo que sintamos o lo que prediquen las ideologías dominantes de cada
época. El primero de ellos lo podríamos
traducir así: “Obras de forma correcta cuando tus criterios de conducta pueden
convertirse en ley universal sin que su generalización destruya a la sociedad”.
Imagine, por
un momento, las consecuencias de que cualquier partido del mundo que logra el 51%
de los votos de un territorio pudiera decidir unilateralmente la independencia
del mismo. Imagine que en las próximas elecciones catalanas ganan los
unionistas por un voto y deciden liquidar la República catalana que tanto le
costó a usted poner en marcha. O que el área metropolitana de Barcelona decide
independizarse de la República catalana y de la Monarquía española esgrimiendo
los mismos argumentos que usted ha empleado para justificar su “procés”. Me
dirá: “Eso no puede ser, pues la Constitución catalana exigirá mayorías
cualificadas para decisiones tan trascendentes”. Pero, ¿y si la nueva mayoría parlamentaria,
siguiendo siempre su ejemplo, desobedece las normas que no le interesan?
Amigo Carles, le haré una confidencia. El Estado democrático de Derecho es lo mejor que se ha construido en la sociedada occidental desde mi fallecimiento, a finales del siglo XVIII. Un estado donde existe el derecho a decidir y la obligación de decidir conforme
a derecho. Las medidas que usted ha adoptado le golpean en la medular. Si no desea
pasar como “infamous” a la historia o historieta de Cataluña, le aconsejo rectificar y comprometerse con el Estado democrático de Derecho.
La Tribuna de Albacete (25/09/2017)