domingo, 23 de abril de 2023

La adicción a subvencionar con dinero ajeno

 

Hemos entrado en año electoral. El PSOE subirá el volumen del discurso oficial al que nos tiene acostumbrados. España va bien. Diferentes circunstancias externas se han alineado contra nosotros. A saber, los estertores de la gran depresión del 2008, la pandemia universal de 2020, la guerra de Putin, la inflación internacional… Sin embargo, gracias al buen hacer de la coalición de izquierdas, la economía española ha sorteado todos estos problemas externos y ha salido fortalecida. Ni siquiera la deuda pública acumulada debe asustarnos. Los buenos políticos sabemos cómo refinanciar la deuda y, cuando la bomba de la deuda esté a punto de explotar, pediremos al BCE que la condone. ¿Cómo va a permitir la quiebra de uno de los estados más antiguos y grandes de la UE?

El primer paso para despertarnos de este sueño es reconocer que esas circunstancias extraordinarias son el mejor caldo de cultivo para el socialismo marxistoide en el que ha vuelto a caer el PSOE. Este se crece subvencionando a sus posibles votantes con dinero ajeno. Siguen hablando de gravar a los ricos, pero hace tiempo que lor ricos de derechas e izquierdas aprendieron cómo mover su riqueza para eludir impuestos. El pozo pozo sin fondo del dinero lo hemos encontrado en la UE. En los últimos años, además de las subvenciones para salvar bancos, empresas y trabajadores, el BCE ha comprado (a interés cero) toda la deuda pública emitida por el Estado español.   

Otras preguntas pueden ayudarnos a despertar del sueño marxistoide. ¿Hasta cuándo los países centrales de la UE subvencionarán a los mediterráneos sin “intervenir” el dinero que regalan? ¿Podrá subsistir la UE si la cultura del subsidio desplaza a la cultura de la innovación basada en la iniciativa privada? Me temo que una economía que huye hacia adelante a través de la cultura del subsidio y la inflación tiene los días contados. La adicción a subvencionar con dinero ajeno es una de las más letales que se conocen.

La Tribuna de Albacete (24/04/2023)

domingo, 16 de abril de 2023

La semana de cuatro días

 

La aceleración de la productividad laboral a lo largo del siglo XX se tradujo en un aumento del salario y una reducción de la jornada laboral. El resultado fue que la población laboral europea era la misma en 1900 que en 2000 pero trabajando la mitad de las horas. En base a esta experiencia, Keynes vaticinó en 1930 que un siglo después la jornada laboral podía caer a 15 horas semanales. El Gobierno español apunta en esa dirección al proponer una reducción generalizada de la jornada semanal de cinco a cuatro días, sin tocar el salario. Antes de tomar una decisión tan drástica debiéramos considerar al menos los siguientes puntos.

Históricamente la reducción de la jornada laboral no ha sido una propuesta de los gobiernos, sino un acuerdo entre empleados y empleadores en el marco de un fuerte incremento de la productividad. Su objetivo nunca fue reducir el desempleo oficial.

Las dos primeras revoluciones económicas implicaron una disminución del empleo agrícola junto al aumento de  la productividad en la industria y del empleo en los servicios. En el futuro inminente, dominado por la inteligencia artificial, son los servicios quienes van a acusar las mayores caídas de empleo. Cuando se aplique la reducción de la jornada laboral, es posible que el número de personas que dependen de subvenciones públicas supere al personal ocupado.

Los modelos de trabajo también están cambiando. En los países más avanzados cada vez hay menos trabajadores por cuenta ajena y más autónomos. Me temo que, en las circunstancias actuales, la reducción generalizada de la jornada laboral fomentará una dualidad inaceptable en el mercado laboral español. Caerá el poder adquisitivo de los trabajadores por cuenta ajena, donde la productividad es difícil de aumentar (y de medir). Mejorará el poder adquisitivo de los autónomos dispuestos a trabajar más horas que nunca.

La Tribuna de Albacete (17/04/2023)

martes, 11 de abril de 2023

Lejeune, la libertad del sabio

 

Aude Dugast ha escrito en Editorial Encuentro un libro donde se explica la vida y obras de J. Lejeune (1926-1994). El descubrimiento en 1958 de la Trisomía 21 (origen del síndrome Down) le valió todo tipo de reconocimientos científicos. Su nombre empezó a sonar como candidato al Premio Nobel. Todo parecía ir viento en popa hasta que uno de sus promotores le advirtió: “Confiamos, Dr. Lejeune, que, en su conferencia de mañana en San Francisco, no entrará en temas polémicos. No se ha de perder el tono cordial y festivo del evento”. 

 Lo que Lejeune había preparado y dijo fue:

(1) Los genetistas han descubierto que la vida humana empieza en el momento de la concepción donde aparecen 46 cromosomas agrupados en los 23 pares procedentes de los gametos masculino y femenino.

(2) De manera muy excepcional surgen anomalías cromosómicas. El síndrome de Down aparece cuando el cromosoma 21 no es doble sino triple. Este descubrimiento debiera ser un acicate para buscar su cura ya desde el momento de la concepción. Lamentablemente, empieza a utilizarse como una forma rápida de acabar con el embrión enfermo.

En la carta que Lejeune escribió a su mujer esa misma noche leemos. “Querida Birthe: me temo que hoy he quemado mis opciones al premio nobel”. Así fue. Lejeune perdió además sus cargos y la financiación para investigar sobre la trisomía 21. El resto de su vida lo dedicó fundamentalmente a ser “la voz de los sin voz”.

Como bien indica el subtítulo del libro, la libertad es una de las características de los sabios. Su conciencia le conminaba a poner de manifiesto que todo aborto implica la muerte de un ser humano y una puñalada a la Medicina. La santidad requiere un elemento adicional: la caridad. Lejeune la muestra en su compromiso por combatir los errores, no a quienes erraban.

La Tribuna de Albacete (10/04/2023)

domingo, 2 de abril de 2023

Líneas rojas

La maternidad por sustitución de una “influencer” española ha conseguido que la prensa del corazón y la política compartieran la misma noticia de portada y la adornaran con argumentos éticos. Lo que nos interesa a nosotros es comprobar la coherencia de estos argumentos con los que venían aplicando para casos similares.

La extrema izquierda ha condenado los vientres de alquiler como una forma de violencia contra la mujer. Nos alegra que hayan vuelto a referirse a la ética como una línea roja, ellos que están hartos de repetir que el progreso consiste en inventar nuevos derechos aunque sea machacando los antiguos (por ejemplo, el derecho a la vida). Dudo que puedan responder a la madre biológica cuando les recuerde que ella es autónoma para hacer de su cuerpo lo que quiera: o tirar el feto al contenedor de residuos orgánicos o esperarse unos días para venderlo.

Los liberales aprueban la gestación por sustitución siempre que se respete la libertad de la madre gestante. Este enfoque fue el que en su día aceptó Ciudadanos y, con ciertos matices, el PSOE y el PP. Nos alegra que ahora acepten líneas rojas que limitan nuestra libertad; que el vientre de una mujer no puede ser objeto de mercadeo, como si de una incubadora se tratase. ¿Se atreverán a proyectar las líneas rojas a campos afines?

Los mandamientos recogidos en la tradición judeo-cristiana y los imperativos categóricos de  Kant son los únicos criterios certeros y coherentes. Pensemos en el “no matarás” que implica el “no harás daño al prójimo, ni abusarás de él, ni harás nada que degrade su dignidad”. Este mandamiento prohíbe tanto la maternidad subrogada como el aborto, la eutanasia, o el sacrificio de un niño concebido para curar a otro. Escandalizarse por la maternidad subrogada de una influencer de 68 años, y tragarse todo lo demás, denota mucha hipocresía.

La Tribuna de Albacete (03/04/2023)