domingo, 29 de diciembre de 2019

Mensaje de un rey muy realista


         Me gustó el discurso del Rey en nochebuena. Dio un ejemplo de realismo y de “saber estar”. A un rey constitucional no le corresponde abrir heridas y curarlas. Su objetivo era llegar a todas las familias, que tengan a bien abrirle la puerta del televisor, para agradecer sus esfuerzos y reiterar su “compromiso de servirles con lealtad, responsabilidad y total entrega”.  
          Felipe VI destacó lo que nos une. La Constitución de 1978, las más longeva de la agitada historia española, fue nombrada, como mínimo, tres veces. Una constitución que consagra un Estado social y democrático de Derecho, capaz de resolver los conflictos que la convivencia trae aparejados. Una Constitución que ha permitido la convivencia de personas muy diferentes, simplemente respetando los valores constitucionales: libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia… Aviso para navegantes: “Estos valores llevan muchos años presentes entre nosotros y constituyen una seña de identidad de la España de nuestros días; pero no podemos darlos por supuestos ni tampoco olvidar su fragilidad”. 
    El monarca dio otra muestra de realismo al señalar los problemas que nos acechan y recordar que, de una u otra manera, están presentes en todas las latitudes y épocas históricas.  Ingenuo el que piense que un cambio político, una reforma legislativa o una bonanza económica solucionará sus problemas de golpe y para siempre.
Concluyó animándonos a todos a arrimar el hombro y a confiar en nosotros mismos y en España. Nuestra nación, concluyó, ha sabido abrirse camino entre las dificultades cuando los españoles hemos sido capaces de afrontar el futuro con ilusión y responsabilidad.  
Imagino la frustración de quienes esperaban un mensaje real que planteara y solucionara todos los problemas reales e imaginarios. A estos personajes, les recordaremos que todavía están a tiempo de escribir una carta a los Reyes Magos.
La Tribuna de Albacete (30/12/2019)

domingo, 22 de diciembre de 2019

Cuento de Navidad

                  Nadie sabe de quién partió la iniciativa, pero todos reconocieron que fue un éxito rotundo. El mensaje enviado por whatsapp (y reenviado miles, millones de veces) rezaba así. “La noche del 24 a 25 de diciembre celebraremos el 2019 aniversario del Sr X. Por favor, pasa el mensaje cuidando de que no se entere el homenajeado”.
                La sala de fiestas podía identificarse desde el espacio, tal era la luminaria en la que estaba envuelta. A media noche la sala quedó abarrotada de gente. La alegría de volver a encontrarse con viejos familiares y amigos era desbordante. El estruendo de sus voces y de la música de fondo llegaba hasta el mismísimo cielo.
Solo los miembros del comité organizador tenían caras largas. Para su consternación habían comprobado que la silla de honor reservada para el Sr. X continuaba vacía. Tan secretos fueron los preparativos que olvidaron invitarle. El maestro de funciones encontró una solución de emergencia: “Más cava. Y algún juego para entretener al público”. Por megafonía animaron a participar en el juego del “amigo invisible”. Cada invitado había de entregar un regalo a otro. Como todo debía hacerse bajo el más estricto anonimato, no quedaba más remedio que encontrar algún intermediario que abordara al destinatario con estas palabras: “Tu amigo invisible me encarga que te regale esto”.
De hecho, el Sr. X esperaba en un rincón de la sala. Siempre espera hasta el último momento en algún rincón discreto. El juego del amigo invisible le brindaba una buena oportunidad para ayudar a sus amigos sin que ellos le reconocieran. Se acercó a cada uno de los invitados para pedirles que, de su parte, regalaran a otra persona unos minutos de atención. “Pregúntale por lo que le preocupa e interesa. Y anímale a poner en práctica la solución que él mismo ve”.
               Al día siguiente, el eco de los tuits confirmó que había sido una fiesta única, inolvidable. Una Navidad en la que todos tuvieron la suerte de ser escuchados y la suerte de escuchar a otro. 
La Tribuna de Albacete (23/12/2019)

domingo, 15 de diciembre de 2019

Cumbres sin pilares


                Mi primer contacto con la problemática del medio ambiente me lo facilitó el libro de Kenneth Bouilding, “Economía de la futura nave espacial tierra” (1966).  La “economía del cowboy”, vigente hasta la fecha, parecía no tener límites en su expansión desbocada hacia el Oeste. El nuevo paradigma, sugiere el autor, ha de asumir que viajamos en una nave espacial cuyos recursos son limitados y donde cualquier fuga de oxígeno en el lugar más recóndito perjudica a todos los tripulantes. Ahora bien, nos preguntamos nosotros, ¿podrán solventarse los problemas ambientales de esta pequeña nave de 200 timones, uno por país? El estado-nación, que jugó un papel importante en la integración de amplias regiones del planeta, se nos ha quedado corto.
                Mi segunda lectura fue “Lo pequeño es hermoso”, de E.F. Schumacher (1973). Explica que para que la nave espacial tierra siga dando vueltas sin marear a sus tripulantes es imprescindible que estos aprendan a disfrutar con menos. Mientras el éxito socioeconómico se mida por el número de coches que uno posee (ponderados por los caballos-potencia de sus motores), o por las toneladas de basura diariamente defecadas, mayor es el riesgo de quemar el planeta que nos sustenta. Nuestra duda: ¿cabe esperar que unos ciudadanos educados para el lujo y el desenfreno, disfruten con un estilo de vida frugal?
                “El arte de cuidar la casa común” es un libro escrito en 2019 por Wendell Berri, utilizando la expresión empleada por el Papa Francisco en “Laudato si” (2015). Berri urge a revertir las fuerzas centrípetas del urbanismo que nos abocan a vivir en unos pocos centenares de macrourbes irrespirables. Francisco propone una ecología integral que empieza por la ecología humana. 
                La Cumbre del Clima en Madrid, ha sorprendido por la dificultad de llegar a acuerdos vinculantes. Aunque se consigan en futuros encuentros, es de temer que serán barridos por el viento si no fundamentamos la ecología sobre pilares más firmes.
 

La Tribuna de Albacete (16/12/2019)

lunes, 9 de diciembre de 2019

Cumbre del clima


               París, diciembre de 1948. Los países integrantes de la ONU (con la única excepción de la URSS) aprueban la Declaración de los Derechos Fundamentales del ser humano. Allí queda claro que estos derechos emanan de la dignidad humana. Son anteriores, por tanto, al Estado y a cualquier ideología política.
París, diciembre de 2015. Los representantes de 195 países y de algunas organizaciones internacionales como la UE, reconocen los derechos de las generaciones futuras a heredar un planeta habitable. Entienden que los gases de efecto invernadero (emanados de la quema de carbón, petróleo y gas), son la primera causa del calentamiento global.  Las evidencias científicas distan de ser unívocas, pero sí son suficientes. Yo mismo he visto desaparecer, uno a uno, los glaciares del Pirineo.
Madrid, diciembre de 2019. Este mes vence el (fracasado) Protocolo de Kioto y empezará a implementarse el Acuerdo de París. En estos cinco años, cada país ha elaborado su estrategia de descarbonización para acercarse al objetivo marcado en París. A mediados del siglo XXI, el 80% de la energía fósil habrá de ser reemplazada por energía renovable. La Cumbre de Madrid 2019 pretende ser el pistoletazo de salida para este proceso de descarbonización acelerada.
¿Respetarán todos los países el consenso de París y cumplirán las propuestas que han llevado a Madrid? ¿Serán conscientes de que estos compromisos representan derechos de las generaciones futuras y deben quedar al margen del gobierno de turno, de ideologías políticas y modas sociales? El peor presagio es el repudio del Acuerdo de París por los EE.UU. de Donald Trump. Tampoco ayudará focalizar la Cumbre de Madrid en los sueños de una adolescente fácilmente manipulable por los medios de comunicación. Para los adultos, diciembre ha de ser un mes de compromisos y responsabilidades, no de cartas a los Reyes Magos.
La Tribuna de Albacete (09/12/2019)

lunes, 2 de diciembre de 2019

Nación, soberanía y Constitución


        “Dios hizo al hombre equilibrado, y él se buscó preocupaciones sin cuento” (Eclesiastés, 7:29). De entre las preocupaciones que nos buscamos, las más absurdas son las lingüísticas. ¿Qué sentido tiene enfrentarse por las palabras? Pues lo hacemos, y cada día más. “Nación”, “nacionalidad”, “nación de naciones”… ¡La de tinta que han absorbido estas palabras en los últimos años! Espero que esa tinta nunca se tiña de rojo.
La “nación” es un fenómeno sociocultural. Una comunidad se convierte en nación cuando así lo sienten y desean sus miembros. Ese sentimiento subjetivo cuajará mejor si está atado con lazos objetivos tan fuertes como la lengua o la historia. 
Para mí es evidente que Cataluña es una nación, cien por cien. También España es una nación. Lo de “nación de naciones” es un parche para tapar la realidad. España es una nación cien por cien. Así lo viene reconociendo todo el mundo desde hace 500 años. Pocas naciones pueden presumir de ese pedigrí. Europa, en cambio, no es una nación. Lo será si seguimos construyéndola sobre las bases que nos unen, más que por las diferencias que nos han enfrentado.  La experiencia personal y colectiva demuestra otra cosa importante: no hay obstáculos para que uno se sienta catalán, español y europeo al mismo tiempo. Lo raro, lo patológico, es el nacionalismo excluyente, siempre necesitado de un enemigo para reafirmarse.

Cosa distinta es la “soberanía” y su concreción en la Ley Fundamental. ¿Cómo se organiza jurídica y políticamente esa comunidad y quién ostenta el poder para hacer y deshacer? ¿Estado monárquico o republicano? ¿Estado central, autonómico, federal o confederal? La Constitución española, cuyo 41 aniversario celebramos esta semana, se decanta por una monarquía parlamentaria y un estado autonómico. No excluye a partidos republicanos o independentistas. El artículo 168 les recuerda, simplemente, que para conseguir sus objetivos han de empezar por reformar el texto constitucional con el apoyo mayoritario de las Cortes y del pueblo español. El artículo 1.2 no puede ser más claro al respecto: “La soberanía nacional reside en el pueblo español del que emanan los poderes del Estado”.


La Tribuna de Albacete (2/12/2019)