Me gustó el discurso del Rey en nochebuena.
Dio un ejemplo de realismo y de “saber estar”. A un rey constitucional no le
corresponde abrir heridas y curarlas. Su objetivo era llegar a todas las
familias, que tengan a bien abrirle la puerta del televisor, para agradecer sus
esfuerzos y reiterar su “compromiso de servirles con lealtad, responsabilidad y
total entrega”.
Felipe
VI destacó lo que nos une. La Constitución de 1978, las más longeva de la agitada
historia española, fue nombrada, como mínimo, tres veces. Una constitución que consagra
un Estado social y democrático de Derecho, capaz de resolver los conflictos que
la convivencia trae aparejados. Una Constitución que ha permitido la
convivencia de personas muy diferentes, simplemente respetando los valores constitucionales:
libertad, igualdad, solidaridad, tolerancia… Aviso para navegantes: “Estos
valores llevan muchos años presentes entre nosotros y constituyen una seña de
identidad de la España de nuestros días; pero no podemos darlos por supuestos
ni tampoco olvidar su fragilidad”.
El
monarca dio otra muestra de realismo al señalar los problemas que nos acechan y
recordar que, de una u otra manera, están presentes en todas las latitudes y
épocas históricas. Ingenuo el que piense
que un cambio político, una reforma legislativa o una bonanza económica solucionará
sus problemas de golpe y para siempre.
Concluyó
animándonos a todos a arrimar el hombro y a confiar en nosotros mismos y en
España. Nuestra nación, concluyó, ha sabido abrirse camino entre las
dificultades cuando los españoles hemos sido capaces de afrontar el futuro con ilusión
y responsabilidad.
Imagino la
frustración de quienes esperaban un mensaje real que planteara y solucionara
todos los problemas reales e imaginarios. A estos personajes, les recordaremos
que todavía están a tiempo de escribir una carta a los Reyes Magos.
La Tribuna de Albacete (30/12/2019)