Mientras
escribo estas líneas tiene lugar la ceremonia de beatificación de una familia
polaca fusilada por los nazis en 1943 en Markowa, pueblo polaco cercano a la
frontera con Ucrania. Nos referimos a los esposos Wiktoria y Józef Ulma con sus
siete hijos, incluido el que estaba a punto de nacer. Su delito fue esconder en
su granja a dos familias judías perseguidas por los nazis (¿alguien sabe por
qué les perseguían?). En la misma granja fueron sucesivamente fusilados los
ocho judíos, los esposos y sus hijos.
En
2003, sesenta años después de los asesinatos, los habitantes de Markowa,
acompañados de judíos y alemanes, levantaron un monumento a la familia Ulma. La
inscripción reza así: “Sacrificaron su propia vida para salvar la de otros”.
Ayer, ochenta años después del martirio, la familia Ulma fue declarada beata
por la Iglesia Católica.
Desde
el punto de vista religioso, lo más inspirador es que por primera vez se ha
beatificado a una familia entera incluyendo el “nasciturus”. Nos parece una
muestra de coherencia de la Iglesia. Lo que se ensalza aquí es la caridad de
una familia. Y una persona pasa a ser miembro de la familia desde el momento
de la concepción.
Desde
el punto de vista sociopolítico, la beatificación de la familia Ulma ilustra una
buena aplicación de la “memoria histórica". Para la iglesia un beato debe
mostrar una vida ejemplar, arrepentimiento de los propios pecados (¿quién no
los tiene?), y disposición a perdonar a los demás, verdugos incluidos. La
familia Ulma fue un ejemplo de virtudes familiares y sociales. Un punto de
referencia para todo el pueblo que acudía a la granja a pedir ayuda técnica en el cultivo de los campos y orientación moral en la educación de los hijos. Cuando aquellos
ocho judíos llamaron a la puerta de nuestra familia, todos respondieron como estaban
acostumbrados: con los brazos abiertos.
Una
buena "memoria historia" debe encargar a los historiadores que aclaren los
hechos. A los jueces les corresponde dictar sentencias personalizadas. Sería contraproducente, en cambio, restregar unos crímenes concretos
para acusar al adversario político por los siglos de los siglos. En el caso que
nos ocupa, los tres responsables de los 16 asesinatos fueron condenados a
cadena perpetua, como exigía la ley en vigor … Y punto.