miércoles, 24 de julio de 2013

Poderoso caballero es don Dinero

Nace en las Indias honrado, viene a morir en España 
y es en Génova enterrado


En la prueba de literatura del examen de selectividad es habitual pedir el alumno que comente un texto literario y lo relacione con situaciones actuales. Si de mí dependiera hubiera escogido la poesía de Francisco Quevedo “Poderoso caballero es don Dinero”. Estos podrían haber sido los comentarios de un alumno avispado, de esos que aunque dicen pasar de todo no pueden evitar la lluvia de ideas (a veces tormentosa) que lanzan los “mass media”.
“Madre, yo al oro me humillo, / él es mi amante y mi amado, / Pues de puro enamorado / de continuo anda amarillo; / que pues, doblón o sencillo, / hace todo cuanto quiero, / poderoso caballero es don Dinero”
El poeta empieza desvelando donde reside el atractivo y el poder del dinero: “hace todo cuanto quiero”. Pero el dinero crea adicción y maltrata al adicto. Algo así como el anillo de la trilogía de Tolkien, que llegaba  a enloquecer a sus poseedores; hasta su color y aspecto físico cambiaban.
“Nace en las Indias honrado / donde el mundo le acompaña / viene a morir en España / y es en Génova enterrado; / y, pues, quien le trae al lado / es hermoso aunque sea fiero / poderoso caballero es don Dinero”
Con extraordinario don de profecía (continuaría nuestro hipotético alumno), Quevedo descubre el destino final del dinero: la sede del PP en la calle Génova de Madrid. Las minas de las Indias han pasado a ser la caja B de grandes empresas interesadas en llevarse bien con el gobierno de turno. Los tesoreros del partido son los camellos naturales para transportar el oro. “El dinero hace bravatas desde una bolsa de cuero”. Al parecer, el tesorero del PP, un tal Bárcenas, utilizó una tecnología más rudimentaria (sobres color sepia) para pagar ocho millones de euros en sobresueldos a los políticos del PP durante 20 años. Para los cuarenta y ocho millones que a él le tocaron, por una extraña regla de tres, el tesorero prefirió una caja fuerte en el extranjero. En realidad, concluye la copla, con dinero nadie se siente forastero, ni en Suiza ni en Canadá.
El dinero consigue extrañas mutaciones personales y sociales que llevan a una igualdad muy peculiar. “Poderoso caballero es don Dinero / … pues hace iguales al duque y al ganadero / … pues da al bajo silla y al cobarde hace guerrero / … pues da calidad al noble y al pordiosero”.
No falta un aviso a legisladores y jueces para pedirles que nos saquen del hoyo de la corrupción antes de que caigan ellos. “Poderoso caballero es don Dinero / … pues da y quita decoro y quebranta cualquier fuero / … pues rompe recatos y ablanda al juez más severo”

Estas observaciones, fabricadas en el Siglo de Oro del Imperio español, siguen teniendo validez 400 años más tarde, en el siglo del euro, la democracia y el estado de derecho. La realidad actual demuestra que las mejores instituciones no son suficientes para erradicar la avaricia del corazón humano, de donde nace toda podredumbre. Esperemos que sean tenidas en cuenta en los procesos que cerrarán el año político y judicial, procesos que me recuerdan la Jura de Santa Gadea en el Burgos del Cid Campeador. El 1 de agosto comparecerá en el Parlamento el Presidente de Gobierno, Mariano Rajoy, para defender la legalidad de la financiación del PP, más allá de los papeles de Bárcenas. El día anterior habrá comparecido Artur Mas ante el Parlament de Catalunya por el asunto Palau. Tratará de demostrar que el 3% exigido a las empresas que contrataban con la Generalitat eran un detalle inocuo (no “inicuo”, como sostenían sus adversarios). Mañana la juez Mercedes Alayaa tomará declaraciones al que fuera interventor de la Junta de Andalucía que sigue responsabilizando a su presidente, José Antonio Griñán del descarrilamiento de los ERES. ¿Cómo es posible que el dinero destinado por la Unión Europea a fondos sociales acabara en el bolsillo de los políticos? Quevedo nos diría que cuando Don Dinero toma las riendas de la vida personal y colectiva cualquier cosa es posible.  
La Tribuna de Albacete (24/07/2013)

miércoles, 17 de julio de 2013

El aborto, la más grave de las hipocresías sociales

Nuestros nietos se avergonzarán de aquella generación 
que curaba el dolor de cabeza con la guillotina

Varias pistas nos conducen a detectar una hipocresía social; me refiero a esas mentiras que nos fabricamos entre todos y las ocultamos en envoltorios de plata para que no huelan mal a nuestras conciencias. (1) Uso abusivo de circunloquios y siglas. (2) Utilizar casos extremos para mover el estado de ánimo de las masas. (3) Llamar a algún científico para que corrobore las creencias.
El aborto es una de esas hipocresías sociales. La más grave, sin duda, por cuanto supone la muerte de seres humanos. Para taparla se necesitan muchos circunloquios. En lugar de aborto se hablará de “interrupción voluntaria del embarazo” (IVE). En lugar del derecho a la vida del nasciturus se invocará el “derecho a la salud reproductiva” de la madre. Lo que siempre había sido un delito pasará al catálogo de los derechos y libertades fundamentales.
Los grupos pro-abortistas tienen montado un observatorio internacional para detectar casos extremos que enternecen al más duro. Luego se difunden  por todos los medios hasta conseguir el apoyo social al aborto a la carta que es lo que en realidad se busca.  En los últimos meses se ha aireado mucho el caso Beatriz, esa joven salvadoreña portadora de un feto descerebrado que amenazaba su vida. Al final se optó por la solución más lógica y humanitaria: un parto prematuro que salvó la vida de la madre y la del niño (aunque, en esta ocasión, las horas del bebé estaban contadas). En las últimas semanas la prensa rasgó sus vestiduras ente el embarazo de una niña chilena violada por su padrastro. Yo pensaba que el periodista iba a pedir prisión incondicional para el padre y ayuda psicológica y económica para la niña, que podía llegar a la adopción del bebé. ¡Qué va! Informó que se trataba de una práctica frecuente en tierras andinas que reclamaba la legalización del aborto. Al parecer las soluciones humanitarias no interesan a los grupos y medios abortistas.
Pero, ¿y si el embrión no fuera un ser humano? Pues aquí acabaría la discusión; no estaríamos hablando ni de aborto ni de IVE sino de la extirpación de un tumor o de una célula indiferenciada. Nadie se opone a este práctica. ¿Pero tiene esa opinión un fundamento científico serio? Ayer tropecé con los apuntes de Bioética de una estudiante de Medicina en la Universidad Autónoma de Madrid. Después de pelearse con la oveja Dolly, no sé a cuenta de qué, el profesor advierte (y sus advertencias son las únicas que valen para el examen): “Un embrión de ser humano está vivo, pero no es un ser humano ya constituido; tiene la posibilidad de serlo, pero no lo es aún. Le falta un factor fundamental que es el tiempo”. Sólo a partir de la vigésima segunda semana, concluye, el embrión será un ser humano real.
¡Hay que ver los circunloquios que son capaces de dar algunos profesores para justificar el derecho positivo! ¿Acaso el niño recién nacido no necesita también de un entorno adecuado y tiempo para llegar a la plena autonomía vital? ¿Qué dirá ese profesor cuando mañana se demuestre la viabilidad del feto a las 20 semanas de gestación o cuando pasado mañana se inventen incubadoras capaces de asegurar la maduración del embrión desde el primer día del embarazo? De hecho estas incubadoras ya están inventadas: cualquier embrión es viable si logra implantarse en el seno de otra mujer.
Para recuperar el consenso por el derecho universal a la vida hay que empezar llamando a las cosas por su nombre y plantear las dos cuestiones claves. Primera: ¿Estás de acuerdo en que todo ser humano tiene derecho a la vida?  Segunda: ¿Estás de acuerdo en dejar a la comunidad científica la determinación del momento en el que empieza la vida humana?  
Mi formación universitaria me hace confiar en los científicos. Muchos de ellos aceptan el aborto como un medio fácil de control de la natalidad. Pero dudo que más del 10% niegue al embrión la condición de ser humano y se atreva a fechar el inicio de la vida en otro momento diferente de la fecundación del óvulo.
La verdad acabará imponiéndose, no me cabe la menor duda. Llegará el día en que nuestros nietos se avergüencen de aquella generación que curaba el dolor de cabeza con la guillotina. 

La Tribuna de Albacete (17/07/2013)

miércoles, 10 de julio de 2013

La paradoja noruega (y II)

La ideología de género es el mayor lavado de cerebro de los últimos tiempos

La semana pasada resumí un reportaje donde Harald Eia trataba de desentrañar la paradoja noruega: “¿Cómo es posible que a pesar de tanta inversión ‘igualitaria’ en colegios y medios de comunicación la gente siga pensando que hombres y mujeres difieren en sentimientos, preferencias y conducta? ¿Cómo es posible que, en el país más igualitario del  mundo, el sesgo profesional por género aumente con el paso del tiempo?” Tras entrevistar a científicos de varios países, Harald se cercioró del importante papel que juega la genética en la formación de las preferencias y explicó el sesgo profesional por la libertad que tienen los noruegos y noruegas de escoger según sus preferencias. Estas conclusiones no gustaron a los directivos del Instituto de Igualdad de Género que se autodenominan "investigadores" pero más se asemejan a "ideólogos". Catherine Egeland y Jorgen Lorentzen negaron valor a las evidencias presentadas y a la misma biología. Dado que las diferencias de género son puramente culturales, afirman, esos estudios deben de ser tachados de a-científicos. 
Son varios los interrogantes que golpean mi mente tras analizar el reportaje. Primera cuestión: ¿Qué necesidad hay de recorrer todo el mundo para demostrar lo evidente? A decir verdad, Harald empezó preguntando a sus propias hijas por su género, pues los investigadores del Instituto lamentaban que los padres no dejaran a sus hijos escogerlo libremente. Las niñas, que todavía no habían cumplido los diez años, le responden indignadas: “Papá, qué tonterías dices hoy”. Una universitaria de Oslo puso el dedo en la llaga: “Los políticos dirán lo que quieran, pero al final cada uno es lo que es”. Fue entonces, tras la impugnación por falta de rigor científico de estas opiniones a pie de calle, cuando Harald se lanzó a la caza de científicos especializados. Ya sabemos que sus conclusiones tampoco fueron aceptadas. Sorprende que mientras los científicos consultados admiten la influencia de la cultura sobre las bases genéticas, los ideólogos de género no quieren ni oír hablar de esas bases. Esta es mi segunda cuestión: ¿Por qué tienen tanto miedo a la verdad? ¿Por qué los ideólogos de género niegan validez a la naturaleza humana y a las ciencias que la explican?
Tercera cuestión. ¿Dónde queda la libertad individual? ¿Por qué, una vez asegurada la “libertad de oportunidades”, no dejamos que cada hombre y cada mujer piense y actúe a su libre albedrío? Las mujeres están hoy día representadas en todos los sectores y profesiones. Es una prueba evidente de que existe igualdad y libertad. Todos nos alegramos de ello. ¿Habremos de empeñarlos que la representación sea fifty / fyfty? Buscar a toda costa la “igualdad de resultados” supone un ataque frontal a la libertad individual y a la misma igualdad.
El reportaje de Harald Eia lleva por título “lavado de cerebro”. La ideología de género es, sin duda, el mayor lavado de cerebro de los últimos tiempos. Su avance ha sido impresionante, desde que sus acólitos ganaron posiciones en la ONU y empezaron su cruzada a través de la manipulación de las conferencias sectoriales de las NU y de algunos gobiernos deseosos de pasar a la historia como “progres”. Estoy pensando, en particular, en la Conferencia sobre la Mujer celebrada en Pekín en 1995. Y en el Gobierno de Rodríguez Zapatero que llevaba en su agenda todas y cada una de las reivindicaciones presentadas en Pekín por el feminismo radical. Se dio la paradoja de que países como España se ponían  a la cabeza de una ideología que en los países promotores iba en retroceso.
La ideología de género es tan acientífica, tan antinatural y tan absurda que acabará derrumbándose bajo el peso de sus propias contradicciones. Todo lo que va en contra de la naturaleza, el sentido común, la razón y la libertad no puede perdurar. Lamentablemente (y esto es lo que más me duele), en su camino de ascenso y descenso, la ideología de género dejará un reguero de vidas truncadas y sufrimientos inconfesables. Mujeres que juegan a ser hombres; hombres que juegan a ser mujeres. Todo por esnobismo. Es este un barbarismo que aúna el deseo del cambio por el cambio con el miedo de ser políticamente incorrecto.                                                                  
La Tribuna de Albacete (10/07/2013)

miércoles, 3 de julio de 2013

La paradoja Noruega

Estudios que, de puro sentido común, resultan subversivos

Los directivos de los institutos noruegos de igualdad de género están consternados. A pesar de tanta inversión en escuelas y medios de comunicación para demostrar que no hay diferencias entre hombres y mujeres, a pesar de haber sido laureada por la ONU como el país más igualitario del mundo, a pesar de los pesares la sociedad noruega se resiste a cambiar. La gente de la calle sigue pensando que los hombres y mujeres difieren en sentimientos, preferencias y otras cosas que van más allá del aparato reproductivo. Y, lo que es peor, esos pensamientos se traducen en comportamientos peculiares y en sesgos profesionales inadmisibles. El noventa por cien del personal clínico son mujeres. El noventa por cien de los trabajadores en la construcción, desde peones a ingenieros, son hombres. El ideal del 50/50 en todos y cada uno de los sectores y profesiones parece alejarse con el tiempo. El sesgo profesional es incluso mayor que en los países emergentes, como la India, donde las mujeres informáticas se cuentan por cientos de miles. Esta es la paradoja noruega o paradoja de la igualdad de género: cuanto más rica, progresiva e igualitaria es una sociedad más se remarcan las diferencias de conducta entre hombres y mujeres.
                El periodista Harald Eia se decidió a descifrar el enigma, saltándose el protocolo del instituto de igualdad que no admite más causas que las de origen cultural. Sabedor de que en Los Ángeles se había realizado un macroestudio sobre el tema del sesgo profesional, tomó un avión para entrevistar a Richard Lippa. Su grupo de investigación había distribuido doscientas mil entrevistas en 53 países de los cinco continentes con una pregunta muy simple: “¿Qué te gustaría ser de mayor”. Aunque hombres y mujeres estaban representados en todas las profesiones, el sesgo era evidente. Las profesiones con un fuerte contenido mecánico y numérico atraen a muchos más hombres. Las mujeres se sienten especialmente inclinadas hacia trabajos donde priman las relaciones sociales y el trato personal (sanidad, educación, relaciones laborales…) El profesor Lippa concluyó: “Por supuesto que la cultura influye, pero aquí estamos hablando de coincidencias entre 53 culturas diferentes. Algo biológico debe haber detrás”.
        ¿Biología? Ni corto ni perezoso Harald fue a la caza de científicos especializados en el comportamiento humano. Trond Diseth, profesor de Psiquiatría en el Hospital Nacional de Noruega, le explicó su experimento con niños de 9 meses: “Les dejamos solos en una habitación con todo tipo de juguetes y observamos que las tendencias entre niños y niñas están muy marcadas”. Simon Baron-Cohen, de la Universidad de Cambridge, llegó a la misma conclusión con bebés recién nacidos. “Los niños fijan su mirada en objetos mecánicos; las niñas en caras”. “Los niveles de testosterona explican buena parte de esos sesgos. La cultura reforzará o atenuará esa base biológica pero difícilmente puede cambiarla”.
                Con el ánimo de llegar a las raíces de las diferencias genéticas, Harald visitó a Anne Cambell, profesora de Psicología evolutiva en la Universidad de Durhan. “De acuerdo con la teoría de la evolución de Darwin, explicó, nuestras características son el resultado de un largo proceso de selección (…) Cada circunstancia que incremente la capacidad de dejar más descendencia tenderá a permanecer en el código genético. Si las mujeres son las que dan a luz, amamantan y crían a los hijos, sería muy sorprendente que no hubiese algún tipo de mecanismo psicológico que les ayudase a cumplir sus tareas, haciendo que esas labores resultasen placenteras para ellas”. Esos mecanismos, concluye, quedaron anclados en el cerebro de los mamíferos hace millones de años.
           Nuestro amigo Harald Eia ya tenía las claves de la paradoja Noruega: “En una sociedad libre e igualitaria hombres y mujeres se vuelven ‘desiguales’ porque tienen la oportunidad de cultivar sus propios intereses particulares”. El hecho de que la proporción de mujeres informáticas sea mayor en la India que en Noruega se debe a que en el primer país es el único trabajo cualificado y bien remunerado al que pueden optar las jóvenes más capaces. Las mujeres noruegas tienen otras opciones y son muchas las que libremente optan por profesiones donde priman las relaciones personales. Deberíamos alegrarnos, concluye, de que el desarrollo económico haya aumentado las posibilidades de elección y deje libertad a cada hombre y mujer a expresarse como es.
            Los ideólogos de género de Noruega no compartieron la conclusión y la alegría de Harald. Me temo que su nombre ha sido incluido en la lista negra de “homófobos” y nunca más le ofrecerán una subvención para realizar estudios que, de puro sentido común, resultan subversivos
La Tribuna de Albacete (03/06/2013)