lunes, 26 de diciembre de 2016

¿Podemos vivir sin esperanza?

Pesimismo, optimismo, esperanza y Navidad

A inicios del siglo I, el mundo no estaba ni mucho mejor ni mucho peor de lo que está hoy, en pleno siglo XXI. Los israelitas, cuya historia nos resulta más familiar gracias a la Biblia, esperaban un Mesías libertador que aplastara a los invasores romanos. Quienes se autodenominaban “justos”, anhelaban un Mesías que consumiera a los impíos con el fuego de la ira divina. Los más sensatos, quienes reconocían que el mal también anidaba en sus corazones, invocaban un Mesías que les librara de su egoísmo de una vez por todas y, a ser posible, sin esfuerzo personal. Nada extraño tiene que ninguno de ellos reconociera al Mesías en ese niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre y sin prisa alguna. Sin embargo, un niño era y es la imagen viva de la esperanza. No es posible vivir sin esperanza, ni en el siglo I ni en el XXI.
Hoy día apenas se habla de la virtud de la esperanza. Lo más cercano podría ser el optimismo y no piensen ustedes que siempre goza de buena prensa. El pesimista ve el vaso medio vacío, el optimista medio lleno, el realista concluye que da igual pues nada podemos hacer frente a un mal omnipresente y rampante. No estoy de acuerdo. El vaso puede ser el mismo, pero nuestra actitud no. Posiblemente el origen de la confusión radica en no distinguir entre el optimista ingenuo y el optimista con esperanza bien fundada. El segundo es el que viendo el vaso medio lleno se apresura a reparar sus posibles grietas y lo acaba de llenar. El que a la vista de tantas carencias (en los demás y en sí mismo) se remanga para aportar lo poco o mucho que está a su alcance. El que no se cansa de sembrar y espera convencido de que la buena simiente dará fruto a su tiempo.

La Esperanza con mayúsculas, la que funda el optimismo y la alegría duraderos, es la que desea regalarnos el niño Jesús. Aunque la familia de Nazaret fuera más pobre que los posaderos de Belén, no dudó en colgar sobre el Portal un cartel que parafraseaba al profeta Isaías: “Oíd, sedientos de esperanza; tomad, sin dinero y de balde, toda la que necesitéis”. 
La Tribuna de Albacete (26/12/2016)