Para estimular la responsabilidad presupuestaria de los
políticos
es preferible el sistema “palo-zanahoria"
Mientras usted lee estas líneas, la Comisión Europea está deliberando si
multa a España por reiterado incumplimiento de sus compromisos de déficit
público. La multa puede llegar al 2% del PIB, unos 2.000 millones. El superávit
presupuestario previo a la crisis (2% del PIB en 2007) se convirtió dos años
después en un déficit del 11%. La caída de la recaudación fiscal y muchos
kilómetros de aceras explican el salto. El plan de reducción escalonada pactado
entre Madrid y Bruselas nunca llegó a cumplirse. Los recortes del gasto no
lograron superar la caída de la recaudación que toda recesión trae consigo. Pero
lo que más molesta a los técnicos de Bruselas es que la brecha ha subido un
punto adicional en el 2015 y 2016, precisamente cuando la economía se estaba
recuperando. ¡Eso es lo que tienen los años electorales!
La Comisión Europea está obligada a buscar fórmulas que faciliten la
política macroeconómica anticíclica al tiempo que frenan a los políticos
manirrotos y a los que se dedican a comprar votos con déficit. Cuando la
demanda privada se deprime, lo peor que podemos hacer es forzar una reducción
de la demanda pública. De ahí la utilidad de los estabilizadores automáticos
como el subsidio de desempleo y otros gastos sociales que la crisis trae
consigo. También ayudan a mantener el tono muscular la continuidad de las tres grandes
partidas presupuestarias (pensiones, educación y sanidad). La brecha generada
por la caída de la recaudación, podría ser cubierta con deuda pública avalada
por el BCE. Las sanciones recaerían exclusivamente sobre el déficit asociado al
aumento de los gastos discrecionales, sobre todo los generados en años
electorales.
A lo mejor, tampoco es
conveniente que la UE se especialice en sancionar y en perdonar sanciones. Para
estimular la responsabilidad presupuestaria de los políticos es preferible el
sistema “palo-zanahoria”. La habilidad de centrar el gasto en los servicios
públicos genuinos y el esfuerzo por prestarlos de la forma más eficiente, debería
ser premiada con más fondos europeos. Esas ayudas son las que perderían los gobiernos
manirrotos. La
eficiencia en la gestión pública siempre es buena por más que ningún político
se atreva a hablar de ella.
La Tribuna de Albacete (11/07/2016)