lunes, 11 de julio de 2016

El aguafiestas

Para estimular la responsabilidad presupuestaria de los políticos 
es preferible el sistema “palo-zanahoria"

Mientras usted lee estas líneas, la Comisión Europea está deliberando si multa a España por reiterado incumplimiento de sus compromisos de déficit público. La multa puede llegar al 2% del PIB, unos 2.000 millones. El superávit presupuestario previo a la crisis (2% del PIB en 2007) se convirtió dos años después en un déficit del 11%. La caída de la recaudación fiscal y muchos kilómetros de aceras explican el salto. El plan de reducción escalonada pactado entre Madrid y Bruselas nunca llegó a cumplirse. Los recortes del gasto no lograron superar la caída de la recaudación que toda recesión trae consigo. Pero lo que más molesta a los técnicos de Bruselas es que la brecha ha subido un punto adicional en el 2015 y 2016, precisamente cuando la economía se estaba recuperando. ¡Eso es lo que tienen los años electorales!
La Comisión Europea está obligada a buscar fórmulas que faciliten la política macroeconómica anticíclica al tiempo que frenan a los políticos manirrotos y a los que se dedican a comprar votos con déficit. Cuando la demanda privada se deprime, lo peor que podemos hacer es forzar una reducción de la demanda pública. De ahí la utilidad de los estabilizadores automáticos como el subsidio de desempleo y otros gastos sociales que la crisis trae consigo. También ayudan a mantener el tono muscular la continuidad de las tres grandes partidas presupuestarias (pensiones, educación y sanidad). La brecha generada por la caída de la recaudación, podría ser cubierta con deuda pública avalada por el BCE. Las sanciones recaerían exclusivamente sobre el déficit asociado al aumento de los gastos discrecionales, sobre todo los generados en años electorales.
            A lo mejor, tampoco es conveniente que la UE se especialice en sancionar y en perdonar sanciones. Para estimular la responsabilidad presupuestaria de los políticos es preferible el sistema “palo-zanahoria”. La habilidad de centrar el gasto en los servicios públicos genuinos y el esfuerzo por prestarlos de la forma más eficiente, debería ser premiada con más fondos europeos. Esas ayudas son las que perderían los gobiernos manirrotos. La eficiencia en la gestión pública siempre es buena por más que ningún político se atreva a hablar de ella. 

La Tribuna de Albacete (11/07/2016)