domingo, 28 de julio de 2019

Chjernobyl


La serie de HBO-SKY sobre Chernobyl ha animado a muchos turistas a visitar el lugar de la tragedia, aquel 26 de abril de 1986.  No quería yo marcharme de vacaciones sin hacer un recorrido mental sobre las causas y lecciones de la explosión de un reactor nuclear. Me apoyaré en las palabras de Valery Legasov, protagonista de la serie, en aquel juicio en el que entró como testigo y salió condenado.
       “Así es como puede explotar el núcleo de un reactor RBMK, con mentiras. Los responsables de la central pecaron de negligencia. No sabían que en las circunstancias generadas por su negligencia, el botón de apagado podía desencadenar una explosión. No lo sabían porque, para salvar la reputación de la URSS, les habían ocultado los problemas de los reactores RBMK”. En este momento, el juez le interrumpe: “Camarada Legasov, si está insinuando que el responsable es el régimen comunista de la URSS, ha entrado en un terreno peligroso”. Su respuesta: “Todos estamos en tierra peligrosa cuando nos instalamos en la mentira. Yo he mentido muchas veces para granjear favores del KGS o del Comité Central. En un mundo justo me matarían por mis mentiras. En este mundo, corro el riesgo de ser ejecutado por decir la verdad”. El delegado del Kremlin le aclaró: “No se preocupe, camarada, ejecutarle supondría convertirle en mártir. Le condenaremos al ostracismo, le haremos invisible”. Legasov se suicidó no sin antes esconder sus memorias en varios cassettes.
         Chernobyl es el mejor ejemplo de que las mentiras no pueden sepultar a la verdad, que la verdad nos interpela siempre y hasta puede vengarse. El comunismo de la URSS se instaló en la propaganda y la mentira hasta ser destruido por ellas. ¿Qué podríamos decir de nuestra gloriosa sociedad occidental? ¿No corremos el riesgo de que la mentira destruya nuestras instituciones democráticas? Un análisis del último debate de investidura hace temer lo peor.  
La Tribuna de Albacete (29/08/2019)

miércoles, 24 de julio de 2019

La cara oculta de la luna


Esta semana hemos celebrado una efeméride muy significativa, la llegada del hombre a la luna. Neil Armstrong, el primer hombre en pisar suelo lunar, lo certificó en una frase memorable: “Un pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”.
               Esta fue la cara visible de la llegada del hombre a la luna, retransmitida en directo a 500 millones de personas. La cara oculta del proceso tiene otros matices que también conviene conocer y valorar. Nos encontrábamos en plena guerra fría. EE.UU. y la URSS competían por ser la primera potencia en todos los órdenes. Miedo daba la carrera de armamentos; parecía abocarnos a la tercera y última guerra mundial. La carrera espacial, en cambio, abría nuevos horizontes a la humanidad. Las hazañas espaciales de la década de los sesenta ponen de manifiesto el potencial de la competencia: espabila a los individuos, a las empresas y a los propios estados.
               La segunda lección es la necesidad de la cooperación interestatal en asuntos que interesan a toda la humanidad. El proyecto espacial se desinfló a partir del programa Apolo por la sencilla razón de que el cociente “beneficios inmediatos / costes” era deficitario. Apolo XI costó lo mismo que el muy rentable Canal de Panamá. Pero los estados pueden y deben pensar en rentabilidades a largo plazo y en los beneficios que no se agotan en una parcela del planeta.
               El desarrollo de internet y su democratización es la prueba más evidente. La potencia del ordenador que comunicaba a los astronautas con la NASA era menor que la de uno de nuestros móviles. Aunque no hayan encontrado en la luna ningún metal útil, la investigación que trajo consigo ha transformado la vida en el planeta tierra. Todos hemos salido ganando.

La Tribuna de Albacete (22/07/2019)

domingo, 14 de julio de 2019

Ley electoral contra bloqueos

               Que conste que me había propuesto no hablar durante una larga temporada de la política española (mejor dicho, “de la ausencia de política”). Las circunstancias me fuerzan a romper mi compromiso. El Presidente en funciones, ciudadano Sánchez, empieza a comprender que para evitar el bloqueo de su investidura es necesario reformar la ley electoral. Su propuesta me parece algo oportunista, simplista, de parcheado. A mi modesto entender la reforma debe ser más seria y general. Estos son sus ingredientes indispensables.
    Coalición electoral entre grandes y pequeños partidos del Parlamento español para aprobar una ley orgánica electoral que obligaría en todos los niveles del Estado. No creo que fuera necesaria una reforma constitucional. En caso de serlo, el artículo 167 CE nos indica el camino para una reforma exprés Inmediatamente se convocarían elecciones bajo las nuevas reglas de juego
          La circunscripción electoral se adecuaría al tipo de contienda: municipal para las elecciones locales, regional para las elecciones autonómicas, nacional para las elecciones generales.
          Proporcionalidad estricta entre el porcentaje de votos útiles y el de escaños. Se acabaron los privilegios de algunos territorios y/o de sus partidos mayoritarios. Los territorios estarían representados en el Senado, no en el Congreso.
           Si un partido consigue entre el 40 y el 50% de los escaños, se le “regalarían” los necesarios para llegar a la mayoría absoluta del Congreso. Si ningún partido obtiene el 40% de los escaños, se procedería a una segunda vuelta.
        El objetivo de esta propuesta es asegurar la gobernabilidad del país, eliminar las posibilidades de bloqueos / chantajes y exigir plena responsabilidad a los gobiernos en las próximas elecciones. Hemos de ser conscientes que no estamos ante una situación excepcional que desaparecerá con el paso del tiempo. Es la situación normal en sistemas multipartidistas que amenaza con paralizar la acción y responsabilidad de los políticos. 
La Tribuna de Albacete (15/07/2019)

domingo, 7 de julio de 2019

La abolición del hombre (y 3)


En el tercero y último capítulo del libro que estamos comentando, Lewis advierte que el progreso científico desnortado lleva a la abolición del hombre. En su afán por conquistar la naturaleza, los científicos han ido reduciendo la realidad a tablas numéricas. Lo que no se puede contar ni medir, o no existe o no es susceptible de análisis racional. El último paso  consiste en reducir el hombre a impulsos susceptibles de ser psicoanalizados y concretados en reacciones bioquímicas. La dimensión espiritual o trascendente del ser humano; su razón moral que le permite discernir lo que es malo y bueno para sí y para la sociedad; su voluntad de escoger lo mejor, aunque implicara sobreponerse a ciertas modas sociales o caprichos personales … todas esas dimensiones son amputadas. Lo que queda ya no conserva las esencias del ser humano.
                La modernidad ha deificado la ciencia y la tecnología por sus contribuciones al bienestar material de un número creciente de ciudadanos. Nadie niega estas ventajas. Pero no debemos cerrar los ojos a los peligros de dominio, control y destrucción que conllevan. “El poder del Hombre sobre la Naturaleza se revela como un poder ejercido por algunos hombres sobre otros con la Naturaleza como instrumento”. Ese poder se vuelve especialmente peligroso al ser apropiado por políticos sin principios éticos. A través del sistema educativo y de la propaganda, manipulan las conciencias de las personas para hacerles creer que la Ley Natural que cimentó la civilización occidental o la Tao que hizo lo propio en la civilización oriental, son rémoras precientíficas que hay que enterrar tirando piedras encima.
                Afortunadamente el Hombre y la Ley Natural que le protegen, son más fuertes que el poder de los manipuladores de opinión y de los alquimistas del ser humano. Renacerán una y otra vez de sus cenizas como las flores en un pedregal.


La Tribuna de Albacete (8/07/2019)

martes, 2 de julio de 2019

La abolición del hombre (2)



               “La abolición del hombre” es un libro de C.S. Lewis que recoge tres conferencias pronunciadas en 1943 sobre errores en la educación que pueden acabar con el hombre y la sociedad. Un libro premonitorio, donde los haya.
               A la vista de unas cataratas, un turista comenta: “¡Sublimes!”. El autor del libro de texto alecciona a los escolares de primaria: “Nada hay sublime u horrible. El autor debiera haber matizado que los sentimientos personales del primer turista en ese momento le insinúan que está contemplando algo sublime. El siguiente turista está en su derecho de ver la catarata como la cosa más vulgar del mundo”. 
               Se dice, y con razón, que sobre gustos no hay nada escrito. El buen educador debe tratar, sin embargo, de educar los gustos de los niños y detener el relativismo de la modernidad que está permeando el universo moral y el racional.
El niño debe saber que hay conductas buenas y malas. Las primeras me dignifican como persona y favorecen la convivencia social. Las segundas me convierten en una piltrafa de persona y siembran la convivencia de cizaña. El no matar, no robar y no mentir … no es un invento del cristianismo. Forma parte de los códigos éticos de todas las civilizaciones.
               El relativismo se adentra también en el plano racional y científico. En la era de la “postverdad” cada uno tiene su verdad particular y se siente legitimado a rechazar los descubrimientos de los grupos más solventes. A pesar de las evidencias científicas sobre el calentamiento global, no faltarán quienes digan: “No me interesan tus observaciones,  yo tengo otros datos y otras maneras de interpretarlos”.
               El relativismo es el caldo más corrosivo de la persona y la sociedad. Si quieres detener el proceso de la abolición del hombre, habrás de plantarle cara.

La Tribuna de Albacete (1/07/2019)