La serie de
HBO-SKY sobre Chernobyl ha animado a muchos turistas a visitar el lugar de la
tragedia, aquel 26 de abril de 1986. No
quería yo marcharme de vacaciones sin hacer un recorrido mental sobre las
causas y lecciones de la explosión de un reactor nuclear. Me apoyaré en las
palabras de Valery Legasov, protagonista de la serie, en aquel juicio en el que
entró como testigo y salió condenado.
“Así
es como puede explotar el núcleo de un reactor RBMK, con mentiras. Los
responsables de la central pecaron de negligencia. No sabían que en las
circunstancias generadas por su negligencia, el botón de apagado podía
desencadenar una explosión. No lo sabían porque, para salvar la reputación de
la URSS, les habían ocultado los problemas de los reactores RBMK”. En este
momento, el juez le interrumpe: “Camarada Legasov, si está insinuando que el
responsable es el régimen comunista de la URSS, ha entrado en un terreno
peligroso”. Su respuesta: “Todos estamos en tierra peligrosa cuando nos
instalamos en la mentira. Yo he mentido muchas veces para granjear favores del
KGS o del Comité Central. En un mundo justo me matarían por mis mentiras. En
este mundo, corro el riesgo de ser ejecutado por decir la verdad”. El delegado
del Kremlin le aclaró: “No se preocupe, camarada, ejecutarle supondría
convertirle en mártir. Le condenaremos al ostracismo, le haremos invisible”. Legasov
se suicidó no sin antes esconder sus memorias en varios cassettes.
Chernobyl
es el mejor ejemplo de que las mentiras no pueden sepultar a la verdad, que la
verdad nos interpela siempre y hasta puede vengarse. El comunismo de la URSS se
instaló en la propaganda y la mentira hasta ser destruido por ellas. ¿Qué podríamos
decir de nuestra gloriosa sociedad occidental? ¿No corremos el riesgo de que la
mentira destruya nuestras instituciones democráticas? Un análisis del último
debate de investidura hace temer lo peor.
La Tribuna de Albacete (29/08/2019)