miércoles, 29 de enero de 2014

De drogas y zombies

Para entonces ya tendremos una sociedad de zombies 
que algún zombi cualificado se encargará de pastorear

¿Se imaginan ustedes un lujoso autobús de zombies conducido por otro zombi cualificado? Pues no lo descarten como uno de los escenarios posibles de la civilización occidental. Varias noticias recientes apuntan en este sentido. 
En diciembre de 2013, Uruguay legalizó la producción, distribución y consumo de marihuana para usos recreativos. Cada persona podrá comprar hasta 28 gramos al mes para el consumo propio. El Estado controlará los lugares de producción, distribución y consumo, garantizando así la calidad del producto y evitando la delincuencia asociada al narcotráfico.
En enero de 2014, el estado de Colorado ha legalizado el consumo de marihuana para usos recreativos lo que le proporcionará una recaudación de 70 millones de dólares. Será posible almacenar en casa hasta 40 gramos. Las familias podrán cultivar hasta 12 plantas para el consumo interno.
Los aplausos no han tardado en sonar. El mismísimo Presidente de los Estados Unidos dio la semana pasada un espaldarazo al movimiento en una entrevista concedida al semanario New Yorker: “Como ya se sabe yo fumé ‘maría’ cuando era niño y lo considero un mal hábito, un vicio, no tan diferente de los cigarrillos que fumaba cuando era joven y buena parte de mi vida adulta. No aliento su uso. Dije a mis hijas que consumir marihuana es una mala idea, es perder el tiempo, no es saludable”.  
No conocía la faceta de Obama – padre. Me asustó. A la primera oportunidad pregunté a mis hijos sobre el ambiente que se respiraba en sus institutos. Coincidieron que era bueno exceptuando, claro está, al grupo de alborotadores. El alboroto, matizaban, es especialmente intenso en las horas antes del recreo; luego, tras fumarse un porro, quedan empanaos. “Sólo hablan a través de unos ojillos rojos que dan una lástima...” Estos son los efectos de la droga: alteran la capacidad cognitiva desde la primera dosis y debilitan la voluntad. Los efectos del tabaco, Sr. Presidente, pueden ser peor para los pulmones. No alteran, en cambio, la actividad cerebral que es lo que nos diferencia de otros animales … y de los zombies.
Sería interesante seguir el rastro de eso chiquillos de mirada perdida. Imagino que un pequeño grupo evolucionará hacia drogas cada vez más duras que acabarán con sus vidas. Los promotores aseguran que legalizando la droga mejorará la calidad y se evitarán muertes. Se refieren, intuyo, a la muerte física; la muerte psíquica y social llega mucho antes. Tal es el significado de “zombi”. Confío que el grupo mayoritario logrará saltar del tren de la droga antes de que sea demasiado tarde. ¿Estarán a tiempo de subir al tren  del estudio y alcanzar el nivel profesional del que hubieran sido capaces en otras circunstancias? Los años del botellón aderezado con droga son algo peor que años perdidos. Es un tiempo difícilmente recuperable, Sr. Presidente; un tiempo que inclina el plano vital hacia unos precipicios de difícil retorno. 
Lo que más me llama la atención de noticias como las aquí reproducidas es la ingenuidad de sus promotores. (Es posible que piensen que los ingenuos somos nosotros). ¿De verdad creen ustedes que la mayoría de “amigos de la marihuana” (imagino que la palabra “drogadicto” pasará a estar prohibida) se conformarán con cultivar no más de 12 plantas y comprar en el dispensario de la esquina no más de 28 gramos al mes? ¿Y de verdad creen que desaparecerá la delincuencia asociado al narcotráfico con solo legalizar el consumo de cannabis? Lo normal es que el número de jóvenes consumidores aumente cuando les acerquemos el producto a un precio módico. Aunque el porcentaje de personas que salten de la droga blanda a la droga dura no varíe, el número de adictos a estas últimas sustancias sí aumentará y con ellos la delincuencia. Acabar con el narcotráfico por esta vía obligaría a legalizar y facilitar el consumo de todo tipo de drogas. Para entonces ya tendremos una sociedad de zombies que algún zombi cualificado se encargará de pastorear.

La Tribuna de Albacete (28/01/2014)

miércoles, 22 de enero de 2014

Eutanasia de menores o aborto de mayores

La guillotina es, ciertamente, el remedio más eficaz 
contra el dolor de cabeza


Hace un mes Bélgica dio el primer paso hacia la eutanasia de menores. Previsiblemente la norma será aprobada por el Senado en otoño, justo antes de las elecciones. Los promotores de la ley confían en atraer el voto de muchas personas benevolentes que desean evitar sufrimientos insoportables a los niños. 
Holanda fue el primer país que legalizó la eutanasia para niños (2004). Para este tipo de decisiones, los holandeses han adelantado la mayoría de edad a los 16 años. Los adolescentes, entre 12 y 16 años, precisan el consentimiento de los padres. La decisión de acabar con la vida de los menores de esta edad (desde el mismo día del nacimiento) corresponde a los padres. ¿Quiénes mejor que ellos para decidir si la vida de un niño enfermo tiene sentido? Todo eso, por supuesto, avalado por un médico competente y que solo busca el bien de la humanidad.
Noticias como estas, cuya recurrencia aumenta con el paso del tiempo, me plantean una duda existencial, de esas que quitan el sueño: ¿Estamos hablando de eutanasia de menores o de aborto de mayores?
Nos guste o no, los argumentos esgrimidos en defensa del aborto podrían ser utilizados para defender la eutanasia de menores al estilo holandés o belga. El motivo eugenésico justifica que una madre pueda abortar cuando se descubre un defecto físico en el feto. ¿Seremos tan crueles como para condenar a ese niño a caminar cojo y bizco toda su vida, si esos defectos se descubren al nacer? Vayamos al motivo habitual, el que acoge al 90% de los abortos: riesgo para la salud psíquica de la madre. Si ese riesgo justifica abortar en el primer, segundo o tercer mes del embarazo, ¿por qué negarlo en los últimos meses del embarazo? Y ¿por qué no admitirlo en los primeros meses de vida cuando la madre suele sufrir una depresión y el padre no está por la labor?
Lejos de mí intención banalizar asuntos como el aborto o la eutanasia. Constituyen para mí la peor de las gangrenas de la sociedad contemporánea. Si la gente se acostumbra a ver normal la aniquilación de un niño en el vientre de la madre o rodeado de sus padres a los pocos días de nacer, ¿qué le escandalizará y qué le detendrá? Me inquieta sobremanera que propuestas tan inhumanas conciten tanto apoyo social y sean utilizadas por los políticos como reclamo electoral. No estamos hablando del doctor muerte o de políticos sanguinarios. Hablamos de ciudadanos normales que, sin duda, me superan en muchos aspectos.
Mi discurso va dirigido a estas personas. Trata de animarles a que piensen por sí mismas hasta llegar al fondo del asunto y descubrir allí una vida humana; sí una vida como la tuya o la mía. El hombre es un fin en sí mismo; no podemos convertirlo en un medio al servicio de ningún fin, Kant dixit. Sí Kant, el profeta de la moderna filosofía atea.
Mi discurso trata de superar la ingenuidad de quienes piensan que es posible abrir un boquete en la pared frontal de una presa y regular el agua con un grifo.  El agua acabará haciendo saltar el grifo y reventando la misma presa. Lo mismo pasa con el derecho a la vida. Las excepciones acaban siendo válvulas de escape por donde pasa lo imaginable y lo inimaginable. ¿Acabaremos todos engullidos por esta cultura de la muerte?

Mi discurso va dirigido a las personas sensatas que buscan solucionar los problemas de raíz, que es algo diferente a cortar las raíces y cargarse el árbol. La guillotina es, ciertamente, el remedio más eficaz contra el dolor de cabeza. Pero, ¿no habrá soluciones más humanas?  Prefiero que mis impuestos se canalicen a aliviar el dolor, curar las enfermedades y erradicarlas una enfermedad tras otra. Estoy también dispuesto a acompañar a las personas imposibilitadas y enfermos compartiendo sus alegrías y penas. Cuando lo he hecho he descubierto que no son menos felices que nosotros. Los peores sentimientos de soledad y de angustia brotan del egoísmo. El egoísmo individual y colectivo es lo que estamos abonando con leyes como la del aborto o la eutanasia. 

La Tribuna de Albacaete (22/01/2014) 

miércoles, 15 de enero de 2014

Carta a E.V. (confidencial, va de abortos)

El Ministro todavía no se ha enterado que en el siglo XXI 
la moral la dictan los partidos de izquierda

Estimada Elena Valenciano, Vicesecretaria General del PSOE:
Hemos recibido su carta del tres de enero en la que insta al Presidente del Partido Socialista Europeo a colaborar en la estrategia de descalificación de la reforma del PP español sobre el aborto. Como el Sr Sergei Stanishev está de viaje, me tomo la licencia de contestarle yo mismo, recién llegado de un curso de desintoxicación ideológica y mentiroterapia. Se lo recomiendo. No puede usted imaginarse el alivio que uno siente al liberarse de la presión de la ideología de género y atreverse a llamar a las cosas por su nombre.
                Mi impresión personal es que podríamos darnos con un canto en los dientes si la reforma social del PP se limitara a esta ley de Gallardón que es de lo más descafeinado e inofensivo que cabe imaginar. La única novedad radica en su atrevimiento a remendar leyes progresistas sobre materias morales. El Ministro todavía no se ha enterado que en el siglo XXI la moral la dictan los partidos de izquierda. Me preocupa sobremanera la claridad del nuevo discurso conservador. Nuestras leyes hablan “salud sexual y reproductiva e interrupción del embarazo”, a sabiendas de que el aborto no es ninguna de esas tres cosas. Ellos lo regulan con una “Ley de protección de la vida del concebido y de los derechos de la mujer embarazada”. Llamar a las cosas por su nombre puede ser el inicio de una revolución que no nos interesa en este momento.
                En su misiva usted nos propone lanzar un debate a escala europea sobre el aborto. ¡Muy peligroso! La estrategia funcionará si los medios se limitan a corear los cuatro tópicos de siempre. No estamos preparados, empero, para un debate riguroso que llegara al fondo el asunto con dos cuestiones elementales. (1) ¿Acepta el derecho a vivir de todo ser humano? (2) ¿Cuándo empieza la vida humana? Me temo que más del noventa por cien de los ciudadanos daríamos un SÍ a la defensa de la vida humana. La respuesta a la segunda pregunta corresponde a los científicos. Muchos están a favor del aborto como técnica de control de la natalidad. Pero, después de los últimos avances de la Genética, será difícil conseguir un puñado que se atreva a fijar el inicio de la vida en una fecha diferente a la concepción.
                A falta de argumentos científicos y sociales no nos queda más remedio que dedicamos a descalificar al adversario con mucho ruido y pocas nueces. Quienes se atrevan a cuestionar el aborto libre han de ser tachados inmediatamente y sin derecho a réplica. Siguen valiendo los insultos habituales: “machistas”, “ultraconservadores”, “acólitos al servicio de los obispos”, “insensibles al dolor ajeno”... Los reforzaremos con argumentos igualitaristas dirigidos al corazón, pues la inteligencia los interpretaría como un insulto. Su carta es un buen repertorio: “Sólo las ricas podrán abortar (en el extranjero), las pobres morirán en las clínicas clandestinas de su barrio”; “Están criminalizando a mujeres indefensas”; “Pretenden acabar con la libertad de las mujeres para decidir sobre su maternidad”. “España va a retroceder treinta años en libertades y bienestar social”.
Las descalificaciones han de sucederse con tanta rapidez que los ciudadanos no tengan tiempo para leer, pensar y votar en conciencia. Que nadie lea el proyecto de Gallardón donde se exime a la mujer de toda responsabilidad, al considerarla la segunda víctima del aborto. Quien piense a fondo sobre la naturaleza del feto comprenderá que la mujer que se plantea abortar no decide sobre su maternidad; ya es madre y se limita a decidir si de sus entrañas saldrá un hijo vivo o muerto.
No sé si me entiende. Lo digo porque a mí me cuesta trabajo aclararme. Después del curso de desintoxicación ideológica y mentiroterapia resulta difícil llamar a las cosas por su nombre y no reconocer cuán ridículo es el discurso abortista que hemos estado manteniendo hasta ahora. Acaba de encenderse la bombilla: ¿Y si diéramos un giro de 180 grados y empezáramos a liderar el derecho a la vida y los derechos sociales de los concebidos, las embarazadas con problemas, las madres solteras y los niños huérfanos de padre y madre? ¿No presumimos los socialistas de haber defendido siempre a los grupos sociales más débiles?  Pues aquí tenemos una oportunidad de oro para demostrarlo.

La Tribuna de Albacete (15/01/2014)

miércoles, 8 de enero de 2014

Navidad, ¿sirvió para algo?

Nuestra propia experiencia también nos confirma que el amor siempre vale la pena

                Si un extraterrestre visitara nuestro planeta por Navidad quedaría perplejo. ¡No es para menos!  Pronto enviaría a sus congéneres un SMS: “¡Los humanos se han vuelto locos!” ¿A qué viene, preguntaría, tanto estruendo y tanta luminaria al precio actual de la energía? ¿Qué justifica tanto derroche en comidas y regalos que acaban en el basurero? ¿Y el trasiego, el de los carteros, distribuyendo tarjetas de ida y vuelta?
Le explicarían que los humanos celebran el 2014 aniversario de alguien muy importante. Tan importante que reseteó el calendario de la humanidad y recuperó esos valores que hoy nos deseamos en las tarjetas navideñas: amor, paz, alegría, esperanza… Nuestro extraterrestre empezaría a entender. Pero cuando le explicaran quien es el Mesías mandaría un segundo SMS: “¡Dios se ha vuelto loco!”
                El colmo de su desconcierto llegaría al ver que a primeros de enero se retiran las luces y todos vuelven a la cruda realidad con el mismo espíritu egoísta… y algún que otro kilo de más. Su último mensaje sería: “La locura de Dios no ha podido con la locura de la humanidad. Por eso la Navidad se ha convertido es una manifestación más del folklore que necesita la especie humana para olvidar su triste condición. No vale la pena seguir indagando”.
                A decir verdad, el misterio de la Navidad fue motivo de desconcierto, por no decir escándalo, hasta para los propios discípulos de Cristo. Uno de los textos que más me impresionan de la Biblia es el que abre el evangelio de Juan: “En principio ya existía la Palabra. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió (…) Al mundo vino (…) y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios”
                La Palabra alude al Dios creador que desea comunicarse personalmente con la más perfecta de sus criaturas. El hombre, haciendo un mal uso de la libertad que le fue dada, prefiere taparse los oídos. Para que todos puedan verle y seguirle Dios decide acampar entre nosotros, llama a la puerta de nuestras casas ... que permanecen cerradas. El mundo vive en tinieblas. Él es la luz que iluminará nuestro camino para evitar que choquemos unos con otros y con los trastos que hemos fabricado y amontonado. Pero la humanidad prefiere seguir en sus tinieblas. ¡Drama de la libertad!
                ¿Fue inútil la venida de Cristo? No, concluye Juan. Quienes le recibieron y reciben pueden vivir como hijos de Dios y saborear los más ricos y puros frutos de la condición humana. Paz interior, que florece hasta en las trincheras donde silban las balas de plomo o de palabras injuriosas. Alegría profunda, incluso en medio del dolor físico y moral. Esperanza tranquila, que ni los noticieros logran barrer. En sus escritos, Juan recordará que viviremos con Dios si cumplimos los mandamientos que Jesús resumió así en la última cena: “Amaos unos a otros como yo os he amado”.
                A nosotros, como los judíos del siglo primero, nos fascina la figura del mesías libertador. Con un golpe de espada o de varita mágica hubiera eliminado todas las injusticias y nos hubiera devuelto al paraíso perdido. El Mesías enviado por Dios hace 2014 años es como nosotros; todavía más pequeño y pobre si cabe. Para colmo, Dios respeta nuestra libertad de acogerlo, ignorarlo o matarlo. Deja claro, eso sí, que solo siguiendo los pasos de Cristo podremos conseguir la paz, alegría, esperanza que todos anhelamos. Los que han llegado hasta el final, los santos, dan fe de que la Navidad ha valido la pena. Nuestra propia experiencia también nos confirma que el amor siempre vale la pena.
La Tribuna de Albacete (08/01/2014)