Parábola del banquete con más comensales que sillas
La fiesta
estaba a punto de comenzar. Sobre la mesa el pescado más fino y apetitoso. Solo
un problema: había más comensales que sillas … y seguían entrando. El anfitrión
baraja varios remedios: (1) Eliminar comensales cerrando la puerta y obligando
a saltar por la ventana a los que carecen de silla. (2) Repartir la comida de
manera que todos tengan algo que llevarse a la boca, aunque sea de pie. (3) Enseñar
a la gente a pescar para que el año que viene todos puedan comer en su casa. El
primer remedio es el más fácil aunque cabe el riesgo de una avalancha de pobres
que pisotee la comida y a los propios comensales. La redistribución soluciona
el problema a corto plazo, pero su “efecto llamada” complica la situación en el
futuro. La solución verdadera consiste en enseñar a pescar: “Si das un pescado
al pobre lo alimentas por un día, si le enseñas a pescar lo alimentas de por
vida”, reza el proverbio.
La parábola
del banquete con más comensales que sillas la vemos reproducida cada semana en
el Mediterráneo. Hace unos días, a setenta Km de las costas de Libia y 190 de
Lampedusa (Italia) se ahogaron 700 de los 800 emigrantes que viajaban hacinados
en un pesquero ilegal. Huían del hambre de África subsahariana y de los
horrores de las guerras en Oriente Medio. Buscaban la tierra prometida que todos
ubican en Europa y muchos la encuentran en el fondo del Mediterráneo
Al día
siguiente del naufragio la Unión Europea prometió redoblar sus esfuerzos para
evitar otra tragedia similar. Más vigilantes en la costa que atajen la
emigración ilegal. Más ayuda humanitaria para atender a los emigrantes mientras
aguardan la repatriación. David Camerón, fue especialmente generoso: cedió sus
mejores equipos de rescate con la condición de que ninguno de los rescatados
pisara el Reino Unido. Vamos, que seguimos aplicando el remedio de la caja (1),
con alguna medida redistributiva procedente de la caja (2).
Hablamos de remedios, que no
de soluciones. La solución verdadera (la de “enseñar a pescar”) requiere un
esfuerzo de mente, corazón y manos al que los países ricos no estamos
acostumbrados. La Tribuna de Albacete (24/04/2015)