viernes, 2 de agosto de 2013

Pesadilla de un noche de verano

Las charangas y panderetas 
han sido sustituidas por sobres llenos llenos de dinero negro

 Dicen que leer una poesía antes de dormir ayuda a conciliar el sueño. Ayer leí “Las dos mañanas”, de Antonio Machado: “La España de charanga y pandereta, / cerrado y sacristía (…) / ha de tener su mármol y su día (…) / Más otra España nace, / la España del cincel y de la maza. / Con esa extraña juventud que se hace / del pasado macizo de la raza. / Una España implacable y redentora (…) / la España de la rabia y de la idea”.
La lectura cumplió su función de conciliar el sueño. ¡Pero menudos sueños se agolparon en mi mente aquella noche! La maza de la que hablaba Machado no era otra que la de un juez dictando una sentencia detrás de otra por casos de corrupción política. El primero en sentarse en el banquillo fue un tal Bárcenas que en sus veinte años de tesorero del PP había acumulado en Suiza una fortuna de 48 millones de euros. ¿El origen del dinero? Esa genialidad y capacidad emprendedora que caracteriza a los nuevos ricos. Sólo le faltó justificarse aludiendo a la “la España de la rabia y de la idea”. El tesorero confesó que una parte de las subvenciones ilegales recibidas de las empresas más generosas se pagó en dinero negro a los políticos más trabajadores del partido. Todos ellos fueron inhabilitados para la política. El propio partido fue obligado a disolverse pues la oposición convenció al juez que era imposible lavar una mancha tan extendida.
La alegría de la oposición duró poco. En todas partes surgieron extesoreros y exmilitantes rencorosos que confesaron haber pagado o cobrado sobresueldos y regalos en atención a las horas extras que habían echado o por lealtad manifiesta a los jefes. Desaparecieron todos los partidos políticos, empezando por los más veteranos, y las cárceles se llenaron de políticos inhabilitados.
¿Pero de donde procedía tanto dinero negro? La respuesta era evidente: “De las grandes empresas deseosas de colaborar en la construcción del país firmando contratos de obra pública”. Esas empresas, otrora las joyas de la España emprendedora evocada por Machado, fueron obligadas a echar el cerrojo. Sus directivos acabaron jugando al mus en cárceles de lujo, con sus amigos políticos.
La cifra de parados se disparó. Muchos de ellos para completar las prestaciones de desempleo, cada día más exiguas, hacían chapuzas que no entraban ni en la contabilidad A ni de la B. Todos ellos fueron condenados por fraude a la seguridad social y al fisco. Y otro tanto ocurrió con los hogares que, como el burgués de Molière, pagaban en dinero negro sin saberlo.
El país estaba desolado. El fútbol pasó a ser la única distracción de la población y el único motivo de discusión una vez desaparecidos los partidos políticos. ¡Pero hasta esta distracción les fue vetada! El mejor futbolista del mundo, un tal Messi, fue encarcelado por fraude tributario. Al parecer en tan solo tres años (2006-2009) había dejado de pagar 4 millones de euros, una cifra muy superior a la que podrían haber defraudado todos los políticos en los últimos 20 años. Messi acabó jugando al futbolín en la cárcel y el Barça fue obligado a disolverse. Otro tanto ocurrió con los restantes clubs de fútbol, empezando por los más grandes y antiguos. Esas instituciones sí sabían de dobles contabilidades y cuentan las malas lenguas que la caja B es mucho más grande que la A.
¿Qué diría Machado al constatar que en su España moderna, las charangas y panderetas han sido sustituidas por sobres blancos llenos de dinero negro? “¡Qué ingenuos son los poetas!”, fue mi conclusión. El buen Machado no se percató que los problemas de España (generalizables a todo el mundo) no están en las costumbres exteriores sino en el corazón de los españoles. La industrialización y la democracia, siendo imprescindibles, no redimen a nadie ni solucionan los problemas de fondo que, tarde o temprano, acaban aflorando. Está escrito en el Evangelio de Mateo: “Porque del corazón salen los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias. Esas cosas con la que contaminan al hombre”.

La Tribuna de albacete (31/07/2013)