domingo, 29 de julio de 2018

Libre movimiento de capitales


El drama de la inmigración sigue rasgando nuestras retinas. El viernes llegaron a las costas próximas al Peñón de Gibraltar 627 personas en 35 pateras. Los inmigrantes salieron corriendo antes de que llegara la policía. Los bañistas aprovecharon para hacerse selfies solidarias.
La solución al a la inmigración masiva y desesperada pasa por la inversión productiva en África y la libre exportación de los bienes que sean capaces de producir. Ninguna de las dos condiciones se da en estos momentos. Occidente predica el libre comercio, pero lo restringe allí donde tiene algo que perder; en la agricultura, por ejemplo. El capital se mueve a la velocidad de la luz, cierto, pero solo un 10% se destina a actividades productivas y nunca llega a los países más pobres que, por definición, carecen de las infraestructuras necesarias para el desarrollo.
La ayuda al desarrollo es imprescindible para romper el círculo vicioso del subdesarrollo. En los objetivos del milenio (ONU, 2000) se acordó destinar un 0.7% de la renta a estos fines. La crisis de 2008 barrió las buenas intenciones. La alternativa sería introducir un impuesto sobre transacciones financieras, la conocida “tasa Tobin”. Siendo que estas transacciones son muy superiores al PIB mundial, bastaría un tipo del 0.025% para asegurar a todos los países del Tercer Mundo los fondos que necesitan para construir y mantener las infraestructuras del desarrollo. También para ofertar una educación y sanidad básicas. El objetivo final es crear las condiciones para que emerjan emprendedores y técnicos indígenas. Ellos son quienes multiplicarán la riqueza y los puestos de trabajo. Quizás algún día agradezcamos que nuestros hijos o nietos puedan encontrar empleo en el Tercer Mundo.
La Tribuna de Albacete (30/07/2018)

domingo, 22 de julio de 2018

Libre movimiento de personas



El lunes pasado hablábamos de las restricciones al comercio de bienes que generalmente desembocan en “guerras comerciales”. Hoy vamos a hablar de las restricciones al movimiento de personas y del drama que representa cada patera hundida en el Mediterráneo. ¡El drama de nuestro tiempo! Ambas noticias están relacionadas. Si no ayudamos a los africanos a producir y exportar lo que producen, acabarán viniendo ellos mismos por tierra, mar o aire. El hambre ha sido el motor de la historia… y lo sigue siendo.
La emigración es un problema complicado. No lo vamos a negar. Los Estados están en su derecho de exigir ciertos requisitos y poner límites cuantitativos a la inmigración. Pero hemos de ser conscientes que por esta vía es imposible llegar a las raíces del problema. Tratándose de un problema global, la comunidad internacional debe buscar soluciones globales.
Los problemas se magnifican cuando los emigrantes se ven abocados a saltar al país más cercano, sin importarles la dificultad de encontrar empleo allí. Si un país se muestra más compasivo, provocará un efecto llamada que puede socavar las bases de su economía, el sistema sanitario y educativo y hasta el orden público. Haciendo cifras concluimos, sin embargo, que las personas que no encuentran trabajo en el Tercer Mundo podrían ser absorbidas y asimiladas por los países en crecimiento (China incluido). Si todos los países aceptaran el cupo que les corresponde en función del tamaño de su población activa y parada, la asimilación de los emigrantes sería un problema resoluble. Los inmigrantes, que de tontos no tienen un pelo, acudirían allí donde haya posibilidades de trabajo.
Los flujos migratorios han sido una constante de la historia de la humanidad. Los movimientos masivos de personas tienen algo de dramático y de esa tensión surgen fuerzas positivas. La novedad de nuestra era es presentar estos flujos como algo malo e irresoluble, la madre de todos los problemas. La globalización, del que la inmigración es una parte sustancial, ha convertido nuestro glorioso estado-nación en una sociedad multicultural. La convivencia en la diversidad no es fácil. Pero no nos engañemos pensando que nuestros principales problemas vienen de fuera. España, Europa y los EE.UU. han demostrado repetidamente que para masacrarse en guerras civiles o internacionales no necesitan la mecha de la inmigración.
La Tribuna de Albacete (23/07/2018)   

domingo, 15 de julio de 2018

Libre movimiento de bienes


En 1906 el economista Leon Walras se auto-nominó candidato al Premio Nobel de la Paz. La mayoría de las guerras habían empezado por el proteccionismo comercial y él había demostrado matemáticamente que el libre comercio resultaba ventajoso para todos. Walras es un eslabón más de la cadena que ha unido a la mayoría de los economistas (¡y mira que es difícil!) desde que Adam Smith demostrara en 1776 que la economía no es un juego de suma cero, donde uno sólo puede ganar a costa de otro. El empresario que exporta, contribuye a la creación de riqueza y empleo por doquier.
La edad de oro del capitalismo que siguió a la Segunda Guerra Mundial tiene mucho que ver con el esfuerzo por reducir aranceles a través de los acuerdos auspiciados por la GATT. Fue un proceso lento, país a país, producto a producto. Se sustituyó en 1995 por la OMC que ha seguido avanzado a pasos cortos pero continuos.
Así hasta que Donald Trump llegó a la Casa Blanca en enero de 2017. Nos equivocamos quienes pensamos que sus proclamas proteccionistas no saldrían del programa electoral. En el último mes ha declarado la guerra comercial a China en productos de alta tecnología. China sería el origen de todos los males de la economía norteamericana. Pero no piensen ustedes que sus amigos tradicionales han salido mejor parados. Como aperitivo a sus viajes internacionales, Trump afirmó que el tratado comercial con Canadá y Méjico (NAFTA) había dejado de ser útil para los EE.UU. Y otro tanto ocurría con el programa de supresión total de aranceles entre EE.UU y la UE para unos productos seleccionados. America first!
Como era de esperar, los gobiernos de los países amenazados se han puesto en pie de guerra y han amenazado con recuperar la vieja ley del Talión: “Ojo por ojo, diente por diente”. ¿Volveremos a las cavernas?

La Tribuna de Albacete (16/07/2018)

domingo, 8 de julio de 2018

Moción al Cuarto Poder

En la primera semana de julio el termómetro del Congreso de los Diputados alcanzó cotas solo comparables a las de una moción de censura. El PSOE coló la propuesta en el hemiciclo a través de un decreto-ley contra el que el PP formuló inmediatamente un recurso de inconstitucionalidad. La portavoz del PSOE, Adriana Lastra, celebró la recuperación de la independencia y el pluralismo en RTVE tras la negra etapa del PP. El popular Ramón Moreno lo tachó de “decretazo redactado por Podemos al más puro estilo bolivariano”.  
¿Le extraña al lector tanta pasión por una simple renovación de cargos? A mí no. El 1 de junio culminó la moción de censura para destituir al líder del poder ejecutivo. El 1 de julio empezó la moción de censura para hacerse con el cuarto poder de un estado moderno, el de los medios de comunicación.
Si aceptamos que el control de la información que beben los ciudadanos-electores constituye un auténtico poder, habrá que buscar los medios para asegurar su independencia. Lo primero es garantizar la libertad de expresión que conlleva la libertad de empresa en el sector audiovisual. Algo hemos avanzado en este camino. Lo segundo, asegurar la neutralidad de los medios públicos de comunicación, los que viven del dinero de los contribuyentes. Para ello resultan aconsejables mandatos largos y renovables por partes. Ellos elegirían al director entre sus miembros con acreditada experiencia en el mundo audiovisual. Éste comparecería anualmente ante el Parlamento para responder a las legítimas dudas sobre eficacia, transparencia e independencia que diputados y senadores puedan tener.   
Buena noticia si los políticos se enteraran por la prensa del cambio de director.  Si se demostrara que la neutralidad política en los medios audiovisuales resulta poco menos que imposible, todavía quedaría la opción de prescindir de ellos. Es lo que ha ocurrido con la prensa y no parece que vaya tan mal. 
La Tribuna de Albacete (09/07/2018)

lunes, 2 de julio de 2018

El mundial de fútbol: una gota de romanticismo en un negocio globalizado


Estos días, en que todos hablamos de fútbol y todo nos habla de fútbol, pueden ser aprovechados para tocar el fondo de este deporte que mueve a las masas en todas las latitudes. El fútbol es, ante todo, un negocio y un negocio globalizado. Por mucho que hablemos de una economía global y de políticas internacionales, todavía no hemos sido capaces de encontrar un ente cuyas decisiones vinculen a todos. El reglamento de la FIFA, por el contrario, se impone a todos los futbolistas, jueguen donde jueguen. Se hace difícil pensar que un club, por muy poderoso que sea o por mucho apoyo democrático que exhiba, se atreva a romper unilateralmente esas normas.
Quien desee palpar la globalización del fútbol no tiene más que revisar la plantilla del Barça o del Real Madrid. ¿Encontraremos en sus plantillas algún futbolista nacido en Barcelona o Madrid? Las ligas nacionales se quedan pequeñas. La Champions se convertirá pronto en la primera división europea. Con el tiempo la máxima categoría de fútbol se jugará a escala mundial. Las guerras a balazos se cambiarán por guerras a pelotazos aderezadas de algún que otro insulto.
El mundial de fútbol que se juega estos días, es la excepción que confirma la regla. Una concesión a los sentimientos nacionales que todos llevamos dentro y nos permiten hacer piña con los vecinos. Tampoco las selecciones nacionales son inmunes al virus empresarial. Lo apreciamos en las facilidades para la nacionalización que se conceden a los deportistas de élite. Sea como fuere, haremos bien en mantener esa gota de romanticismo que nos une a todos los españoles, franceses, rusos… un mes cada cuatro años.
La Tribuna de Albacete (02/07/2018)