La Biología ha demostrado que hombres y mujeres
se diferencian en todas y cada una de sus células
“La
Ideología de género constituye un insulto a la ciencia, a la inteligencia y al
sentido común”. La conclusión de mi último
artículo es tan fuerte que reclama alguna aclaración. En ello estoy. Su misma
carta de presentación (“ideología de género”) insinúa que la diferenciación
entre hombres y mujeres no se basa en algo natural como el sexo sino en algo
tan movedizo como la cultura y los prejuicios sociales. “No naces mujer, te
hacen mujer”, vociferaba Simonne de Beauvoir por las calles de Paris en Mayo
del 68.
La dicotomía
natural (hombre y mujer) queda difuminada en una correa sin solución de
continuidad: heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales... Además
–concluye el colectivo LGBT–, ¿por qué dar tanta importancia al sexo si uno
puede cambiarlo en el momento que desee tras una operación quirúrgica y la
inyección de tantas hormonas como haga falta?
Semejantes
despropósitos provocarían la carcajada de los científicos y de cualquier persona
con un mínimo de sentido común. Bajo la diversidad física, al alcance de los
ciegos, aparece la genética. La Biología ha demostrado que mujeres y hombres
nos diferenciamos en todas y cada una de las células. Esta diversidad genética (cromosomas
XX o XY) explica no sólo diferencias en los órganos genitales sino también en
el cerebro. No debiera extrañarnos, pues, la diversidad que observamos en los sentimientos,
preferencias y comportamientos mayoritarios entre hombres y mujeres.
El feminismo radical (los y
las) ya no se contenta con buscar la conciliación laboral/familiar y la no
discriminación por sexos u orientación sexual. Le molesta saber que existen mujeres
que aman la maternidad y no se arredran ante los sacrificios que entraña. Anne
Cambell, profesora de Psiquiatría Evolutiva, en la Universidad de Durham, lo
explica desde el paradigma darwiniano: “Si las mujeres son las que dan a luz, amamantan y crían a los hijos, sería
muy sorprendente que no hubiese algún tipo de mecanismo psicológico que les
ayudase a cumplir sus tareas, propiciando que esas labores resulten placenteras
para ellas”.
Vamos, que la ciencia
moderna, confirma lo que hombres y mujeres de todas las culturas y épocas
históricas conocían por su experiencia y sentido común. Una ciencia y sentido común
que el colectivo LGBT nos quiere hacer olvidar con el método del embudo.
La Tribuna de Albacete (12/12/2016)