¿Acabarán
las máquinas y robots con nuestros puestos de trabajo? Es una de las preguntas
recurrentes de la humanidad desde la Revolución Industrial. Schumpeter acuñó en
1912 el término de “destrucción creadora” para explicar que las nuevas
tecnologías crean más puestos de trabajo que los que destruyen. Los datos del
siglo XIX y XX confirman esta hipótesis. No así los que resultan a la
revolución informática (TIC) que está marcando el siglo XXI. Keynes enfocó el
tema de otra manera en la conferencia sobre “el futuro económico de nuestros
nietos” pronunciada en Madrid el 10 de junio de 1930. Dentro de 100 años, concluyó,
tal vez podamos atender nuestras necesidades fundamentales trabajando 15 horas
a la semana.
Aunque
las predicciones de Keynes no se han cumplido sí marcan tendencia. Autónomos
excluidos, la jornada laboral española no pasa de 7 horas diarias, 230 días al
año. ¿Cuál debería ser la jornada laboral para conseguir integrar a los 3,8
millones de parados y a los que, contra su deseo, trabajan menos de cuatro
horas diarias? –Unas 5 horas, calculo.
La continua mejora
de las condiciones laborales desde la Revolución Industrial ha sido fruto del aumento
de la productividad y se ha manifestado por
dos vías: aumento del salario real por hora y reducción del número de horas
trabajadas. Acortar la jornada laboral en épocas de crisis implicaría una caída
del salario que los sindicatos difícilmente van a aceptar. Pero no podemos
ignorar que para ocupar al mayor número de personas es necesario que los
futuros incrementos de productividad se traduzcan básicamente en reducciones de
la jornada laboral.
Keynes
deseaba animarnos a disfrutar del creciente tiempo libre. Yo me he permitido
recordar que sólo quienes tienen un puesto de trabajo, aunque sea de 5 horas,
disfrutan del tiempo libre.
La Tribuna de Albacete (26/02/2018)