El jueves pasado, el Congreso español estaba de fiesta. “¡Ya tenemos presupuesto para gastar en los maravillosos proyectos que reclama la sociedad española! Costó atraer los votos de las minorías parlamentarias que apuntalan al gobierno de coalición. La solución la encontraron en Francisco de Quevedo: “Poderoso caballero es don Dinero”. De hecho, las promesas de gasto siguieron creciendo hasta el momento de cerrarse las puertas del hemiciclo. Todo había de estar atado y bien atado.
¿Y de dónde saldrá el dinero para sufragar un gasto que no cesa de crecer? El ministro de Consumo tranquilizó al pueblo. El Gobierno no puede correr riesgos innecesarios maltratando a sus votantes con impuestos. El déficit español lo sufragará la UE comprando la deuda pública española a un interés cero.
Pero algún día habremos de devolver
la deuda, ¿no? Este es el último paso de la huida hacia adelante que tampoco parece
frenar a las autoridades económicas españolas. Su respuesta: el Banco Central
Europeo (BCE), sabio y rico como es, nos condonará la deuda. El BCE, por fin, ha aprendido a manejar la
máquina de crear dinero de la nada.