El
quinto desafío del informe España 2050 reza así: “Preparar nuestro
Estado del bienestar para una sociedad más longeva”. El aumento de la esperanza
de vida es un logro no exento de problemas. El Informe reconoce abiertamente que
en el año 2050 un tercio de la población española tendrá más de 65 años. Y que por
cada “mayor” habrá 1,7 activos (personas en edad de trabajar); hoy son 3,4. El
gasto en pensiones aumentará 5 puntos porcentuales del PIB y el de sanidad, 1. Para los autores del Informe, la solución pasa
por aumentar la edad de jubilación y permitir que la pensión sea compatible con
la realización de pequeños trabajos.
A mi entender el problema es más grave. Hemos
transformado la pirámide de la población en una bombona de butano: pocos niños,
pero todos llegan a muy viejos. Una solución sostenible pasa por la recuperación
de la tasa de natalidad y la dinamización de la economía para que los jóvenes tengan
posibilidades de empleo. La protección de la familia es la estrategia más
segura para ambos objetivos. Permitiría reducir tanto el gasto social como los
impuestos. Y ya sabemos, los platos bajos en sal (impuestos) suelen ser los más
saludables.
El cociente “contribuciones / prestaciones” también habrá
de retocarse regularmente. Si optamos por un sistema de reparto (como es el
caso de la Seguridad Social europea) ambas categorías han de acompasarse.
En una sociedad cuya esperanza de vida no cesa de
aumentar, el gasto social ha de subir proporcionalmente. El cuidado de nuestros
mayores es una muestra de solidaridad intergeneracional que nos honra tanto
como el cuidado de nuestros niños. El quid de la cuestión es no cargar un peso
excesivo en los hombros de la población activa. Si lo hacemos, la estamos
empujando hacia el paro. En esas condiciones los jubilados vivirán (y morirán)
de promesas incumplidas.
La Tribuna de Albacete (26/07/2021)