Reinventar la máquina de
pesetas solo serviría
para fabricar pobres con mucho dinero en sus bolsillos
Los alquimistas de la edad media gastaron su
tiempo e ingenio en buscar la piedra filosofal, una sustancia capaz de
convertir cualquier metal en oro. Ignoraban que si la encontraban y era de
fácil fabricación, el oro acabaría valiendo como un ladrillo. La alquimia sigue
siendo una tentación para los partidos populistas del siglo XXI. Es el método
más barato y pacífico para asegurar el bienestar de los pobres y cautivar sus
votos. Quizás por ello muestren tanta animadversión contra el Banco Central
Europeo. ¿Quién son esos burócratas de Bruselas para parar los pies a los
políticos?
En
todas las propuestas sociales suele haber un argumento cierto, el que se muestra,
y otros inciertos que mejor sería esconder. La parte cierta de este iceberg es
que para una economía con un crecimiento potencial del 3%, la masa monetaria
(dinero legal o bancario) puede crecer a ese ritmo sin poner en peligro su
capacidad adquisitiva. Las condiciones para que el experimento funcione están
escondidas en el enunciado: la producción debe crecer en paralelo a la demanda
promovida por la mayor liquidez. Si la demanda se dirigiera hacia países más
eficientes, el resultado puede ser una estanflación como la que vemos en
Venezuela. Y el nuevo dinero se destina a la especulación pura y dura, lo
normal es que acabemos ahogados en un torbellino de burbujas inmobiliarias y
bursátiles. Esto es lo que está pasando en los países ricos.
Otro aspecto a tener en cuenta es la credibilidad
internacional de la moneda en cuestión. Estados Unidos es el único país del
mundo que puede permitirse el lujo de crear dinero para rescatar a sus bancos y
grandes empresas o para pagar las guerras que tan alegremente organiza en
ultramar. Explicación: los dólares que crean son aceptados en todo el mundo y
guardados como moneda de reserva. La Unión Europea podría hacer algo parecido
si tuviera detrás un estado federal o confederal que diera plena credibilidad
al euro. En España, reinventar la máquina de fabricar pesetas, solo serviría
para fabricar pobres con mucho dinero en sus bolsillos. Quien no se lo crea que viaje a Venezuela.
La Tribuna de Albacete (30/05/2016)