domingo, 29 de mayo de 2016

La máquina de hacer dinero

Reinventar la máquina de pesetas solo serviría 
para fabricar pobres con mucho dinero en sus bolsillos

               Los alquimistas de la edad media gastaron su tiempo e ingenio en buscar la piedra filosofal, una sustancia capaz de convertir cualquier metal en oro. Ignoraban que si la encontraban y era de fácil fabricación, el oro acabaría valiendo como un ladrillo. La alquimia sigue siendo una tentación para los partidos populistas del siglo XXI. Es el método más barato y pacífico para asegurar el bienestar de los pobres y cautivar sus votos. Quizás por ello muestren tanta animadversión contra el Banco Central Europeo. ¿Quién son esos burócratas de Bruselas para parar los pies a los políticos?
               En todas las propuestas sociales suele haber un argumento cierto, el que se muestra, y otros inciertos que mejor sería esconder. La parte cierta de este iceberg es que para una economía con un crecimiento potencial del 3%, la masa monetaria (dinero legal o bancario) puede crecer a ese ritmo sin poner en peligro su capacidad adquisitiva. Las condiciones para que el experimento funcione están escondidas en el enunciado: la producción debe crecer en paralelo a la demanda promovida por la mayor liquidez. Si la demanda se dirigiera hacia países más eficientes, el resultado puede ser una estanflación como la que vemos en Venezuela. Y el nuevo dinero se destina a la especulación pura y dura, lo normal es que acabemos ahogados en un torbellino de burbujas inmobiliarias y bursátiles. Esto es lo que está pasando en los países ricos. 
               Otro aspecto a tener en cuenta es la credibilidad internacional de la moneda en cuestión. Estados Unidos es el único país del mundo que puede permitirse el lujo de crear dinero para rescatar a sus bancos y grandes empresas o para pagar las guerras que tan alegremente organiza en ultramar. Explicación: los dólares que crean son aceptados en todo el mundo y guardados como moneda de reserva. La Unión Europea podría hacer algo parecido si tuviera detrás un estado federal o confederal que diera plena credibilidad al euro. En España, reinventar la máquina de fabricar pesetas, solo serviría para fabricar pobres con mucho dinero en sus bolsillos.  Quien no se lo crea que viaje a Venezuela.
La Tribuna de Albacete (30/05/2016)

domingo, 22 de mayo de 2016

Venezuela: populismo siglo XXI

Para su sorpresa, la economía privada había desaparecido

            Si quieres saber qué es el populismo siglo XXI y cuáles son sus consecuencias, te invito a visitar Venezuela, lo que queda de ella. Hugo Chávez accedió al poder en 1999 prometiendo el paraíso terrenal: “¿Cómo puede ser que en una tierra que mana petróleo haya tanta miseria? Yo traeré el bienestar para todos”. Mientras el precio del crudo estuvo por las nubes, Chávez repartió bolívares a diestra y siniestra, asegurando su reelección cada cuatro años. Cuando el precio se desplomó, el Gobierno sólo podía repartir miseria. Para su sorpresa, la economía privada había desaparecido entre tantos controles, impuestos y subvenciones.
               Nicolás Maduro, que heredó la Presidencia en 2013 y un Tesoro en bancarrota, hubo de recurrir a la máquina de hacer dinero para pagar a tanto funcionario. Hoy la inflación es del 200% lo que significa que para comprarse un iphone un venezolano necesite 100 salarios mínimos. Eso si no se devalúa el bolívar mientras lo estás comprando.
               El populismo corrige los problemas que crea la intervención económica, con más intervención. La inflación, con controles de precios. Pero, ¿qué pasará si el precio se fija por debajo del coste de producción? Pues que el papel higiénico dejará de producirse.  ¡Así de perversas son las leyes económicas! No ha quedado más remedio que racionar los alimentos básicos y las medicinas. Después de un día de colas, es posible que hayas de volver a casa sin el ibuprofeno que necesita tu padre o tu hijo.
               El hambre es muy mala consejera. Solivianta a las masas que se atreven a maldecir la mano que les alimenta. Anima la conspiración de los intelectuales; todos ellos, por supuesto, a sueldo de EE.UU. o España. El remedio populista es bien conocido: un estado de excepción que silencia en la cárcel a los líderes de la oposición y decretos de emergencia nacional que le permiten prescindir del Parlamento. La democracia y los derechos humanos son cosas de una cultura occidental decadente.
               Querido lector, se me acaba el espacio. Si quieres conocer más a fondo qué es el populismo siglo XXI, y cómo en dieciséis años es capaz de engullir la economía, la sociedad y la democracia, te invito a preguntar a los profesores españoles que asesoraron a los líderes venezolanos. 
La Tribuna de Albacete (23/05/2016)

domingo, 15 de mayo de 2016

La tribu educadora

Una tribu que se arroga el derecho 
de educar a los hijos del vecino

En un lugar de España, de cuyo nombre no quiero acordarme, irrumpió un partido que prefiero no nombrar. Un día, su lideresa decidió saltar del anonimato a la fama manifestando su preocupación por la educación tan pobre y conservadora que proporciona la familia tradicional, ya saben, aquella reliquia histórica basada en un padre, una madre y sus hijos. Para reemplazarla propuso la familia colectiva donde los hijos son comunes y es la propia “tribu” quien se encarga de educarlos. El individualismo y el derecho de propiedad que corrompe la sociedad, quedarían superados cuando las madres tuvieran los mismos sentimientos y responsabilidades por sus hijos biológicos que por los del vecino. ¡Así de fácil!
Sin conocer la vida personal de esta señora me atrevo a pensar que no debe tener hijos. Si los tuviera sabría que necesitan una atención continua, cercana y amorosa que solo los padres le pueden facilitar. No siempre lo hacen bien. Pero la solución no consiste en alejar a los niños de su familia sino en recordar a los padres la necesidad de olvidarse de sus caprichos personales para acercarse y centrarse en las necesidades de sus hijos.
Las ideas de la diputada son cualquier cosa menos originales. Su estrategia es tan antigua como la política misma. Los movimientos antisistema empiezan por erradicar la religión y la familia. ¿Cómo van a aceptar un ser superior que en todas las culturas ha prohibido matar, robar y mentir y que da consistencia a otros tantos derechos fundamentales? ¿Cómo van a consentir la presencia de una familia que no se dejará arrebatar a los hijos y los buscará hasta la extenuación en caso en caso de que desaparezcan o se extravíen?

No me preocupan esas ideas disparatadas que el viento se llevará tan pronto como las comunas hippies que pulularon en mi juventud. Me preocupa que esa tribu, con el beneplácito y los poderes de un estado intervencionista,  se arrogue el derecho de educar a los hijos del vecino. Tampoco me asusta un gobierno revolucionario surgido de las urnas. Mi único temor es que ese gobierno se conceda una patente de corso para saltarse la Constitución, cuya reforma implica mayoría cualificada. Y para machacar ese puñado de derechos y libertades fundamentales que, por emanar de la dignidad personal, no pueden bailar al son de las mayorías parlamentarias, ni simples ni cualificadas. 
La Tribuna de Albacete (16/05/2016)

domingo, 8 de mayo de 2016

Más Unión Europea

Integración y subsidiariedad son los dos pilares 
donde descansa el arco de bóveda de la UE

El viernes desayuné, comí y cené “Unión Europea”. A primera hora asistí a un debate con uno de los más prestigiosos economistas europeos, Paul de Grauwe. A la pregunta de quién sería el más perjudicado por el Brexit respondió: “La economía de Gran Bretaña se resentiría tanto que votarán por quedarse dentro. Para el resto de la UE, la salida de GB sería una bendición. Los europeístas de razón y corazón podrían empezar a construir ese estado federal necesario para una integración de la política monetaria y fiscal”.
               A medio día el presidente Francés, François Hollande, avanzó que el 24 de junio, justo después del referéndum británico y con independencia de su resultado, se publicará un manifiesto firmado por Francia y Alemania. Esperaban la adhesión inmediata de Italia, España, Bélgica y Portugal. El resto les seguiría con más o menos entusiasmo. La crisis del euro y de los refugiados, unidas al auge de grupos populistas y xenófobos, han alentado unos vientos de insolidaridad que por primera vez en su historia soplan a favor de la fragmentación. No podemos consentir, concluyó, que los antieuropeistas se hayan apropiado del micrófono. Hay que avanzar hacia esa “ever closer union” enunciada en el primer documento de la UE.
               En las noticias de la noche escuché las palabras del Papa Francisco ante las autoridades de la UE que le habían concedido el Premio Carlo Magno por sus esfuerzos de construir una Europa más fraterna. Pidió volver al espíritu integrador de los fundadores de las CEE. Ellos fueron capaces de olvidar una guerra atroz cuando todavía sangraban las heridas y nos han regalado sesenta años de paz ininterrumpida, algo inaudito en la milenaria historia europea. Pidió políticas centradas en los rostros más que en los números, que promuevan y protejan los derechos de cada uno, sin olvidar los deberes. Alentó a las instituciones europeas a liderar con su ejemplo el respeto de todos y cada uno de los derechos humanos.
               El viernes me acosté un poco más europeo. Me propuse contrarrestar con mi pluma la marea de nacionalismos rancios alimentados por el orgullo, el odio y la exclusión. Hay que demostrar con razones y hechos las ventajas de la integración. Una integración que puede y debe respetar a todos y dejar vía libre a la iniciativa de los niveles inferiores de gobierno, hasta llegar al individuo.  Integración y subsidiariedad son las dos piedras que sostienen el arco de bóveda de la UE.
La Tribuna de Albacete (09/05/2016)

domingo, 1 de mayo de 2016

Uno de Mayo

Con su trabajo el hombre transforma la naturaleza, 
la sociedad y su propia personalidad

           Ayer, 1 de Mayo, celebramos el Día Internacional del Trabajo. Conviene recordarlo pues en las manifestaciones callejeras cada vez participa menos gente de la cada vez más mermada población sindical. En la prensa, pocos artículos interesados por el tema laboral. A pesar del olvido, el 1 de Mayo sigue siendo un día importante, imprescindible. Recuerda una de las dimensiones esenciales del ser humano y uno de los mejores cementos de las relaciones sociales: el trabajo.
               Un libro de economía que leí recientemente modelizaba la sociedad en dos grupos.  La mitad trabajaba y pagaba altos impuestos; la otra mitad vivía de los subsidios. “¿Quién vive mejor?”,  se preguntaba al estudiante al final de la lección. La respuesta correcta era: “El segundo grupo, pues con menos esfuerzo consiguen la misma capacidad adquisitiva”.
               Me temo que si se hiciera una encuesta entre los jóvenes españoles el resultado sería precisamente el opuesto. La inmensa mayoría se apuntaría a trabajar. Estos modelos abstractos yerran en sus conclusiones por partir de una antropología amputada que reduce la persona a mero consumidor. Ignoran que el hombre es un ser social y que el trabajo es la mejor manera de integrarse en la sociedad. Uno se siente útil al contribuir al bien común con sus servicios e impuestos. El ser humano tiene, por otra parte, unas aspiraciones de superación que el trabajo le ayuda a realizar. “El hombre con su acción no solo transforma las cosas y la sociedad, sino que se perfecciona a sí mismo. Aprende mucho, cultiva sus facultades, se supera y se trasciende”, leemos en la Gaudium et Spes.
               Hay que superar la “cultura del descarte” que denuncia el Papa Francisco, así como las diferentes formas de precarización y dualización que combaten los sindicatos. Entre los objetivos de política económica auspiciados por los gobiernos debería figurar el pleno empleo. Pero si esos gobernantes saben algo de historia, comprenderán que lo mejor que pueden hacer es encauzar y cooperar con esa iniciativa privada acostumbrada a transformar las dificultades en oportunidades. Presiento que los vientos de la historia soplan hacia la proliferación de empresarios-trabajadores autónomos con capacidad de decidir su propia jornada laboral. Algunos se matarán a trabajar, otros preferirán aumentar su tiempo libre. En ambos casos quedará más espacio para las nuevas generaciones, cada vez más preparadas.
La Tribuna de Albacete (02/05/2016)