Según sus defensores, el punto fuerte del
independentismo catalán radica en el apoyo entusiasta y pacífico de la inmensa
mayoría del pueblo catalán. El punto débil lo encontramos en la falsedad de tal
afirmación. El voto independentista no ha pasado del 48% del censo. La magia de
la ley electoral eleva esa cifra al 52% de los escaños. ¿Suficientes para
hablar de esa “inmensa mayoría” que justifica la independencia por simple lógica
democrática?
La legislación juega con
diferentes mayorías según la trascendencia de la ley a debate. Para las leyes
más trascendentes rigen mayorías cualificadas. El Estatut de Cataluña, por
ejemplo, exige dos tercios (67%) del Parlament para cambiar la norma electoral
o el propio estatuto de autonomía.
¿Qué mayoría
habría de concertar una propuesta de independencia que implica la derogación
del Estatut y la Constitución española? Tres cuartos (75%) del Parlamento regional
parece una cifra razonable. Solo con un porcentaje así de alto, los
independentistas estarían legitimados a hablar en representación de la inmensa
mayoría de los catalanes. Solo con ese porcentaje, podrían conseguir el apoyo
de grupos nacionales no independentistas, imprescindible para iniciar la reforma
constitucional. Solo con ese porcentaje, se evitaría el riesgo de que la mitad
del territorio catalán pida la secesión al día siguiente de proclamarse la
República catalana; o que el bloque no independentista gane las próximas
elecciones al Parlament.
Personalmente,
no tendría inconveniente en tender un puente de plata a un partido
independentista respaldado por el 75% de su electorado. Solo le pediría que, en
el largo camino que le espera hasta conseguir ese porcentaje, renunciara a
utilizar el sistema educativo y los medios de comunicación públicos como arietes
proindependentistas. ¡La verdad, la igualdad y la libertad siempre por delante!
La Tribuna de Albacete (30/04/2018)