La maquinaria
monetaria-financiera de la UE empieza a moverse. El BCE se ha comprometido a conceder
créditos por valor de 1,85 billones de euros; la UE concederá subvenciones por valor
de 750.000 millones, de los cuales a España le corresponden 172.000.
Las diferencias entre créditos y
subvenciones son conocidas de todos, aunque cada día quedan más desfiguradas. Desde
el 2014 el BCE ha empezado a comprar directamente la deuda emitida por los
gobiernos a un interés cercano a cero y para cualquier fin. El siguiente paso,
que ya lo reclaman muchas voces, sería la condonación de esa deuda. ¡Hemos descubierto
la piedra filosofal: un banco que crea dinero para repartir subvenciones!
Me parece conveniente mantener
las formas. Que el BCE siga en su oficio de dar créditos a la banca para que
esta los multiplique en créditos a la inversión empresarial. Y que la UE dé
subvenciones extraordinarias a los Gobiernos para tapar los agujeros que ha
dejado la pandemia. Es lo mejor que podemos hacer, aunque nada garantiza una
pronta recuperación.
La mezcolanza actual entre
créditos y subvenciones alimenta la confusión. Confusión económica y también
política. El viernes pasado el Tribunal Constitucional alemán acepto la demanda
de un grupo de ciudadanos que impugnaba el plan de los 750.000 millones. Obligará,
dicen, a que la Comisión Europea se financie con deuda o recurriendo al BCE lo
cual está expresamente prohibido por su Constitución económica. Dado que ese
plan requiere la aprobación de todos y cada uno de los Estados de la UE, es
posible que las subvenciones tarden más tiempo en llegar a España que las
vacunas.
“A río revuelto, ganancia de pescadores (de los
pescadores más pillos)”, dice un refrán. “Río revuelto, río muerto”, responde
el refrán complementario.
La Tribuna de Albacete (29/03/2021)