Prueba de fuego
para el Estado democrático de Derecho
“La democracia
americana se suicida”. Títulos tan dramáticos han circulado por la prensa tras
la victoria, tan temida como inesperada, de Donald Trump. Yo preferiría dar a
mi artículo un tinte menos sombrío. “Cosas de la democracia” sería un título
apropiado para transmitir la naturalidad de cualquier cambio siempre que se respeten
las reglas de juego. “Una prueba de fuego para el Estado democrático de Derecho”,
sería un título alternativo para enfatizar importancia de conjugar la democracia
con el Estado de Derecho. La Constitución americana de 1787 (todavía vigente)
abre una de las mejores páginas de la civilización occidental: el Estado
democrático de Derecho.
La ruptura
de las reglas de juego puede provenir tanto de la nueva presidencia como de los
que no se avienen con ella. Poco después de las elecciones, el Estado de
California, que vota Demócrata, ha amenazado con independizarse. Lo mismo
decidieron los estados sureños en 1860. Se les respondió que esa opción era
válida en tiempos de la Confederación. Desde que se aprobó la constitución
federal ningún estado tenía derecho a independizarse de forma unilateral. Podemos
estar tranquilos por estos golpes bajos.
Los golpes
desde arriba pueden ser más peligrosos. En los sistemas presidencialistas, como
es el caso del norteamericano, el Jefe de Estado tiene más poder que en los parlamentarios.
Su primer límite lo encuentra en la Constitución y en la Corte Suprema de los
EE.UU. que trata de salvaguardarla frente a cualquier intromisión, empezando
por las del Presidente.
La mayoría
de las decisiones del Presidente habrán de ser refrendadas por el Congreso y el
Senado. A fecha de hoy, los republicanos tienen mayoría en las dos cámaras.
Pero los diputados americanos (esta es otra diferencia con España) no se deben
al partido sino a los votantes de su jurisdicción. Las veleidades
presidenciales no lograrán la venia de congresistas y senadores. Y si el
Presidente se muestra recalcitrante, se arriesga a ser suspendido por las
cámaras. No sería el primer caso de “impeachement”.
Y
no olvidemos el contrapoder que ejercerán los grupos de intereses y la sociedad
civil. Donald Trump y el resto de los populistas de derechas o de izquierdas,
debieran reflexionar sobre la frase de Abraham Lincoln: “Podrás engañar a todos
durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar
siempre a todos”.
La Tribuna de Albacete (14/11/2016)