El odio no soluciona problemas;
es la dinamita que los hace explotar
La V Jornada
UNIVERSITAS-UCLM versó sobre “Refugiados y Migrantes”. En la conferencia de
apertura, Cristina Gortázar, de la Universidad de Comillas, analizó la reciente
Cumbre de Nueva York sobre el mismo tema. La Declaración recuerda a los 193
jefes de Estado que la firmaron, sus obligaciones respecto a los refugiados al
tiempo que les conmina a ordenar los flujos migratorios y la inclusión social
de los 65 millones de desplazados que malviven en diferentes lugares del
planeta.
Las declaraciones
no tienen valor vinculante. Pero no menos cierto es, recordó la Dra. Gortázar,
que esta declaración recoge una serie de principios generales, de costumbres
asentadas y de acuerdos contractuales que obligaban antes y siguen obligando
ahora. La prohibición de “devolver” a los refugiados a sus lugares de origen,
por poner un ejemplo, es obligatoria desde la Convención de Ginebra de 1951.
Pues bien, muchas autoridades europeas hoy presumen de levantar vallas y
“devolver en caliente” a quienes se atrevan a saltarlas. Los partidos de
extrema derecha, por su parte, pescan votos aireando los sentimientos xenófobos
más mezquinos.
El odio no
soluciona problemas; es la dinamita que los hace explotar. La solución duradera
pasa por convertir la Declaración de Nueva York en acuerdos que vinculen a
todos los estados y ofrezcan a la sociedad civil cauces para llevar a cabo sus
planes de acogida e inclusión social.
¿Es posible
llegar a un acuerdo que nos comprometa a todos y cada uno a realizar
sacrificios concretos? Creo que sí. En realidad, todos estamos dispuesto a este
esfuerzo generoso cuando pensamos en frío. La prueba nos la suministra la
Cumbre de París de 12/12/2015 sobre el Cambio Climático. Allí, esos mismos
jefes de Estado y Gobierno se comprometieron a descarbonizar sus economías
antes de que acabara el siglo. Más de la mitad de los parlamentos nacionales ya
lo han ratificado a sabiendas de que ellos y los ciudadanos a quienes
representan deberán renunciar a ciertos hábitos de vida y rascarse los
bolsillos.
La capacidad del ser humano
para pensar en el prójimo y para levantar la mirada hacia las futuras
generaciones, sigue viva. En vez de enterrarla, los intelectuales y políticos
debieran construir sobre ella.
La Tribuna de Albacete (10/10/2016)