lunes, 10 de octubre de 2016

Cumbre de Nueva York sobre Refugiados y Emigrantes

El odio no soluciona  problemas;
es la dinamita que los hace explotar

La V Jornada UNIVERSITAS-UCLM versó sobre “Refugiados y Migrantes”. En la conferencia de apertura, Cristina Gortázar, de la Universidad de Comillas, analizó la reciente Cumbre de Nueva York sobre el mismo tema. La Declaración recuerda a los 193 jefes de Estado que la firmaron, sus obligaciones respecto a los refugiados al tiempo que les conmina a ordenar los flujos migratorios y la inclusión social de los 65 millones de desplazados que malviven en diferentes lugares del planeta.
Las declaraciones no tienen valor vinculante. Pero no menos cierto es, recordó la Dra. Gortázar, que esta declaración recoge una serie de principios generales, de costumbres asentadas y de acuerdos contractuales que obligaban antes y siguen obligando ahora. La prohibición de “devolver” a los refugiados a sus lugares de origen, por poner un ejemplo, es obligatoria desde la Convención de Ginebra de 1951. Pues bien, muchas autoridades europeas hoy presumen de levantar vallas y “devolver en caliente” a quienes se atrevan a saltarlas. Los partidos de extrema derecha, por su parte, pescan votos aireando los sentimientos xenófobos más mezquinos.
El odio no soluciona problemas; es la dinamita que los hace explotar. La solución duradera pasa por convertir la Declaración de Nueva York en acuerdos que vinculen a todos los estados y ofrezcan a la sociedad civil cauces para llevar a cabo sus planes de acogida e inclusión social.
¿Es posible llegar a un acuerdo que nos comprometa a todos y cada uno a realizar sacrificios concretos? Creo que sí. En realidad, todos estamos dispuesto a este esfuerzo generoso cuando pensamos en frío. La prueba nos la suministra la Cumbre de París de 12/12/2015 sobre el Cambio Climático. Allí, esos mismos jefes de Estado y Gobierno se comprometieron a descarbonizar sus economías antes de que acabara el siglo. Más de la mitad de los parlamentos nacionales ya lo han ratificado a sabiendas de que ellos y los ciudadanos a quienes representan deberán renunciar a ciertos hábitos de vida y rascarse los bolsillos.
La capacidad del ser humano para pensar en el prójimo y para levantar la mirada hacia las futuras generaciones, sigue viva. En vez de enterrarla, los intelectuales y políticos debieran construir sobre ella.
La Tribuna de Albacete (10/10/2016)