miércoles, 26 de marzo de 2014

Adolfo Suárez, o los riesgos de ser una persona normal

El primer riesgo es que te empleen como bisagra. El segundo, que te olviden

Cuando un guía turístico muestra la puerta románica de una catedral posiblemente te animará a tocar su relieve por dentro y por fuera; explicará los materiales y el peso… No se entretendrá a explicarte qué tipo de bisagras han permitido que la puerta de esa catedral se abriera y cerrara durante siglos. Pero, ¿qué sería de la puerta sin ellas? Adolfo Suárez fue el hombre-bisagra entre la dictadura y la democracia, entre la España de la contienda y la España de la convivencia democrática. Una vez cumplida su misión histórica se retiró (lo retiramos) de la vida política. Bastaron cuatro años. Posiblemente los mejor aprovechados de la historia de España.
Estos días, delante de su féretro, se han multiplicado los panegíricos para hacer verdad aquel dicho: “Si quieres que todos hablen bien de ti, muérete”. La mayoría de los artículos y entrevistas que he leído y escuchado elogian los carismas y cualidades excepcionales del primer Presidente de la democracia española. Para mí lo sorprendente es que una persona tan normal llegara a Presidente y fuera capaz de hacer tantas cosas extraordinarias en tan poco tiempo.
Nació en un pueblo recóndito (Cebreros) de una de esas provincias olvidadas en los telediarios (Ávila). Hijo de familia numerosa que había de estirar la peseta para llegar a fin de mes; él también padre de cinco hijos. Recibió una sencilla educación religiosa en su familia, en el colegio y en la Acción Católica, institución que durante la postguerra atrajo a muchos jóvenes con inquietudes sociales. Estudio Derecho en Salamanca con más aprobados que sobresalientes. En algún lugar he leído que se doctoró por la Universidad Complutense. Mucho me extrañaría. Deben confundirlo con algún Doctorado Honoris Causa. Suárez, como tantos compañeros de la época, empleó los mejores años de su vida preparando oposiciones, hasta que se colocó en el Instituto Social de la Marina.
Viendo sus inquietudes políticas, el Gobernador Civil de Ávila, D. Fernando Herrero, le animó a que entrase por la única puerta de acceso en tiempos franquistas: el Movimiento Nacional. Tras la muerte de Franco, Arias Navarro lo ficho para Ministro Secretario General del Movimiento. Y, cuando la situación política se le escapaba de las manos, le cedió el mando supremo. Solo un joven inocente podía atreverse con tamaño embolado, pues tenía poco que perder. El mayor mérito de Suárez, aparte de u juventud, consistió en estar en el lugar adecuado en el momento preciso. 
El primer riesgo de ser una persona normal es que se fijen en ti y te empleen como bisagra porque no levantas oposición ni a un lado ni a otro. La derecha española podía confiar en un político forjado dentro del Movimiento. La izquierda no podía menos de dar un voto de confianza a un joven que no había tenido tiempo a vincularse a las familias históricas del franquismo.
Suárez se atrevió a llamar a las cosas por su nombre y a correr el riesgo de la libertad convocando las primeras elecciones democráticas sin excluir a ningún partido. El joven e inocente Presidente, entendió otra verdad elemental que se les escapa a los políticos de carrera: hay asuntos de Estado que requieren el consenso y la concordia. El primero fue la normalización de la economía a través de los Pactos de la Moncloa (octubre de 1977). Bastaron dos días de paseo por los jardines de la Moncloa para que los líderes políticos, sindicales y empresariales se percataran que sus rivales no eran monstruos; que todos buscaban fines similares aunque por vías diferentes. Esta experiencia facilitó la puesta en marcha del proceso constituyente que acabó felizmente en la aprobación de la Ley Fundamental de 6 de diciembre de 2008.
Otro riesgo de las personas normales es ser apartadas de la primera línea cuando las instituciones ya ruedan por sí solas y la política se convierte en un ejercicio de poder y prestigio.  Así le ocurrió a nuestro buen Adolfo. No le compadezco. Imagino que a partir de entonces dormiría tranquilo observando que la puerta de la democracia seguía abriéndose y cerrándose con normalidad gracias a la nueva bisagra llamada Constitución, que tanto le debe a él. Respetar las reglas de juego que nos dimos en la Ley Fundamental, he aquí el mejor homenaje que podemos rendir a Adolfo Suárez. 

miércoles, 19 de marzo de 2014

Un economista en Fallas

Esos valencianos están locos, queman dinero

Imaginemos que un turista australiano llega a Valencia el 18 de marzo a mediodía, justo para oír la mascletá y dejar de oír a partir de ese momento. Por la noche, cuando sus tímpanos empezaban a recuperarse, son vapuleados de nuevo por los 2.500 kilos de pólvora que dan sonido a los castillos de fuego. El día de San José lo dedica a fotografiar las maravillosas fallas levantadas en todas las plazas. A las doce de la noche envía este whatsapp a sus amigos australianos: “Por favor, borrad las fotos de los monumentos que os he ido enviado a lo largo del día. Acaban de ser quemados. ¡Estos valencianos están locos: queman dinero; peor aún, queman las obras de arte que han construido a lo largo del año con mucho ingenio, trabajo y dinero!”
Si un fallero le interceptara el mensaje se apresuraría a replicar: “Una falla pequeña puede costar 5.000 euros; las mayores más de medio millón. Pero cada asociación fallera costea su monumento mediante la venta de lotería, subvenciones públicas, ayudas de promotores o premios. El día 20 de marzo el contador se vuelve a poner a cero”.
Nuestro atónito turista no queda del todo satisfecho. “Aunque el dinero que queméis pertenezca a otros valencianos, las fallas siguen siendo un despilfarro”. “Valencianos y no valencianos –respondería el fallero–. El año pasado el gasto total en las fallas ascendió a 7,7 millones de euros y los ingresos (directos e indirectos) que generaron para la comunidad valenciana a lo largo del año se cifraron en 750 millones. Los agricultores exportan naranjas. Los falleros importamos un millón de turistas”.
Nuestro buen australiano acabó alabando el ingenio químico y económico de los valencianos. Yo todavía no me rindo. Si los turistas pagan con creces las fallas valencianas, el agujero económico saldrá a relucir en el resto de las regiones o países de donde proceden.  La pregunta de fondo es: ¿Qué pasaría si una parte creciente del PIB mundial fuera quemada al estilo valenciano? Disminuiría el bienestar de los ciudadanos, a no ser que el gozo de los “pirómanos” superara la tristeza de los que se habían hecho ilusiones de comer algo más nutritivo. Disminuiría también el crecimiento “potencial” de la economía de donde deriva el bienestar de las generaciones futuras.
Para descargo de los valencianos hay que aclarar que el PIB quemado en las fallas valencianas es insignificante con relación a los de los recursos “quemados” en publicidad que no alimenta (por mucho que digan que la Coca-Cola es la chispa de la vida) y en armas que, en el mejor de los casos, acaban oxidadas en los arsenales. En 2013 nuestras empresas gastaron en publicidad once mil millones de euros (algo más del 1% del PIB español). El gasto anual en defensa representa una cifra similar. Para consuelo de tontos: el presupuesto de defensa de los EE.UU. asciende al 4.2% de su PIB; el de Israel al 5,7%; el de Arabia Saudita al 8%.
            No estoy cuestionando la conveniencia de la publicidad ni de un ejército bien armado. Me limito a indagar sobre las consecuencias económicas de destinar una parte de la renta a “gastos improductivos”, como decían los antiguos. Una conclusión es clara: a medida que sube el peso relativo de estos gastos disminuye el crecimiento “potencial” que, como hemos advertido, es la fuente del bienestar futuro. Pero tal vez no sea lícito plantear estas cuestiones en el marco de una economía virtual, sin problemas de demanda efectiva. El crecimiento “efectivo” podría ser menor que el actual si el ahorro que absorben esos gastos improductivos quedara atesorado en una caja por falta de demanda que justifique nuevas inversiones. Tampoco hay que olvidar que, hemos optado por una economía de iniciativa privada, donde cada individuo y cada estado es libre de gastar su dinero como quiera y donde quiera. Una economía de ese tipo tiene sus pros y sus contras. Mientras yo me aclaro, el lector puede seguir su marcha. Enjoy Coca-Cola! ¡Disfrute las Fallas!

La Tribuna de Albacete (19/03/2014)

miércoles, 12 de marzo de 2014

Conversación telefónica de Barck Obama y Artur Mas

Empiezo a entender. Pero, por favor, Presidente, 
no cuente esta conversación a los catalanes

               Crisis de Ucrania. El termómetro político-militar no cesa de subir. La semana pasada el Presidente huyó de Kiev y, aprovechando el vacío de poder, el Parlamento de Crimea (que se encontraba reunido para solicitar un poco más de autonomía) decidió convocar un referéndum de independencia. Será el domingo 16 de marzo, el tiempo mínimo necesario para imprimir las papeletas y acordar la anexión, o al menos protección de la Federación Rusa.
                Al día siguiente, Barack Obama despachó con sus asesores de Política Internacional sobre el referéndum de Crimea. Reunió en la Casa Blanca a los medios de comunicación para informar de los acuerdos alcanzados y, con la eficiencia y cercanía que le caracteriza, tecleó en su iPhone: “Máximo responsable político del referéndum de secesión en C…”. Google, que es tan listo, siguió escribiendo por su cuenta “en Cataluña”. Sin leer la última palabra, Obama pulsó la tecla OK y soltó su discurso:
Obama: Aquí el Presidente de los Estados Unidos de América…
Mas: Aquí el Molt Honorable President que todavía lo es más desde que usted le ha llamado
Obama: Me he enterado que usted ha propuesto y el Parlamento ha aprobado la convocatoria de un referéndum para votar la secesión.
Más: Efectivamente, veo que está enterado de las noticias más trascendentes del planeta.
Obama: Pues quiero que sepa que ese referéndum es ilegal; va contra la Constitución de su país y representa una amenaza seria contra el orden político internacional. Este no puede quedar a expensas de las veleidades unilaterales de parlamentos regionales o locales. Cualquier decisión de este tipo solo puede tomarla el Estado de Ucrania siguiendo las pautas marcadas por su Ley Fundamental.
Mas: Me temo que...
Obama: Quiero que sepa que en caso de que la región consiguiera la independencia por una vía tan flagrantemente ilegal, nunca sería reconocida por los Estados Unidos de América. Los responsables políticos de la secesión perderían el visado para entrar en los EE.UU. y verían bloqueadas sus propiedades en tierras americanas.  
Mas: Me temo que ha habido una confusión. Yo soy el Presidente de Cataluña, España. ¿No habrá querido usted llamar al líder autonómico de Crimea, Ucrania?
Obama: ¡Oh, perdone usted! ¡Tremenda confusión! No es la primera vez que soy engañado por un teléfono inteligente.
Mas: Disculpado. Aprovecharé la oportunidad para pedir su apoyo al referéndum de secesión catalán que como bien sabe…
Obama: Es extraño las alarmas de mi iPhone no han saltado en este caso. Será que Rusia no está  por medio; ni hay petróleo o gas que repartir.
Mas: Verá usted. Nosotros somos una nación próspera y pacífica que se unió al resto de España en 1492. Pero en 1714, tras la guerra de Sucesión, los borbones centralizaron el Estado español. Es cierto que la Constitución española de 1978, votada mayoritariamente por los catalanes, devolvió la autonomía política a Cataluña. Pero las cosas evolucionan y hoy aspiramos a ser una Nación con Estado propio; así podré hablarle a usted de tú a tú.
Obama: ¡Pero en qué país vive usted! Si el gobernador de algún Estado norteamericano saliera con esas cosas le daríamos  viento. 
Mas: Pero si ese político es respaldado por un clamor popular de independencia…
Obama: ¡Pero en qué tiempo de la historia vive usted! Jefferson Davis utilizó aquí argumentos parecidos en 1861. Lincoln le explicó que la secesión había dejado de ser un derecho tras la Constitución de 1787, cuando el país dejó de ser una Confederación de estados independientes para convertirse en una Federación. Con mayor razón la secesión unilateral resulta imposible en un Estado unitario con quinientos años de antigüedad.
Mas: ¿Y cómo acabó el movimiento independentista en su país?
Obama: Lo disolvió la Guerra de Secesión de 1861. A partir de entonces nadie se ha atrevido a pensar que una parte del país pueda decidir unilateralmente la secesión.

Mas: Empiezo a entender. Pero, por favor, Presidente, no cuente esta conversación a los catalanes. Yo les había convencido que eran soberanos para cambiar el mundo cuando quieran y como quieran. 

La Tribuna de Albacete (12/03/2014)

miércoles, 5 de marzo de 2014

Tambores de guerra en la esquina

Más moscas se atrapan con un gramo de miel 
que con cien de hiel


           ¿Qué hacer cuando se oyen tambores de guerra? La pregunta deja de ser retórica cuando los tambores suenan cada vez más cerca. El descontrol de Ucrania, tras la huida forzada de su Presidente, ha servido de excusa a la vecina Rusia para desplegar parte de sus efectivos militares con el objetivo de  “controlar la situación”. No hay que descartar una intervención militar que podría acabar con la anexión del país. Los rusos, desde luego, lo tienen fácil. En la Península de Crimea, al sur de Ucrania, ya hay una unidad especial del ejército ruso que tiene encomendado el control de la zona hasta el 2042. En el Oeste del país domina la población rusa que facilitaría la invasión. Pero antes de que se produzca esa invasión puede declararse una guerra civil entre el Este europeísta y el Oeste pro-ruso. Ignoro cómo andan unos y otros de bombas atómicas, pero ciertamente han tenido acceso a ellas en el pasado reciente. 
                Ucrania limita con la UE. La metralla de las bombas que allí estallen nos salpicará a nosotros. Esta vez sí que parece legítimo y necesaria la intervención de la UE. ¿Pero qué tipo de intervención?  Hasta ahora la UE parecía la hermana pequeña y pobre de los EE.UU. Siempre llegaba tarde y nadie se la tomaba en serio. Las alternativas son dos. La primera consistiría en imitar el estilo belicista norteamericano, armándonos hasta los dientes y dejando caer alguna que otra bomba. Analizando la experiencia de la Primavera Árabe, me temo que este tipo de intervenciones no solucionaría ni sus problemas ni los nuestros.
                No soy un ingenuo pacifista. El ejército cumple una función indispensable en cualquier sociedad. Pero no es esta la misión que la UE tiene encomendada y si la asume saldrá trasquilada. La misión internacional de la UE es crear un espacio de prosperidad económica y convivencia pacífica que atraiga a los vecinos. Todos los que se integren en ella tendrán todas las papeletas para conseguir estos dos objetivos. Los países que se relacionen comercial o culturalmente con ella, aun sin estar integrados, también participarán de estas ventajas.
                Las condiciones que han de cumplir los terceros países han de quedar bien claras. Primera: Estado democrático de Derecho donde los gobernantes son elegidos cada cuatro años y están sometido a las leyes como cualquier ciudadano. Segunda: respeto a los derechos fundamentales que empiezan por la igualdad ante la ley y las libertades básicas. Tercera: reciprocidad en el comercio internacional. Los países que no cumplan estas condiciones quedarían excluidos las ventajas de participar en un área comercial de 500 millones de personas, de disponer de una divisa fuerte (el Euro) y de beneficiarse de todas las ayudas al desarrollo procedentes de la UE (no inferiores al 0,7% del PIB europeo).
                ¿Qué efectos tendrían estas normas en el caso que nos ocupa? Para empezar, el anterior Gobierno de Victor Yushchenko, que empezó por encarcelar a la líder de la oposición, debiera haber sido tachado de dictatorial y excluido de los beneficios de la UE. Su economía quebraría rápidamente a nos se que se echara en los brazos del oso ruso. Eso ya es un asunto interno en el que la UE no debe inmiscuirse. Si Ucrania se enzarza ahora en una guerra civil, la UE hará bien en apartarse de la contienda. Basta con dejarles claro que para restaurar las relaciones con la UE el gobierno saliente ha de ser un Estado democrático de Derecho. La misma sanción habría que aplicar a la Península de Crimea si se independizara a las bravas, saltándose la Constitución. Y a la propia Rusia si invade un país independiente.
                  En el último caso es evidente que también sufriríamos nosotros, sobre todo los países que dependen del gas ruso. ¿Pero no será el catalizador que necesitan para superar la dependencia energética de un país tan poco democrático y fiable? La ganadora sería la civilización occidental. 
                  “Más moscas se atrapan con un gramo de miel que con cien de hiel”, recuerda la sabiduría popular. Mayor será la influencia positiva de la UE si anima a los países a respetar los derechos y libertades fundamentales, aunque sólo fuera para continuar disfrutando del trato favorable con ella, que si se enzarza en guerra o conversaciones diplomáticas de nunca acabar. Eso para los norteamericanos que tienen más tiempo y medios.  

La Tribuna de Albacete (5/03/2014)