domingo, 26 de junio de 2022

Los jueces de la discordia

 Muchos asuntos de la actualidad española llaman mi atención. El que más me escandaliza es el conflicto sobre la renovación de los miembros del Tribunal Constitucional (TC) y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Para colmo, las trifulcas se entablan a micrófono abierto y se oyen en Estrasburgo.

 En España existe la tradición de que los dos partidos principales consensuen los nuevos nombramientos. Tras dos años sin acuerdo son muchos los jueces de los altos tribunales que están “en funciones”. El PP alega que nada puede pactar con un partido que lo primero que hizo al llegar al poder fue nombrar fiscal general a su ministra de Justicia. Lo segundo, fue atar de pies y manos a los jueces en funciones del CGPJ. La semana pasada se revocó la norma anterior solo para permitir al Gobierno nombrar a los cuatro jueces que le correspondían tras las últimas jubilaciones. ¿Dónde queda el carácter general y universal que caracteriza a la ley?

 La Unión Europea se lleva las manos a la cabeza cuando le cuentan estas cosas. Su consejo es claro: dejen a los propios jueces que diriman sus asuntos; así lo hacen las democracias que respetan la separación de poderes. La solución europea me parece aceptable, aunque llega un poco tarde. Los ciudadanos españoles saben de antemano el signo de cada sentencia contando los jueces progresistas o conservadores que hay en el tribunal.

 Si yo fuera el Sr. Feijóo me acercaría mañana mismo a la Moncloa para proponer al presidente un doble cambio. Primero, prohibir las organizaciones judiciales con sesgo político. Segundo, sortear los cargos vacantes en los altos tribunales entre los jueces que cumplan ciertos requisitos y estén dispuestos a aceptar.

 Admito que mi propuesta quitaría “glamour” al poder judicial. Los jueces se limitarían a aplicar la ley. ¡Terrible! 

La Tribuna de Albacete (27/067/2021)  

lunes, 20 de junio de 2022

La trampa de la deuda

La deuda representa una losa para el prestatario desde el primer momento. El Estado, que suele ser el mayor deudor de la economía, habrá de destinar una parte creciente de los impuestos al servicio de la deuda. La losa se convierte en trampa cuando la deuda vencida representa una proporción tan alta de la renta corriente que no queda más remedio que emitir nueva deuda para pagarla. Si los prestatarios dudan de la solvencia de estos estados, les exigirán una prima de riesgo. En eso consiste la trampa de la deuda.

Todas las trampas necesitan de un cebo que las haga atractivas. En el caso español el cebo lo puso el propio BCE. Desde 2014 y, sobre todo, durante el tiempo de pandemia, se comprometió a comprar a un interés nulo los bonos emitidos por el Estado. En los diez últimos años la deuda ha pasado del 60 al 120% del PIB español. ¡Menuda carga explosiva!

Las trampas de deuda se asemejan a arenas movedizas. Hagas lo que hagas siempre acabas más hundido. Una política fiscal expansiva (aceleración del gasto público) ahuyenta a los prestamistas recelosos de los estados pródigos. Una política fiscal restrictiva (aumento del tipo impositivo) ahuyentará a los contribuyentes e impide que mejore la recaudación.

La solución ha de venir de fuera; del BCE, para ser más precisos. En 26 de julio de 2012, Mr. Draghi se comprometió a hacer todo lo que estuviera en sus manos, a saber: reducir a cero el tipo oficial de interés y prestar directamente a los estados ahogados por las primas de riesgo. El 16 de junio de 2022, la Sra. Lagarde explicó que inflación le obligaba a subir el tipo de interés oficial, pero que trataría de impedir que se disparen las primas de riesgo en España, Italia y Portugal. 

¿Lo conseguirá con tanta facilidad como en 2012 y 2020? ¿Qué condiciones impondrán las autoridades europeas y los países de la UE con finanzas saneadas?

La Tribuna de Albacete (20/06/2022)

domingo, 12 de junio de 2022

La losa de la deuda

 “Queridos alumnos, volvemos a sufrir una crisis de deuda. ¡Que sea leve!”. Con esta frase clausuré el curso 2011-12 y volví a hacerlo hace unos días (curso 2021-22). ¿Habremos aprendido algo en esos 10 años?

 En junio de 2012 la deuda y el déficit de las administraciones públicas españolas representaron el 90 y el 11% del PIB, respectivamente. Como los mercados financieros dudaban de la capacidad del Estado para devolverla, exigieron una prima de riesgo de 626 puntos básicos (pb). Mientras Alemania podía colocar sus bonos a 10 años a un interés del 1%, España había de pagar 7,26%.  A punto estuvimos de ser intervenidos, a semejanza de Grecia, Portugal e Irlanda. Al final, la crisis se disolvió (que no resolvió) con un nuevo préstamo de 45.000 millones de euros de los que todavía nos queda por devolver la mitad.

 En la crisis de deuda de 2022 llovió sobre mojado. A pesar de los recortes practicados desde 2012, el déficit siguió por encima del 4% y la deuda pública no consiguió bajar del 90%. Con la Pandemia el déficit anual volvió a sobrepasar el 10% y la deuda se disparó al 120%. Tamaño incremento solo fue posible por el compromiso del BCE de comprar toda la deuda emitida por el Gobierno español a un interés cero.

 Por suerte o por desgracia, las fiestas gratuitas suelen durar poco. El BCE ya ha decretado el fin de la “barra libre de crédito” y ha recordado la obligación de financiarse en los mercados a un interés positivo. Antes de que el BCE moviera sus tipos, la prima de riesgo española ya ha subido 124 pb.  

 La deuda en un flotador que te permite seguir nadando. Ahora bien, si ese flotador crece y crece, acaba convirtiéndose en una losa para el nadador. La única preocupación del Ministerio de Hacienda pasa a ser cómo refinanciar el próximo pago de deuda. ¡Triste vida para los políticos adictos al gasto! ¡Dura vida para los contribuyentes!  

La Tribuna de Albacete (13/06/2022)

lunes, 6 de junio de 2022

Educar en libertad

 La educación sigue alimentando todo tipo de polémicas. Los que nos dedicamos a la enseñanza comprobamos, año tras año, que los niveles educativos van en caída libre a pesar de las millonadas invertidas. ¿No tendrán algo que ver las nuevas leyes que desincentivan el esfuerzo de alumnos, profesores y gestores? Si todo vale lo mismo, ¿para qué esforzarse en mejorar?

La politización de la educación, es otro de sus enemigos. La Generalitat de Catalunya, por poner un ejemplo reciente, se ha desentendido de la sentencia que les obliga a impartir un 25% de la enseñanza en castellano. Su principal responsabilidad, dicen, es “hacer país” y eso se logra controlando los libros de texto y eliminando las lenguas enemigas.

 La batalla cultural se gana en las escuelas. El lobby LGTBI sabe que su futuro está asegurado si a lo largo del periplo educativo convencen a los niños y adolescentes que son seres asexuados y que cada uno ha de decidir el sexo con el que él se siente identificado.

 El vale escolar es solución más sencilla, eficiente y civilizada para acabar con todas estas tropelías. Se apoya en tres columnas que arrancan de un mismo principio: la libertad. Libertad de creación y organización de los centros escolares, públicos o privados, respetando, claro está, el marco legal. Libertad de elección del centro escolar por los padres; nadie como ellos conoce las necesidades de sus hijos. Revalidas al final de cada ciclo. El alumno ya llega aprobado. Las revalidadas solo pretenden facilitar la elección de los padres e incentivar a los gestores a ser más eficaces.

 La proliferación de colegios ingleses o liceos franceses justifica, indirectamente, nuestro modelo escolar. Lamentablemente, solo las clases más pudientes (donde incluyo a los políticos nacionalistas) pueden ejercer la libertad de elección. Nuestro objetivo es generalizar esos derechos y libertades. 

La Tribuna de Albacete (06/06/2022)