domingo, 24 de octubre de 2021

El fantasma de la Estanflación

 

Empezaremos con unas pinceladas históricas; rejuvenecen las neuronas y nos hacen más sensatos. La crisis del petróleo de 1973 engendró un nuevo fenómeno económico: la estanflación, mezcla letal entre estancamiento e inflación. En el espacio de unos breves años, el IPC español se disparó del 7 al 27% y la tasa de paro del 4 al 24%. La conflictividad social resultante representó una seria amenaza a la incipiente democracia española. Se necesitaron los Pactos de la Moncloa para limitar los incrementos salariales a la tasa “objetivo” de inflación propuesta por el Banco de España. La política monetaria pasó a centrarse en el control de la inflación. El experimento funcionó. En 1987 la inflación en España era del 2%, tal y como se exigía a los candidatos a la Unión Monetaria Europea.

     Volvamos a la situación actual. Sin haber superado la crisis causada por el COVD-19  empiezan a sonar tambores de inflación. En septiembre 2021 el IPC español ha subido al 4%. El responsable inmediato es la factura de la electricidad, claramente ligada al precio del gas. En julio leí este titular: “El gas se dispara un 500% y la electricidad triplica su precio en Europa”. Las cifras serían todavía más alarmantes si las trasladamos aquí y ahora. 

    Las preguntas del millón: ¿Hemos abierto una nueva era inflacionista? ¿Volverá a liderar España la carrera de precios con la consiguiente pérdida de competitividad internacional y aumento de los conflictos sociales? Los profesores de economía, llevamos tiempo afirmando que el problema de la inflación es una cosa del pasado y del Tercer Mundo. Es posible que hayamos de cambiar el guion. Dos elementos me preocupan sobremanera: la indiciación de salarios y pensiones al IPC y la permanencia de la política de relajación monetaria (quantitative easing) practicada por los bancos centrales desde el 2010. Sí, los mismos ingredientes que retroalimentaron la inflación y el paro en el periodo de estanflación iniciado en 1973. ¿Mera coincidencia?

La Tribuna de Albacete (25/10/2021)

lunes, 18 de octubre de 2021

Rock-politics y partitocracia

Los fines de semana de octubre han estado amenizados por las convenciones nacionales de los tres partidos españoles con más escaños: PP, VOX, PSOE. ¿Casualidad? No. Necesidad de un lavado de cara ante el electorado que solo cuenta para votar.  ¿Les parece poco?

Tengo delante las tres fotos/vídeos de las convenciones. Mi imaginación añade el siguiente pie de página: “¿Sabría encontrar 4 parecidos?”

El primero tiene que ver con la puesta en escena. Actos multitudinarios al estilo del mejor concierto de rock. Al parecer, la mayoría de los votantes se deja influenciar por las luces y flores del escenario, amén de la euforia colectiva.

El segundo parecido lo encontramos en la imagen de unidad que tratan de dar. “Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces”. En primera fila, los expresidentes y los disidentes que se han podido repescar, aunque sea por unas horas y con mordaza. Ponen de relieve que el partido está por encima de las personas y de su libertad de pensamiento y expresión. Las navajas de Albacete, mejor en el sótano.

El tercer parecido es la moderación en los discursos. Ha de quedar claro que los radicales y raros son los demás. Esta moderación es compatible con la promesa repetida de paraísos inalcanzables (cuarto parecido). ¡Ay si los políticos debieran responder con su patrimonio de las promesas incumplidas!  

No quisiera ser un aguafiestas. Un toque festivo es siempre de desear en el ambiente político, tan cargado de crispación frente a los militantes del partido rival y de envidias entre los correligionarios. Mi única pretensión era constatar que hace tiempo que la democracia ha sido desplazada por la partitocracia. En sociedades sin firmes convicciones morales, la partitocracia ha demostrado ser la forma más eficaz de llegar al poder y aprovecharse de él. La novedad es que la real-politics se ha revestido de rock-politics.

En estas circunstancias, los ciudadanos de a pie estamos obligados a exigir que se respeten los pilares mínimos de un estado democrático de derecho. A saber: elecciones libres, independencia del poder judicial y respeto a la Constitución. 

La Tribuna de Albacete (18/10/2021)

lunes, 11 de octubre de 2021

Leyes económicas versus leyes políticas. Lecciones del mercado de la vivienda.

Hoy toca clase de Economía. No se alarmen, lectores, forma parte de la primera lección del curso “Introducción a la Economía”. Mis alumnos entienden pronto las ideas básicas, aunque por alguna extraña razón, suelen sacar conclusiones inadecuadas cuando llegan a alcaldes o ministros.

                Primera idea: Las leyes económicas acaban imponiéndose a las políticas. La ley de oferta y demanda, por ejemplo, implica que un exceso persistente de demanda empuja los precios al alza. Si el ajuste de la oferta es muy lento (como ocurre con la vivienda) el precio se disparará.

                Segunda idea: Uno de los peores ataques a la economía de mercado es la fijación de precios; el mercado se venga generando efectos contrarios a los pretendidos. En este momento planteo a mis alumnos un ejercicio. “Suponga que el alquiler mensual medio de una ciudad ronda los 1000€. En un ataque de generosidad, el candidato a la alcaldía promete que fijará el alquiler máximo en 500€ y regalará a los colectivos más necesitados cheques/subvenciones para pagar el alquiler. ¿Qué resultados cabe esperar en teoría? ¿Se confirman estos resultados en la práctica?”.

Tras leer noticias donde se comentan casos históricos de control de alquileres, la mayoría de los estudiantes responde con conocimiento de causa: “La oferta de vivienda para alquilar se reducirá. Solo quedarán los peores pisos. Los buenos se alquilarán en el mercado negro por un precio muy superior a 1000€”. Los alumnos tampoco caen en la trampa de las subvenciones. “Si la carestía del alquiler proviene de un exceso de demanda, el cheque-subvención agravará el problema. Lo que habría que hacer es facilitar es la construcción de viviendas destinadas al alquiler”.

                La matrícula de honor se la llevaría el alumno que diseñara un sistema de incentivos adecuados para repoblar la España vacía, vacía de hogares y empresas, rebosante de tierras edificables.  Entre las medidas contempladas no debiera faltar la conexión digital y física con las grandes urbes donde, hoy por hoy, se concentra la actividad económica.

La Tribuna de Albacete (11/10/2021)

lunes, 4 de octubre de 2021

Perdón

                 La semana pasada se celebró el 200 aniversario de la independencia de México, con la mirada puesta en la cruel Conquista española o, como dicen otros, en la ejemplar “Resistencia indígena”. La noticia hubiera pasado desapercibida de no mediar el perdón solicitado por el Papa Francisco por los errores que la Iglesia Católica hubiera podido cometer en esos dos siglos. El presidente mexicano agradeció esas palabras y exigió que el Rey de España y el Presidente de los EE.UU. también mostraran su arrepentimiento. La izquierda española aplaudió la valentía del Papa. La derecha le criticó duramente.

                ¿Alguien entiende algo? Cuánta razón tenía Wittgenstein al afirmar que casi todos los problemas son de lenguaje. El lector me permitirá que le explique cómo entiendo yo las locuciones castellanas donde aparece la palabra “perdón”.

“Pedir perdón” y “pedir que te pidan perdón”. Lo primero es un acto de humildad, que todos debiéramos introducir en el elenco de nuestras cien palabras más repetidas. Lo segundo es un acto de orgullo que raramente obtendrá respuesta. A menudo, es también una estrategia para cargar mi parte de culpa sobre las espaldas de los indefensos. O para captar los votos de algún colectivo ingenuo.

“Perdonar y olvidar”. El perdón verdadero, implica el olvido, tanto por la parte del ofensor como la del ofendido. Lo que no hay que olvidar es la gravedad de algunas conductas.

“Perdón, arrepentimiento y enmienda”. Que nadie pronuncie la palabra perdón a la ligera, trae mucha cola. Me obliga a reparar, en la media de los posible, los daños causados. Y a cambiar de comportamiento desde ya.

                Por concretar. Si yo fuera el presidente de México reconocería el fracaso de no haber conseguido, en 200 años de andadura, la seguridad y el progreso que se espera de un Estado independiente. Agradecería cualquier tipo de ayuda que EE.UU. y España le puedan facilitar aquí y ahora. Y dejaría la historia para los historiadores.