domingo, 28 de mayo de 2023

Una puerta desquiciada

 Me he reservado este sábado, jornada de reflexión en la víspera de elecciones, para escribir mi columna semanal. Una llamada de teléfono me ha inspirado el tema. “Papá, cuando era niña me contabas que en el momento de votar uno debe elegir entre dos puertas. Una tiene los goznes a la derecha y al abrirla en esa dirección se ven unos problemas prioritarios y unas soluciones consecuentes. La otra puerta tiene los goznes a la izquierda y al abrirla se ven diferentes problemas y soluciones. Matizabas entonces que la realidad a la que nos enfrentamos es la misma y que soluciones diferentes pueden ser  válidas si cada puerta está bien anclada en unos goznes similares. Son los que marcan los valores fundamentales de la convivencia y las reglas del juego político. ¿Sigue siendo así?”

Tras recuperar el aliento, contesté. Pues no. Lamentablemente la puerta de la izquierda se ha desquiciado. Uno por uno han ido saltando los goznes que la sujetaban a esos valores y reglas de juego. Se han trastocado los derechos fundamentales de la persona como son el derecho a la vida, la patria potestad o la libertad de enseñanza. El Estado se encarga de crear los nuevos dogmas que definen el pensamiento único. O quizás es la ideología de género quien quien tiene secuestrado al Estado.

El gozne institucional, anclado en el artículo 2 de la Constitución, sigue el mismo camino de  autodestrucción. La soberanía nacional, ya no descansa en el pueblo español. El proceso electoral se ha visto adulterado por la compra directa e indirecta del voto. La división de poderes ha pasado a ser una entelequia.

La economía competitiva de mercado está sentenciada a muerte si el Estado ignora el derecho a la propiedad privada y la libertad de empresa. ¿De dónde saldrá el empleo y la riqueza?

Tarea para los próximos meses y años. O nos tomamos en serio la reconstrucción de los goznes que sujetan la puerta constitucional o la casa de la civilización occidental nos caerá encima.

La Tribuna de Albacete (29/05(2023)

domingo, 21 de mayo de 2023

Salvar al soldado Ryan

 

Un compañero de la UCLM me confesó antes de jubilarse. “Estoy a punto de perder la fe en la democracia por la que tanto luché. Se ha convertido en una partitocracia. El partido que gana las elecciones coloca a todos sus amiguetes en el ejecutivo, convierte al Parlamento en su cortijo y controla el poder judicial nombrando la mayoría de los magistrados. El único bastión que sostiene la democracia son las urnas. Yo sólo me siento libre y poderoso el día de las elecciones, cuando me pongo detrás de la cortina e introduzco en un sobre la lista que me parece menos mala. Suele ser la del partido en el que me crié. Pero, cuando me siento engañado por él, no me privo de la satisfacción de castigarlo”.

Lamentablemente, el último bastión de la democracia, el último soldado que la defiende, también está amenazado de muerte. En España se ha venido haciendo de una forma más discreta que en Latinoamérica pero no menos efectiva. Del País Vasco hubieron de huir muchos que no comulgaban con el independentismo y sus métodos terroristas. El Gobierno de turno compra a los colectivos fácilmente manipulables mediante subvenciones. ¿Cómo no van a votarle los nueve millones de pensionistas si cada día oyen que les han subido las pensiones y lo seguirán haciendo si siguen en el poder?

Recientemente hemos visto ataques directos al núcleo del sistema electoral. En Melilla se ha disparado el voto por correo. Al parecer una mafia política paga 200 euros por voto. Me extraña también el cambio antes de las elecciones del director general de Correos y el presidente de la empresa que gestiona el recuento electoral (Indra).

¡El 28 de mayo tenemos una cita en las urnas para salvar al soldado Ryan y a la sociedad libre y democrática que representa!

La Tribuna de Albacete (22/05/2023)

domingo, 14 de mayo de 2023

Cuando el derecho y la razón retroceden

 El ser humano se diferencia del resto de seres vivos por su capacidad de razonar. Razón lógica que nos permite entender las cosas tal como son; razón moral que nos permite distinguir entre las cosas buenas (a promover) y las malas (a evitar); razón jurídica que estructura los derechos y deberes de las personsas. Conjugar los tres tipos de racionalidad es la clave de cualquier civilización.

 Pongamos el caso del aborto. Las preguntas pertinentes serían tres. (1) ¿Aceptamos que la vida es un derecho fundamental tal como recoge la DUDH de 1948 y el artículo 15 de la CE de 1978. El artículo 51.1 recuerda que la vida vincula a todos los poderes públicos y, en caso de ser necesaria regularla, han de respetar su “contenido esencial”. (2) ¿Cuándo empieza la vida humana? Los genetistas, que son quienes deben responder esta pregunta, coinciden que la vida empieza en el momento de la fecundación. Tolo lo que sigue es un mero desarrollo de esa vida incipiente. (3) ¿Estamos dispuestos a ayudar a la mujer que se encuentra ante un embarazo no deseado por todos los medios posibles, incluyendo la adopción del niño?

 En la sentencia del pasado martes, los 7 magistrados del TC español nombrados por el Gobierno actual respondieron “NO, NO, NO”. La vida del nasciturus NO es un derecho fundamental, ni tiene un contenido esencial que no pueda machacarse por el nuevo derecho a la libre autodeterminación de la mujer. El nasciturus NO es un ser humano si la mayoría de los diputados o jueces así lo afirma; los científicos a sus laboratorios. NO hace falta ayudar a la mujer. Esta disfruta ejerciendo sus nuevos derechos y pronto olvidará la zozobra que en algún momento pudo sufrir a causa del embarazo y su “interrupción”.

 Resultado. No solo hemos perdido un derecho fundamental (el derecho a la vida) sino que estamos ahogando nuestra razón lógica, jurídica y moral. ¿Podrá subsistir la civilización occidental si matamos a todo ser que nos moleste y si prohibimos pensar en el significado profundo de lo que estamos haciendo?

La Tribuna de Albacete (15/05/2023)

lunes, 8 de mayo de 2023

El contrapeso territorial

 La democracia se define como el gobierno del pueblo a través de los representantes elegidos periódicamente en las urnas. ¿Pero quién la defenderá de unos representantes convertidos en depredadores del poder? Desde Montesquieu (1748), la democracia fue protegida mediante la separación de poderes: ejecutivo, legislativo y judicial. Son los “frenos y contrapesos” (checks and balances) a los que se refirieron los padres de la Constitución americana de 1787.

Lamentablemente, estos tres contrapesos se han deteriorando con el paso del tiempo. Por razones de eficiencia, el poder ejecutivo ha controlado al legislativo desde siempre, y cada día con mayor descaro. El Parlamento se limita a aprobar las leyes propuestas por el Gobierno, cuando no a refrendar los decretos-leyes aprobados la noche anterior en el Consejo de Ministros. El Tribunal Constitucional todavía podría declarar esas normas inconstitucionales. Pero esto deja de ser cierto cuando la la coalición gubernamental elige la mayoría de los magistrados entre sus antiguos ministros o personas de probada fidelidad política.

Afortunadamente, en los países federales y afines, las autoridades autonómicas y municipales han actuado como contrapoderes del gobierno nacional. Para que prevalezca este sistema sobrevenido de contrapesos, los votantes deben asegurar unos ayuntamientos y comunidades independientes. Y deben castigar a sus representantes territoriales cuando han demostrado ser una mera correa de transmisión del Gobierno central, por más que digan lo contrario durante los periodos electorales. Bajo ningún concepto estamos obligados a respaldar a los políticos nacionales que han engañado a propios y ajenos para mantenerse en el poder, poniendo en peligro la esencia de la CE. A saber: el Estado democrático de derecho y la propia Nación española.

lunes, 1 de mayo de 2023

Morir de éxito

 

Uno de mis economistas preferidos es J. A. Schumpeter. Se especializó en plantear preguntas incómodas y ofrecer respuestas tan originales como desconcertantes. En 1942, después de su catastrófica experiencia como ministro de Finanzas de la República de Weimar, escribió el libro “Capitalismo, Socialismo y Democracia”. Ya en la primera página enunció las dos preguntas que le acuciaban: ¿Puede democratizarse el socialismo? ¿Puede sobrevivir el capitalismo? A las dos cuestiones respondió con un NO categórico.

El socialismo (lo que luego se llamaría “comunismo”) no puede democratizarse porque si los ciudadanos recuperan la libertad lo primero que harán es escapar del “paraíso socialista” donde les obligan a vivir. El capitalismo, por su parte, está condenado a morir de éxito. Los sindicatos aumentarán progresivamente sus exigencias hasta acabar con la gallina de los huevos de oro. Desde la universidad pública, la mayoría de intelectuales se pasarán el día criticando al opresor sistema capitalista que les da de comer. Desde luego, sin legitimidad social y sin preservar las instituciones fundamentales (propiedad privada y libertad de empresa), no hay sistema que se mantenga.

Para entender al economista austriaco nada mejor que analizar las propuestas de los partidos políticos españoles en un año electoral. Aumenta las personas que reclaman una subida permanente de los salarios aun cuando la productividad continúe estancada. Y un aumento de las pensiones superior a la de los salarios a sabiendas de que las primeras dependen de los los últimos. El catálogo de los servicios públicos no para de crecer. El derecho a una vivienda digna y gratuita, ya sea por la vía de la concesión o de la ocupación, ha pasado a ser una nueva forma de ganar votos. Los gobiernos se comprometerán a crear millones de puestos de trabajo estable, a sabiendas de que ellos solo pueden nombrar funcionarios. Esos gobiernos disfrutan regalando el dinero ajeno. El PSOE bendijo a los jóvenes que cumplían 18 años con 400 euros. Sus socios más radicales han elevado esa cifra a 20.000. Por supuesto, estos jóvenes no están obligados a dar nada a cambio.        

¿Entiende ahora qué significa “morir de éxito”?

La Tribuna de Albacete (1/05/2023)