Impuestos que graven las rentas
de capital;
no las del trabajo que desaniman la contratación
La primera
vez que un periodista me preguntó sobre la conveniencia de cargar impuestos a
los robots, pensé que era una broma. Y la seguí: “¡Claro y además les
reservaremos plaza en una residencia de mayores; y para los que defraudan una cárcel
administrada por robots!” Con el tiempo comprendí que no es una idea
desbaratada. Nuestro sistema de seguridad social (SS) adolece de problemas
estructurales, de esos que ni el tiempo ni el ciclo económico solucionan. Entre las causas económicas de índole
estructural hay que resaltar el desempleo tecnológico asociado a las TIC
(tecnologías de la información y comunicación) y a la robótica. La OCDE calcula
que en España (donde dominan los trabajos de baja cualificación) un 12% de los
actuales empleos podría desaparecer en una década.
Los
responsables de la SS española habrán de coger el toro por los cuernos; ya no
sirven los cataplasmas políticos. La mitad de los jubilados tendrá garantizada
la pensión en base a las cuotas salariales. La otra mitad que, para su
desgracia no ha trabajado suficientes horas como para poder vivir de la
pensión, deberá recibir pensiones no contributivas del Estado. Algo normal en
el modelo anglosajón apadrinado por Beveridge; no en el modelo continental que
arranca de Bismark.
El impuesto
a los robots podía cumplir esta función. Hay que explicarlo despacio. No se
trata de grabar a los robots sino a los propietarios del capital. Del capital en
general pues cualquier máquina compite con el trabajo. Lo apropiado sería elevar
el impuesto sobre el beneficio de sociedades que grava, precisamente, a las
rentas del capital. Uno de los aspectos
más negativos del actual sistema de SS es que al focalizarse en las rentas
laborales, penaliza la contratación de trabajo. El complemento que proponemos
equilibraría las tornas. Los empresarios invertirán en robots si realmente son más
eficientes. No por meros cálculos de ahorro fiscal.
¡Hay que ver
cómo cambian los tiempos! En el siglo XIX los movimientos luditas de Manchester
y Alcoy defenestraron los nuevos telares que ponían en peligro muchos puestos
de trabajo. En el Siglo XXI recibiremos a los robots con los brazos abiertos.
En la mano derecha, el libro de instrucciones para aprender cómo extraer de
ellos el máximo beneficio. En la mano izquierda un documento fiscal que les
compromete a pagar al fisco una parte de esos beneficios.
La Tribuna de Albacete (29/05/2017)