lunes, 25 de marzo de 2024

Domingo de Ramos

 

La semana grande de los cristianos, la Semana Santa, se encuadra entre dos domingos: el de ramos y el de resurrección. Por ponernos en contexto. La historia empezó cuando la criatura (el ser humano) quiso ser como el creador (Dios). De nada sirvieron las alianzas propuestas desde lo alto. Los hombres dieron la espalda a Dios, se enfrentaron unos contra otros y se condenaron a sí mismos. Al buen Dios no se le ocurrió otra cosa que enviar a su hijo, Cristo, para redimir al hombre del pecado y enseñarle cómo debe comportarse para ser feliz conviviendo con los demás, y ayudándoles a ser felices.

Tras tres años predicando la “buena nueva”, Cristo se aventuró a entrar en la orgullosa capital de los judíos: Jerusalén. El Domingo de Ramos describe esta entrada triunfal. Le salieron a recibir las personas a las que Jesús había ayudado y los que albergaban la esperanza de convertirle en un ariete contra el invasor romano. El grito fue unánime: “Hosanna al hijo de nuestro rey David. Bendito el que viene en nombre del Señor”.

Jesús, se dejaba querer pero sin echar leña al fuego. Parecía consciente de la superficialidad de tales vítores. Cuando cambiaran los vientos alentados por los líderes religiosos y políticos, esas mismas personas gritarían: “¡Crucifícale, crucifícale!” “¿Pero tú eres rey?”, insistirá Pilatos. Jesús respondió con la poca fuerza que le quedaba: “Tú lo dices. Soy rey, pero mi reino no es de este mundo”. En el Domingo de Ramos se vio claro lo que Jesús NO había venido a traernos. El triunfalismo, la superficialidad, la venganza. Nos enseña en no confundir a nuestro verdadero enemigo.

Las procesiones de Semana Santa, empezando por las del Domingo de Ramos, hay que vivirlas en silencio. Meditando los comportamientos de Cristo Redentor que rompen nuestros pobres esquemas humanos.  

La Tribuna de Albacete (25/03/2024)

domingo, 17 de marzo de 2024

Manual de corrupción

 No deben de ser muchas las personas que se meten en la política para robar. Pero todo parece indicar que, una vez dentro, la tentación que asedia a los políticos se antoja irresistible. Justificaciones no les faltan: “Todos lo hacen, no voy a ser menos que mi compañero”. “La presión y riesgos que soportamos los políticos, bien merecen un complemento salarial”. “No busco tanto mi enriquecimiento como asegurar el futuro de mi partido, el único que garantiza el progreso del país”...

 El mejor caldo de cultivo para la corrupción se genera por la confluencia de tres ingredientes: larga permanencia en el cargo; mucho dinero para robar, discrecionalidad para manejar ese dinero. La pandemia de marzo 2020 juntó estos ingredientes y el resultado es el que estamos descubriendo en marzo del 2024.

 Larga permanencia en el cargo. En el 2020, el PSOE acababa de llegar a la Moncloa pero conocía bien los entresijos del poder y los medios para aumentarlo y perpetuarlo. A saber, multiplicar las subvenciones para captar votantes; agasajar a los partidos minoritarios hasta conseguir el apoyo de un diputado más que el bloque conservador. Tales circunstancias no solo dan para corruptelas aisladas, sino para crear una trama de corrupción.

 Cantidad de fondos que se manejan. Un pellizco aquí y otro allí pasan desapercibidos. Además, los fondos extraordinarios que estamos considerando fueron concedidos graciosamente por la Unión Europea. Aparentemente nadie pagaba ni se preocupaba por los pellizcos asociados a las mascarillas.

 Discrecionalidad en el manejo del gasto público. En circunstancias normales no resulta sencillo robar al erario público. Ha de aprobarse un presupuesto de gastos e ingresos; el gasto ha de seguir un procedimiento muy exigente; cada euro será fiscalizado por la intervención general del Estado y el tribunal de cuentas. Las urgencias de una pandemia global justificaban relajar estos controles. Así se hizo y ahora estamos viendo las consecuencias.

La Tribuna de Albacete (18/03/2024)

lunes, 11 de marzo de 2024

Dura lex, sed lex

 “El hombre es un animal político”. Si el autor de esta frase, Aristóteles, contemplara la situación española añadiría: “Y bien que se lo pasan algunos haciendo todo tipo de animaladas”.

El caso Koldo nos ha mantenido entretenidos las últimas semanas. Los contrapoderes del partido gobernante (oposición, policía y jueces) harán bien en restregar hasta depurar todas las responsabilidades. Pero no nos despistemos. Lo verdaderamente trágico en la tragicomedia española es que estamos asistiendo a un golpe de estado perpetrado por el propio gobierno de la nación con la ayuda de las instituciones que previamente ha colonizado. El Gobierno dice que la conciliación nacional bien vale la ley de amnistía redactada por los propios secesionistas. No quieren oír la advertencia de Junts: “La amnistía es un paso hacia la plena independencia. No nos importa disgustar a la mitad de la población catalana y al 90% de los españoles de las restantes comunidades autónomas”.

Lo que más me sorprende del último episodio de la tragicomedia española son las tragaderas del Gobierno para aceptar todo lo que les pide el prófugo Puigdemont, amén del silencio cómplice de los diputados y votantes socialistas. Si tan convencido está el PSOE de la bondad de las propuestas de los secesionistas, debieran atreverse a reformar la Constitución siguiendo los trámites previstos en sus artículos 167 y 168. Ya sé que son preceptos muy exigentes. Pero esa exigencia es, precisamente, la que protege el actual estado de las autonomías frente a sus detractores. Y la que impedirá que al día siguiente de declarar la independencia de Cataluña, una parte de su territorio (digamos el área metropolitana de Barcelona) decida escindirse de la República catalana.   

“Dura lex, sed lex”. La ley es exigente, pero nos protege a todos cuando a todos nos obliga. 

La Tribuna de Albacete (11/03/2024)

domingo, 3 de marzo de 2024

El poder en la sombra. ¿Quién controla al poder económico?

 

En el catecismo marxista el poder económico es el poder en la sombra que maneja todos los restantes.  La empresa capitalista nació para explotar al trabajador y lleva dos siglos campando a sus anchas y dirigiendo los hilos de la política y cultura. ¡Nadie se atreve a controlar al poder económico? A mi entender, este mantra marxista no resiste la contrastación con la historia económica. La empresa capitalista ha sido el motor de la innovación, la prosperidad económica y los impuestos que sustentan al Estado del bienestar. También del empleo y de un salario real que no han cesado de crecer.

¿Pero quién controla el poder económico de las empresas? -La competencia. Los empresarios innovadores (verdaderos héroes de la sociedad capitalista) buscan beneficios extraordinarios. Lo consiguen de vez en cuando. Pero las nuevas empresas atraídas por esos beneficios les obligan a ajustar los precios a un coste de producción cada día más bajo. Y la tasa de beneficio vuelve a la “nueva normalidad” determinada por la mejor tecnología y mayores salarios.  

Por supuesto, los empresarios pueden falsear sus cuentas para engañar y aprovecharse ilícitamente. Ahora bien, tan pronto como el mercado perciba estas anomalías, se desplomará el valor de esa empresa. Así lo ilustra reiteradamente la bolsa de valores.

La prensa también nos informa de empresarios corruptos: corrompen y se dejan corromper. Curiosamente, casi todas estas prácticas derivan del contubernio entre empresas y Estado. Estamos pensando en las contratas de obras públicas, subvenciones, rescates… La solución no consiste en agrandar al Estado, sino en aumentar la transparencia privada y pública, así como la presión competitiva.

Los lectores escépticos están invitados a invertir 100 euros en la empresa que consideren más explotadora. Si los beneficios anuales que reciben superan el 5% de la inversión podrán darse con un canto en los dientes. Convencer a los políticos y sindicalistas que las empresas son la fuente de riqueza y empleo se antoja más difícil. Mi propuesta es tan simple como pagarles en acciones.

La Tribuna de Albacete (4/03/2024, cumpleaños de mi esposa)