Hoy he
soñado con Hermes. En la mitología griega, Hermes es el dios del comercio,
protector de aventureros y ladrones, capaz de embaucar a dioses y mortales en
su huida hacia el cielo. Su símbolo es el cadúceo: dos serpientes que
ascienden por un palo. El máximo poder lo conseguirá quien antes toque la esfera
alada que corona el bastón de mando. Esa bola simboliza la plenitud, pero
también la vanidad, la presunción y la soberbia. Nadie la ha alcanzado, y de
conseguirlo se desintegraría al instante. En este mundo de mortales, la
plenitud es una quimera.
En mi
subconsciente veía la serpiente Sánchez (me resisto a creer que sea la del
PSOE) y la serpiente Esquerra Republicana, con tantas cabezas como
pretendientes al trono. La primera iba una cabeza por delante. No le quedaba
más remedio si quería mantener el liderato y demostrar que era él quien mandaba,
obsequiaba a los buenos y castigaba a los malos. La segunda también parecía
satisfecha. Podía escucharse: “Vale, tú mandas, pero no has de olvidar quién te
sostiene”.
El
secreto de la convivencia se basaba en mantener vivo el objetivo final de la
independencia y y entretener la espera con favores anuales. Lo primero que la
serpiente Sánchez prometió (y concedió) fue un juicio benévolo (sedición en
lugar de rebelión). Segundo, un indulto generoso. Tercero, rebajar del delito
de sedición a una mera algarada política. Cuarto, autorizar un referéndum
consultivo, sin trascendencia política. Quinto, proclamar de la independencia
de Cataluña en base a los resultados de aquel referéndum en el que solo
participaron los independentistas.
Me desperté por el estruendo de una multitud
que pedía: “Moción de censura YA; estamos hartos de huir hacia arriba”.
La Tribuna de Albacete 14/11/2022