miércoles, 26 de diciembre de 2012

Científicos (y estudiantes) ejemplares

Invitan a seguir sus pasos hasta comprobar
que ciencia y fe pueden y deben reforzarse mutuamente


La semana pasada comenté la discusión de la mesa redonda de profesores/investigadores en la primera jornada Universitas sobre “Ciencia, razón y fe”. Hoy me centraré en la mesa redonda de estudiantes donde se analizó la vida y obra de algunos “científicos ejemplares”. La sesión fue tan profunda como entrañable. Los estudiantes pusieron en evidencia de lo que son capaces cuando se confía en ellos.
Los científicos elegidos habían de mostrar cómo la investigación científica puede llevar a Dios y cómo la fe puede mejorar la actividad científica, al tiempo que la pone al servicio de la humanidad. La elección no fue fácil pues son muchos los científicos que iluminan el camino en ambas direcciones. Los estudiantes de la UCLM optaron por tres científicos contemporáneos (Collins, Lejeune, Frankl) y uno de los pioneros de la ciencia (Pascal).
La presentación de Francis Collins (1950-), corrió a cargo de Lara García, estudiante de Medicina. Collins fue el director del Proyecto Genoma Humano en su etapa decisiva (1992-2008). Estamos hablando de un equipo de 2000 científicos de 24 centros de investigación ubicados en 18 países. Su primer compromiso fue publicar diariamente todos los hallazgos para que pudieran aprovechar a otros científicos y médicos. Entre estos estaba Claig Verter, quien lideraba un proyecto similar (Celera) pero que no soltaba prenda, obsesionado como estaba en conseguir patentes farmacéuticas. La secuencia del ADN fue descrita por Collins como “el lenguaje de Dios”. Su fe incipiente (de joven era ateo, para no sentirse inferior a sus colegas) quedó reforzada. Y se convirtió en apóstol a través de una fundación (Bio-Logos) que trata de demostrar como el evolucionismo refuerza la imagen de un Dios creador y padre.
Jérôme Lejeune (1926-1994) (presentado por Elena López, alumna de postgrado en Economía) es considerado el padre de la genética moderna. Su descubrimiento del síndrome de Down le encumbró como científico. Su propuesta de invertir los fondos de investigación para curar esa y otras enfermedades genéticas en lugar de recurrir al aborto, le defenestró para siempre. No sólo perdió esos fondos, sino también la presidencia del CNRS, la cátedra y un premio Nobel que estaba cantado. Sin recursos financieros siguió al pie del cañón defendiendo la vida y ayudando a las madres que habían decidido sacar adelante a sus hijos deficientes.
María Helena Sánchez, estudiante de derecho y ciencias religiosas, presentó la impactante vida de Viktor Frankl (1905-1997). El método de curación de este psiquiatra vienés (“logoterapia”) consiste en ayudar al paciente a encontrar el sentido de su vida. Fue su fe judía quien le encaminó en la dirección científica adecuada. Y fue su experiencia científica quien le ayudó a comprobar la importancia de la fe para sobrevivir con entereza en las circunstancias vitales más adversas. Así lo acredita, su propia experiencia en el campo de concentración de Auswitch.
La última presentación corrió a cargo de José Luis Navarro, estudiante de telecomunicaciones y periodismo. Versó sobre Blaise Pascal (1623-1662), uno de los genios de las matemáticas y la estadística. Antes de los veinte años ya había conseguido importantes avances científicos que lejos de alejarle de Dios le acercaron a él. Tanto es así que decidió consagrar los últimos años de su vida enfermiza a la reflexión filosófica y teológica. Sus “pensées” siguen siendo una fuente de inspiración. Nos quedamos con este pensamiento: “Muy débil es la razón si no llega a comprender que hay muchas cosas que la sobrepasan”.
Karl Popper, el gran filósofo de la ciencia del siglo XX, advirtió que basta un experimento adverso para desmontar una hipótesis científica. Dos hipótesis muy extendidas en los círculos universitarios es que la fe en Dios impide el desarrollo de la ciencia y de que la ciencia aleja de Dios. Estos cuatro científicos (que se podrían multiplicar fácilmente) convierten tales hipótesis en bulos. Y lo que es más importante: invitan a seguir sus pasos hasta comprobar que ciencia y fe pueden y deben reforzarse mutuamente.


La Tribuna de Albacete (26/12/2012)

miércoles, 19 de diciembre de 2012

La fe, ¿losa sobre la ciencia?

Timor Domini initium scientiae


“La visión trascendente del hombre, ¿ayuda o perjudica la actividad investigadora?”. Esta fue la pregunta formulada a una mesa redonda de profesores en las recientes jornadas sobre Ciencia, Razón y Fe del foro de debate Universitas. “Ayuda y mucho”, concluyeron, cada uno a su estilo, una jurista, un lingüista y un bioquímico. Yo también había llegado a la misma conclusión aunque he de reconocer que mi itinerario no resultó fácil.
Davide, un profesor de la Universidad de Pisa, estaba realizando en Mayo de 2011 una estancia de investigación en la UCLM. Un día, después de su visita a Cuenca, se acercó a mi despacho para leerme la inscripción que encontró en la losa de un edificio histórico: Timor Domini, initium scientiae (“el temor de Dios debe estar en el inicio de la ciencia”). Mirándome con cierto sarcasmo concluyó: “Con semejantes losas era imposible que despegara la ciencia en España y en Italia”. 
No sin cierta desazón, me apresuré a investigar el origen y significado de la frase. Descubrí que provenía del libro de los Proverbios (1:7) y que, tras la Reforma de Trento, fue moda esculpirla en el frontispicio de seminarios y colegios universitarios. ¿Pero qué significaba exactamente “temor de Dios”? El catecismo me aclaró que el amor de Dios conllevaba el deseo de agradarle y el temor de ofenderle. Que el auténtico temor cristiano no provenía del miedo al castigo, sino del amor. Eso ya sonaba mejor.
Los códigos religiosos, al igual que los jurídicos, combinan las definiciones positivas (derechos y obligaciones) con las negativas (deberes y prohibiciones). Es conveniente ver el amor y el temor como cara y cruz de la misma moneda. La cara señala el horizonte y el motor de la actividad humana. La cruz delimita el camino, señalando las líneas rojas que no deben sobrepasarse so pena de caer al precipicio y arrastrar a otros. Los mandamientos de la ley de Dios, presentados en clave positiva se resumen en dos: “Amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo”. En clave negativa se concretan en tres prohibiciones básicas: “no matarás, no robarás, no mentirás”.
Creyente, ateo o agnóstico, al científico ha de aterrorizarle la mera posibilidad de matar, robar y mentir. Este temor no le hace menos científico. Al contrario, le protege de las presiones externas y de las pasiones internas que ofuscan la razón humana. Gracias a la ley natural, puede la conciencia personal caminar por terreno firme. Faltando esa referencia objetiva cualquiera justificará la muerte de un ser humano para mejorar el bienestar de otro; o robar al rico (mi vecino) para satisfacer al pobre (yo); o mentir para salvar su reputación. Las consecuencias están a la vista de todos.
Veamos ahora la cara de la moneda. El científico, como cualquier persona, tiene unos objetivos y unos móviles. El cristiano los concreta en el amor de Dios y el amor del prójimo, dos amores que no pueden declinarse por separado. El amor es el motor más exigente, pero también el más potente y fiable. Los que ya llevamos muchos años en la academia nos atrevemos a predecir el recorrido de cada nuevo investigador a la vista de sus intereses y móviles dominantes. Los que se mueven exclusivamente por dinero bailarán al son de los mecenas de turno; sus aportaciones genuinamente científicas serán más bien escasas. A decir verdad, es la honra, no la hacienda, lo que mueve a la mayoría de científicos. Bien está el aspirar a una publicación en una revista de impacto, a un sexenio de investigación o a una cátedra. Pero cuando estos honores se convierten en el único motor del quehacer universitario es de temer que la carrera científica acabe pronto y mal. ¡Cuántos genios se han malogrado al convertirse en funcionarios!

Lo acepto. Hay científicos creyentes que dan un ejemplo nefasto. ¿Dónde estará el problema? ¿En la religión o en una interpretación superficial y tendenciosa de la religión? Hay, por otra parte, científicos no creyentes que merecen toda nuestra admiración pues, con las solas luces de la razón, han desarrollado su inteligencia al servicio de la sociedad. La pregunta que queda pendiente es: ¿Dónde hubieran llegado esas personas tan inteligentes de haber sido movidas por el amor y temor de Dios?


La Tribuna de Albacete (19/12/2012)

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Cómo salir de un laberinto

La tensión entre ciencia, razón y fe
inevitablemente ha de encender alguna chispa.
El diálogo, bien llevado, transformará las chispas en luz.


Estamos en el laberinto más grande del mundo, dentro de un gigantesco parque temático. Nuestros protagonistas son un teólogo (Tomás), un filósofo (Immanuel) y un científico (Albert). Mientras caminan entre los setos discuten acaloradamente sobre la primacía entre ciencia, razón y fe. De ello han de disertar esa misma noche en una tertulia universitaria. Enmudecen cuando alguien mira el reloj y se percata de que el parque lleva cerrado más de una hora. ¿Cómo llegarán a la salida del laberinto y cómo franquearán la puerta? A partir de ese momento el diálogo prosiguió así.
Albert - Según mis cálculos… estamos perdidos. Y, lo que es peor, como nadie lo sabe nadie vendrá a buscarnos. Tampoco tiene sentido buscar la salida. No se puede demostrar científicamente su existencia ...  por tanto, no existe.
Immanuel ¿Pero no eras tú el que decías que la ciencia es lo único que aporta soluciones certeras a problemas concretos? ¡Ya lo vemos! Suerte tiene el mundo de disponer de filósofos que desvelan el "por qué" de las cosas y dan sentido al mundo donde nos ha tocado vivir.
Albert- ¿Y lo habéis encontrado?
Immanuel- ¡Qué más quisiéramos! Ciertamente no tiene sentido pasar una noche de invierno en un laberinto como este. Pero, ¿qué ganaríamos con volver al mundo que no deja de ser otro laberinto sin salida? Perdonad que me ponga trágico. Yo antes presumía de ser optimista. Las canas me han convencido que los pesimistas son (somos) optimistas bien informados.
Tomás-   Ese pesimismo paralizante viene de pasaros la vida mirando al suelo; o al ombligo, que es peor. ¿Por qué no levantáis de vez en cuando la mirada al cielo? Al abrir la razón a la fe los teólogos descubrimos que  todas las vidas tienen sentido y todos los laberintos, salida. “Por construcción”, que diría Albert. El problema es que cada uno ha de utilizar su razón y experiencia para encontrar su salida y …
Immanuel- … Y no existe.
Tomás- … y son pocos los que actúan consecuentemente. La verdad es muy exigente.  
Albert- Me gustan las palabras que has empleado “razón y experiencia”. Son los mismos ingredientes que utilizamos los científicos. También los filósofos, ¿no? Ya tenemos dos columnas sobre las que construir juntos. ¿No podríamos utilizarlas para salir cuanto antes de este laberinto?
Immanuel- ¿Se me ocurre construir una torre humana para tener una visión global del laberinto. Por favor, no volvamos a enzarzarnos con cuestiones de primacía. Tomás que es el más gordo se pone debajo; tú, Albert, encima de mis hombros.
Albert- ¡Qué buena idea habéis tenido! Desde esta atalaya compruebo que apenas tres metros nos separan de la puerta de salida.
Hicieron un boquete en el seto y en unos minutos llegaron a la verja. Desde allí se pusieron a gritar. Al principio nadie les oía. Pero cuando  unieron sus voces consiguieron llamar la atención de un transeúnte. No había transcurrido una hora cuando alguien les abrió la  puerta y les condujo a la sede del congreso sobre “ciencia, razón y fe”.  Allí, un auditorio sediento de sangre esperaba el enfrentamiento entre un científico, un filósofo y un teólogo.  Para su sorpresa, los tres intelectuales empezaron reconociendo que era absurdo pelearse siendo que se movían en tres planos distintos. Lo que sí podían y debían hacer, concluyeron, era auparse unos a otros para tener una mejor visión de conjunto. 
 La tensión entre ciencia, razón y fe, tanto a escala social como individual, inevitablemente ha de encender alguna chispa. El diálogo, bien llevado, transformará las chispas en luz. Este es el reto asumido por el grupo Universitas que en sus primeras jornadas analizará diferentes maneras de cerrar el triángulo “ciencia, razón y fe”.  Será en la Facultad de Educación de Albacete (UCLM) el día 14 de diciembre a partir de las 9 horas.

La Tribuna de Albacete (12/12/2012) 

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Tres lecciones liberales para economistas keynesianos

Quienes tratan de controlar la economía desde arriba,
harían bien en recordar que no son dioses omniscientes y omnipotentes

La semana anterior analizábamos los rasgos principales de la visión keynesiana que los liberales harían bien en tener en cuenta. Keynes puso en evidencia que las economías capitalistas están limitadas por la demanda y sometidas a una incertidumbre fundamental. El resultado es la infrautilización de la capacidad productiva como norma y, de vez en cuando, una crisis general que suele tener su origen en el sector financiero. Pese a las apariencias, el mensaje keynesiano es profundamente optimista. A su entender el sector público puede y debe suplir las deficiencias de la iniciativa privada, sosteniendo a la demanda agregada en épocas de recesión y creando las instituciones que den estabilidad al sistema.
                Hasta aquí muchos podemos estar de acuerdo. Más difícil resulta digerir la pretensión del keynesianismo vulgar de controlar la economía desde arriba, como si de una máquina se tratara. Algunos textos de política económica más bien parecen manuales para fontaneros. El Estado se supone permanentemente envuelto en el circuito económico aumentando la presión en algunos tramos e incrustando válvulas de escape en otros. Phillips, aquel ingeniero y economista que dio el nombre a la famosa curva que relaciona la tasa de inflación con la tasa de desempleo, llegó a construir una máquina de vapor para explicar a sus alumnos el ciclo económico.
Ignoraba Phillips que los elementos que operan en ambos circuitos son muy diferentes. Ni el acero ni los electrones del circuito hidráulico tienen inteligencia ni voluntad.  Los agentes económicos sí la tienen y pueden utilizarla para escapar de los políticos. La curva de Laffer ilustra como una subida de los tipos impositivos puede llevar a una caída de la recaudación fiscal. Para evitara impuestos confiscatorios los ricos huirán a otros lugares o, simplemente, defraudarán al fisco. Muchos ciudadanos de a pie también perderán sus incentivos al trabajo, el ahorro y la inversión, que es la fuente de la renta y de la recaudación.
Los políticos intervencionistas responden a estas actitudes reforzando los controles y aumentando los estímulos a base de subvenciones y exenciones fiscales. Con el tiempo, la economía acaba atrapada por una maraña de reglamentos y subvenciones. Los mejores talentos de la economía no se dedican a crear riqueza sino a “cazarla”, es decir a conseguir exenciones fiscales, subvenciones y normas favorables. Son los “buscadores de rentas” a los que se refirió Gordon Tullock. Nos introducen en una economía pirata donde un grupo cada vez más restringido de personas crean la riqueza que será apropiada por el Estado para alimentar a sus huestes de funcionarios y, a continuación, redistribuir el remanente entre los cazadores de recompensas.
James Buchanan, premio Nobel de economía en 1986, llamó la atención sobre otra incongruencia de los planteamientos intervencionistas. Los manuales de economía asumen que los consumidores tratan de maximizar su utilidad y los empresarios sus beneficios. Sin embargo, en el último capítulo del manual, el relativo a la política económica, cambian de chips y asumen que los gestores públicos buscan el interés general y sólo eso. Aunque la mayoría de los políticos descartaran el enriquecimiento particular por métodos ilegales, seguirían teniendo objetivos personales. ¿Acaso no buscan llegar al poder, aumentar el poder y perpetuarse en el poder? Para conseguirlo no dudarán en multiplicar las subvenciones en los años electorales. El resultado no puede ser otro que un déficit desbocado que pesará como una lápida sobre los gobiernos y generaciones venideras.
Estas tres lecciones liberales se resumen en una: humildad. Los economistas keynesianos y, en general, todas las corrientes proclives a dirigir la economía y sociedad desde arriba, harían bien en recordar cada día que no son dioses omniscientes y omnipotentes. Sus diagnósticos se basan, por necesidad, en un conocimiento limitado de los hechos; su capacidad de controlar las variables económicas y la actividad de los agentes, todavía es más limitada. El hecho de que un político cuente con la bendición de las urnas no le hace santo, ni le da capacidad de hacer milagros. 

La Tribuna de Albacete (5/12/2012)

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Tres lecciones keynesianas para economistas liberales

En una situación de “incertidumbre fundamental” es lógico que los empresarios 
extremen la prudencia y administren sus inversiones con cuentagotas

                La semana pasada nos lamentábamos de la pérdida de la capacidad de diálogo a la que parece abocada la especie humana. En estos momentos, cuando el terreno económico se desmorona bajo nuestros pies, me preocupa recuperar el diálogo entre los dos enfoques típicos de la economía: el intervencionista y el liberal. Son ellos quienes controlan, con mayor o menor éxito, los centros de poder: los think-tank donde se generan las nuevas ideas y los organismos que deciden como llevarlas a la práctica. Unos y otros harían ver en escuchar con sosiego las críticas y los argumentos del contendiente. Seguro que encontrarían alguna pepita de oro con la que pueden enriquecer su paradigma sin renunciar a sus principios ni a su labor crítica.
                Los liberales prefieren construir el mundo de abajo arriba. Confían en la potencialidad de la iniciativa privada cuando actúa de forma libre y responsable, es decir, cuando interioriza los beneficios derivados de su conducta y asume los fracasos y perjuicios atribuibles a la misma. Me parece un buen punto de partida. El peligro de este planteamiento consiste en creer que, dejada a sí misma, la economía tiende al equilibrio de pleno empleo y garantiza una asignación perfecta de los escasos recursos de la sociedad. Estos economistas harían bien en pensar sobre tres de los mensajes de lanzó Keynes en su “Teoría general del empleo, el interés y el dinero” y que resumiremos a continuación.
                La piedra angular de la teoría keynesiana se llama “principio de la demanda efectiva”. El nivel de producción de equilibrio en un momento dado no depende de la capacidad productiva sino de la demanda esperada a precios normales. Imaginemos una economía que cuenta 25 millones de trabajadores capaces de utilizar la maquinaria instalada para producir bienes y servicios por valor de 1,25 billones de euros.  Pues bien, si la demanda esperada por los empresarios a precios normales se reduce a 1 billón d euros, ese será el nivel de producción de equilibrio por más que un 25% de la población activa quede desempleada. El desempleo no afecta a la cuenta de resultados de las empresas y como son ellas las que manejan las riendas de la economía, no hemos de esperar que sea reabsorbido automáticamente. ¿Hace falta que pongamos ejemplos?
                “La fragilidad financiera del capitalismo” es la segunda lección a tener en cuenta. En el mundo de los negocios se ponen al mismo nivel la inversión productiva y la financiera. ¡Craso error! La inversión productiva está destinada a producir bienes y servicios, cuya venta generará unos beneficios. De esa inversión y solo de ella surgen los nuevos puestos de trabajo. La inversión financiera busca la rentabilidad resultante de los dividendos (que son un parte de los beneficios) pero también las plusvalías que resultan de la especulación. La “financialización” de la economía va en aumento y amenaza con convertir al sistema financiero en una máquina de generar burbujas especulativas que dañan a la economía real tanto cuando se inflan como cuando estallan. Si estas compras especulativas se financian con crédito tendremos, además, una deuda ingente que acabará convirtiéndose en la peor losa para la recuperación económica. ¿Hace falta que pongamos ejemplos?
                Los economistas convencionales insisten que estas crisis recurrentes son propias de economías donde los agentes no actúan de manera racional y donde las instituciones económicas rompen la flexibilidad propia del mercado. Sí y no. Los mayores esfuerzos de Keynes fueron precisamente dirigidos a demostrar que el equilibrio con desempleo y las burbujas financieras eran el resultado normal de mercados normales donde actuaban agentes racionales. El problema de fondo es que estos agentes están sometidos a una “incertidumbre fundamental” sobre el futuro y que esta incertidumbre provoca una parálisis contagiosa. En una situación tan crítica como la actual es lógico esperar que los empresarios extremen la prudencia y administren sus inversiones con cuentagotas. Ahora bien, si la mayoría de los empresarios actúa con esta lógica, la inversión productiva será incapaz de absorber el ahorro. El sistema entrará en una espiral de contracciones sucesivas que nos llevarán a una recesión tan grave como la que estamos padeciendo. En la bicicleta, si no pedaleas caes. En economía, si no hay inversión productiva la recesión es inevitable. ¿Hace falta que pongamos ejemplos?

La Tribuna de Albacete (28/11/2012)

lunes, 19 de noviembre de 2012

¡¿Es posible el diálogo?!

Basta un pequeño sesgo ideológico para impedir que dos personas se escuchen
y se enriquezcan mutuamente

                La capacidad de dialogar es uno de los atributos de la especie humana. ¡Lástima que se utilice tan poco y que, por falta de uso, se esté atrofiando! Mi clase de COU (eso fue en el pasado milenio) se prestó como conejillo de indias para un experimento de psicólogos.  Nos emparejaron y nos dieron un tema de discusión con una regla clara de conducta: antes de exponer tus propias ideas debías resumir la intervención del otro y responder a las preguntas concretas que te había formulado. ¿Sencillo, verdad? Pues todas las parejas quedaron atascadas. Cuando oíamos el resumen que el rival hacía de nuestra intervención nos parecía que, por ignorancia o malicia, estaba malinterpretando nuestras palabras.
¿Se imaginan ustedes lo que ocurriría en el Congreso si las intervenciones de sus señorías pasaran por ese cedazo?  En el Parlamento se “parla” mucho; se escucha poco. ¿Para qué escuchar –dirán algunos–  a fin de cuentas lo único que importa es el resultado de la votación final? Me temo que los señores de negro que andan mirando donde recortar gastos pronto descubrirán un gran filón en los órganos de participación democrática. En lugar de pagar sueldos y dietas a 100, 200 ó 400 diputados bastaría con dar un mando a distancia al líder de cada partido político y asignarle un peso equivalente al número de escaños que le corresponde.  
La prueba más sangrante de la incapacidad de diálogo se aprecia en los debates televisivos “cara a cara” entre los candidatos a la presidencia de cualquier país. Entiendo que lo único que podría medirse objetivamente en esos debates es la capacidad de diálogo de los contrincantes. ¿Se ha enterado de las críticas que le lanzaba el adversario? ¿Ha respondido a sus preguntas?  ¡Mal presidente será el que suspenda en ambas facetas! Y, sin embargo, esos debates “cara a cara”, que tanto influyen en el voto de los indecisos, los suele ganar el más caradura: el que no tiene reparo en cortar al otro sin respetar el turno de palabra; el que es capaz de mentir sin fruncir el ceño. 
Por supuesto, el problema del diálogo no es exclusivo de la clase política. El lugar de una coma en el Credo ha dado lugar a disputas milenarias entre las iglesias. Una palabra del Credo (el famoso “filioque” aprobado en el primer Concilio de Toledo del año 397) acabó causando el cisma de la Iglesia de Oriente (en 1054) que se autoproclamó “Ortodoxa”.  Mil años hubieron de pasar hasta que Joseph Ratzinger, a la sazón Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, propusiera la eliminación de tan controvertida e insignificante palabra.
En el mundo científico nos hemos especializado de tal manera que resulta difícil dialogar con el profesor que ocupa el despacho de enfrente. Un economista teórico tiene poco que comunicar y aprender de otro economista que ha fijado su atención en los aspectos institucionales. Dos economistas teóricos están condenados al aislamiento si uno se especializa en microeconomía y otro en macroeconomía. ¿Estará asegurado el entendimiento o, al menos, el diálogo, entre esas dos macroeconomistas que estudian la crisis económica, que comparten despacho y que corren el riesgo de perderlo a causa de esa crisis? Pues ni siquiera eso.  Basta un pequeño sesgo ideológico para impedir que los dos se escuchen y se enriquezcan mutuamente. Si tan difícil resulta el diálogo entre dos economistas, ¿qué diremos entre un jurista y un literato? ¿O entre un biólogo y un filósofo?  Sólo es posible hablar del tiempo.
Me resisto a creer que sea imposible encontrar puntos de intersección de mayor calado y utilidad. O que un diálogo sincero y amigable no pueda enriquecer a dos economistas de diferente formación, a dos políticos que militan en partidos distingos o a dos ciudadanos procedentes de sendas matrices ideológicas. Una de las labores pendientes en la universidad y en los medios de comunicación (me refiero a los auténticos intelectuales) es la de crear lugares de encuentro y diálogo, lugares desde donde se tiendan puentes. Más de uno quedará sorprendido al comprobar que lo que ellos “consideraban posiciones extremas” apenas estaban separadas por unos centímetros.

La Tribuna de Albacete (21/11/2012)

lunes, 12 de noviembre de 2012

Espirales secesionistas (seis años después)

En su huida desesperada para tapar sus vergüenzas
y arrancar un puñado de votos a su izquierda...


Estoy de viaje. No tengo tiempo para redactar un artículo “de nueva planta”. ¿Servirá alguno de los publicados en la Tribuna de Albacete en estos seis largos años?  Por supuesto, habría de tratarse de un tema de rabiosa actualidad. Pienso en el tema del separatismo al que dediqué alguno de mis primeras reflexiones. Encuentro en mi ordenador éste artículo, publicado el 1 de febrero de 2006. Dice así...
Cuando alguien te regala un cachorro surgen, inevitablemente, algunas preguntas: ¿cómo será de mayor?,  ¿cabrá en esta casa?, ¿alcanzará mi renta para darle de comer?   El proyecto de Estatuto catalán (y los que se avecinan) despiertan interrogantes similares. Si los españoles estuviéramos discutiendo el cambio constitucional a un modelo federal habría opiniones de todo tipo, pero no incertidumbre en lo fundamental. Un federalismo maduro, como el estadounidense o el alemán, no presenta peligros de secesión. El Estatut, en cambio, adolece de esa incertidumbre fundamental tanto por su contenido literal como por el contexto donde ha surgido y va a desarrollarse. Ponentes y enmendantes, políticos y ciudadanos, todos debiéramos ser conscientes de las espirales secesionistas que están actuando en la política española y van a condicionar el desarrollo de los estatutos.  
La primera espiral se explica por la dinámica de los partidos nacionalistas (y sus adláteres).  Un partido nacionalista se justifica llevando sus demandas de autonomía siempre un poco más allá de lo que resulta admisible para los partidos de ámbito estatal. Llegará un momento que lo único novedoso que puedan reclamar es la independencia.  En el caso de un partido moderado como CiU, este proceso podría haberse retrasado “ad calendas grecas”.   Pero se consumará en pocos lustros si el PSC basa su estrategia electoral en ser tan nacionalista como CiU, y esta coalición mantiene su pauta de exigir siempre un poco más.
La segunda espiral está alimentada por el mimetismo regional.  El Presidente de Baleares ya lo ha dejado claro: “Nosotros esperaremos a que se apruebe el estatuto de Cataluña... para exigir lo mismo”.  Muchos nacionalistas se conformarían con el reconocimiento de sus singularidades histórico–culturales, más alguna prerrogativa institucional que les haga sentir diferentes. Este afán diferenciador no podrá satisfacerse e irá “in crescendo” si el resto de comunidades reclaman prerrogativas similares. ¿Y qué argumentos existirán para negárselas?
La tercera espiral tiene bases culturales y dimensión generacional. Los redactores de la Constitución española de 1978 y de los estatutos que le siguieron estaban convencidos que aplacarían definitivamente las ansias de independencia política. La experiencia ha demostrado lo contrario. Cada generación parece acumular más odio a lo español (y a las regiones vecinas).  La descentralización de las competencias educativas y el control político de los medios de comunicación regionales han jugado un papel decisivo. No deja de ser curioso que cuando los nacionalistas más radicales han entrado en coaliciones gubernamentales han exigido las carteras de cultura y educación, acelerando así el proceso de deslealtad institucional.
            La evolución del  sistema de reparto fiscal apunta en la misma dirección. La participación de las Comunidades Autónomas en el IRPF recaudado en cada territorio, pasó del 15 al 33 por cien hace unos años. En los pactos de la semana pasada se ha elevado al 50 y extendido al resto de impuestos. “Y esto es sólo el primer paso”, advierten.  El Estado español cada vez hará menos cosas pues tendrá menos dinero para financiarlas. Tarde o temprano surgirá una pregunta cargada de lógica: ¿Para qué queremos un Estado que no hace nada?
               … Hasta aquí el texto publicado en el 2006. En apenas seis años (¡que ingenuo era yo al pensar en lustros!) la mecha del independentismo ha prendido en las altas esferas de la política catalana. Esto sólo lo podía hacer un partido mayoritario como CiU. Y lo ha hecho en su huida desesperada para ocultar sus vergüenzas y arrancar un puñado más de votos a su izquierda. Al margen de estos réditos electorales, me pregunto si Artur Mas habrá sopesado los costes para Cataluña? ¿Lo harán los electores catalanes el próximo 25 de noviembre?

La tribuna de Albacete (14/11/2012)

miércoles, 7 de noviembre de 2012

De deudas, arenas movedizas y rescates

Sabrás que has caído en la trampa de la deuda cuando,
hagas lo que hagas, acabas más endeudado … y a un interés creciente

                Sabrás si has caído en la trampa de la deuda cuando, hagas lo que hagas, acabas más endeudado … y a un interés creciente. Los españoles (familias, empresas, bancos y administraciones públicas) sabemos mucho de eso.
                La trampa de la deuda se asemeja a las arenas movedizas. Ambas situaciones se caracterizan por el mismo trágico sino (hagas lo que hagas acabas más atrapado) y por la necesidad de un rescatador externo. Los exploradores que han tenido la desgracia de adentrarse en arenas movedizas tienen dos opciones, a cada cual peor.  Si permanecen inmóviles se hundirán inexorablemente; pero si se empeñan en escapar corriendo también acabarán hundidos, además de agotados. La ayuda mutua entre los náufragos de arenas movedizas sirve de poco. El salvador ha de venir de fuera. Desde terreno firme, alguien de un peso considerable ha de lanzar una cuerda a la que los náufragos puedan agarrarse. La solución definitiva requiere el drenaje del terreno.  
                La traslación del símil al terreno económico es evidente. Imaginemos que, en la situación actual, y tras leer a Keynes, el Ministro de Economía trata de dinamizar la economía española con un nuevo plan “E” de inversiones públicas y/o transferencias sociales. El déficit público se dispararía y otro tanto ocurriría con la prima de riesgo y los tipos de interés. La magia del multiplicador keynesiano desaparece en una economía altamente endeudada. Por una parte, la carga de la deuda reduce la deuda disponible de donde nace el consumo inducido. Por otra, la misma propensión al consumo (y por ende el multiplicador) se reducen cuando casi todas las familias están obsesionadas por reducir deudas.
                Los efectos de la vía alternativa, llamémosle austeridad, no son mejores. Al reducir el gasto público se reduce la demanda agregada y con ella la renta y los impuestos. Si para cerrar el círculo se aprueban nuevos impuestos el resultado puede ser todavía pero para las arcas públicas y la economía privada. El aumento del IVA puede acabar en una pérdida de la recaudación si la producción y el empleo siguen en caída libre. El 22% de cero es cero (estoy pensando en el nuevo tipo del IVA aplicado a las nuevas viviendas).
                La ayuda mutua entre los agentes económicos del mismo país suele ser insuficiente, cuando no perniciosa. Sabemos que la crisis financiera internacional se fraguó en las finanzas. Los bancos reclamaron la ayuda del gobierno, arrastrando al pozo de la deuda a más de uno. Islandia e Irlanda constituyen los casos más llamativos. En el sur de Europa fueron los bancos quienes socorrieron a sus respectivos gobiernos quedando ellos atrapados antes de conseguir el objetivo. En España tenemos experiencias para todos los gustos; en cinco años hemos pasado de una crisis de deuda privada a otra de deuda pública para acabar en una crisis bancaria
                Como en arenas movedizas, el rescatador ha de venir de fuera. En la vieja Europa, este no puede ser otro que la UE y, más concretamente, el BCE. No basta cualquier tipo de actuación. Los rescates orquestados por la UE y el FMI hasta la fecha (dos a Grecia y uno a Portugal e Irlanda) son como una cuerda floja que te permite agarrarte y sacar el cuello de vez en cuando; nada de despegar. La liberación auténtica requiere un drenaje en condiciones del terreno financiero. El BCE debería comprar en el mercado secundario y a los actuales precios de saldo, la deuda soberana de los países entrampados, al menos la que está en manos extranjeras. El siguiente paso sería reestructurarla para que todos puedan pagarla (no para exonerar a los pródigos). Los estados deberían devolver el 100% de sus préstamos pero no 3 años al 6% de interés, sino en 20 años al 3% original. Sólo a partir de ese momento el Estado podría empezar a pensar en la consolidación fiscal y ésta dejaría de ser una losa para la recuperación de la economía privada. Sólo a partir de este momento la economía española podría reemprender una senda de crecimiento financieramente sostenible.

La Tribuna de Albacete (7/11/2012)

miércoles, 31 de octubre de 2012

Tareas del Estado español ante las trampas del independentismo

En caso de secesiones ilegales, los nuevos estados soberanos
ni siquiera tendrían derecho a solicitar la integración en la UE

Las elecciones vascas del 21 de octubre se saldaron con una mayoría holgada de las fuerzas independentistas, donde ya se incluye el PNV de Urkullu. En las elecciones convocadas en Cataluña el próximo 25 de noviembre, las fuerzas independentistas también conseguirán mayoría absoluta. El Presidente Artur Mas lleva en el programa electoral de su partido (CiU) la convocatoria de un referéndum con la siguiente pregunta: “Desea usted que Cataluña sea un nuevo Estado de la Unión Europea?”
Hasta aquí nada anormal en el ambiente electoral de un estado democrático. Cada partido puede escribir lo que quiera en su programa. Lo que no debiera faltar es una respuesta contundente del resto de partidos políticos desvelando las propuestas absurdas, utópicas y/o ilegales, y poniendo, negro sobre blanco, las nefastas consecuencias que se siguen de ellas. El Gobierno español, por su parte y al margen del color político que tenga en cada momento, debiera desmontar las falacias e ilegalidades en que se basa el discurso independentista.  No menos importante es implicar a la UE en un proceso que también es vital para ella.
El primer punto que el Gobierno español y los partidos mayoritarios deben poner de manifiesto es que en España existe el derecho a decidir y la obligación de decidir conforme a derecho. La escisión de una parte de su territorio no es imposible, pero para conseguirlo habría que empezar por reformar la Constitución de 1978. A los independentistas no hay que recriminarles por sus objetivos sino por los métodos. La primera pregunta que habría que hacer al Sr Urkullu y al Sr Mas es si están dispuestos a aceptar las reglas del Estado de Derecho, quintaesencia de la civilización occidental.
El segundo punto que el Gobierno debiera aclarar a los ciudadanos vascos y catalanes es que los territorios escindidos no forman parte de la UE. Varios líderes de la UE, incluido su Presidente, Durao Barroso, han recordado que esta fue la opinión vertida por los juristas de la UE a una cuestión similar a la que ahora está sobre el tapete. Los nuevos estados soberanos, concluyen estos informes, estarían obligados a iniciar los trámites de integración que pasan por el visto bueno de todos y cada uno de los estados miembros. La pregunta del referéndum de Mas esconde, por tanto, una trampa para los catalanes: les pide que voten algo sobre lo que no tienen derecho a tomar una decisión. La decepción generará un malestar social difícil de encauzar. Ya hemos tenido una experiencia amarga en el Estatut de Catalunya de 2006 que fue sometido a referéndum antes de que se pronunciara el Tribunal Constitucional. Éste abrió una herida, que todavía sigue sangrando, cuando cuatro años después declaró inconstitucionales alguno de sus artículos.
El Gobierno español debiera viajar con urgencia a Bruselas y pedir al Parlamento que diera rango legal a la resolución que acabamos de comentar. De paso convendría aprobar otra norma del siguiente tenor: “En caso de secesiones ilegales, los nuevos estados soberanos ni siquiera tendrían derecho a solicitar la integración en la UE y a participar en su mercado único”. Entiendo que esta conclusión también puede deducirse de la legislación europea vigente. Pero para evitar que la ciudadanía sea engañada con argumentos falaces y promesas imposibles, habría que dejarla por escrito.  Cuanto antes mejor.
               La primera y principal tarea del Gobierno consiste convencer a los líderes europeos que lo que se está jugando es la supervivencia de los actuales Estados europeos y, por ende, de la UE. Si no atajan con energía y rapidez los movimientos independentistas ilegales, la balcanización de Europa será inevitable. Cualquier líder político de una región, provincia o municipio se animará a airear la bandera independentista cuando descubra que puede obtener rédito político en las próximas elecciones y, con un poco de suerte, pasar a los anales de la historia como “Míster X, el libertador”. Cualquier comunidad política (municipios incluidos) podría votar a favor de la independencia en un referéndum que les promete menos cargas fiscales y más puestos de trabajo (… en las embajadas). La dimensión del territorio, vocearán los independentistas, no es un obstáculo. Ahí están el Principado de Andorra y la República de San Marino para probarlo.

La Tribuna de Albacete (31/10/2012)

jueves, 25 de octubre de 2012

Carta al Ministro de Educación

Adviértales que lo único que perderán es el poder de utilizar la escuela 
como un instrumento de manipulación ideológica.
                
Estimado (aunque cada vez por menos gente) Sr. Wert:
¿Qué hace una persona como usted en un lugar como este? ¿Qué hace en un terreno tan resbaladizo un intelectual que ha sido premio extraordinario de licenciatura, domina varios idiomas y ha dirigido centros europeos de opinión? ¿Qué hace usted en un lugar como la política española donde buena parte de sus protagonistas siguen anclados en la Edad Media y cuando miran al futuro no son capaces de sobrepasar las próximas elecciones? Idiomas, ¿para qué? Para serle sincero, lo que más me llama la atención es que siendo usted un especialista en sociología política y en medios de comunicación de masas no sepa transmitir sus ideas directamente al gran público.
Su última sentencia, la de “españolizar a los niños catalanes”, ha levantado ampollas en Cataluña. Y con razón. “Se trata –ha aclarado posteriormente– de que los niños se sientan orgullosos de ser catalanes y españoles al mismo tiempo; de compensar la catalanización que han sufrido durante tres largas décadas”. Lamentablemente, este tipo de aclaraciones no interesa a los nacionalistas, por más que usted las explique en catalán. Para ellos es evidente que catalanizar en un derecho histórico; mientras que españolizar fue un crimen del pasado franquista y lo seguirá siendo.  ¿No es usted capaz de desmontar la falacia de estos argumentos?
En mi opinión, Sr. Wert, es usted demasiado claro en sus propuestas y demasiado ingenuo y timorato en la ejecución de las mismas. Para llegar a buen puerto, las dos cosas habrían de avanzar a la par. Estoy recordando su primer discurso donde denunció la manipulación ideológica que se ejercía desde la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La conclusión que todos esperábamos era: “La asignatura queda suprimida”. Pero no, usted se limitó a cambiar el nombre y asegurarnos que la liberaría de contenidos controvertidos. Seamos realistas, si de verdad queremos alejar la ideología de las aulas hay que eliminar esas disciplinas que, careciendo de un contenido objetivo, se prestan a ser utilizadas para delimitar la nueva frontera entre el bien y el mal; o para enfrentar a los buenos y los malos de la historia.  
Admito que la transmisión de un sistema de valores forma parte de la tarea educativa y que es muy difícil separar la ciencia de la creencia. Razón de más para impedir que los políticos se entrometan en la educación moral e ideológica de esos niños y adolescentes que ellos ven como “futuros votantes”. El “cheque escolar” es lo único que puede poner un poco de claridad y rigor. Mi consejo, Sr. Ministro, es que en nombre de la libertad y del derecho constitucional que asiste a los padres, imponga el sistema de cheque escolar en todo el territorio nacional. Cualquier persona o institución (pública o privada) tendría el derecho a fundar un colegio donde se proyecta un sistema concreto de valores o ninguno. Y donde se emplea como lengua vehicular el castellano, el catalán, el inglés o todas a la vez. Cualquier familia, tendría el derecho de llevar a sus hijos al centro educativo que le mereciera más confianza, entregándole al director el cheque correspondiente. ¿Se imagina usted cuántas instancias recibirían los centros cuyo objetivo fuera catalanizar o españolizar a los niños?
              La competencia entre centros elevaría la calidad de la enseñanza como ha ocurrido en todos los sectores. No le garantizo, en cambio, que amainen las críticas. A las que hoy le llueven desde los partidos nacionalistas, se sumarán las provenientes del PSOE y las de algunos sectores de su propio partido. A ningún político le gusta perder cuotas de poder. Para tranquilizar a los consejeros de educación, habrá de recordarles que ellos pueden seguir fijando los contenidos mínimos de las diferentes materias, amén de las reválidas que verifiquen su cumplimiento. Adviértales que lo único que perderán es el poder de utilizar la escuela como un instrumento de manipulación ideológica, a escondidas de los padres o en contra de su voluntad. ¿Hay alguien que desee ese maligno poder?

La Tribuna de Albacete (24/10/2012)

miércoles, 17 de octubre de 2012

Premio Nobel de la Paz para la Unión Europea

Quienes critican el Nobel del 2012
demuestran una ignorancia supina de la historia europea.

“El el Premio Nobel de la Paz 2012 se ha adjudicado a la Unión Europea por su contribución a la paz y la reconciliación, a la democracia y los derechos humanos en Europa desde hace más de seis décadas”. Thorbjörn Jagland, presidente del Comité Noruego del Nobel concluyó su discurso recordando que “La UE había transformado Europa de un continente de guerras a un continente de paz”.
No es una más de tantas frases bonitas. En sus 62 años de vida las instituciones europeas han cometido muchos pecados de acción y omisión. Evidente. Pero más evidente y digno de valoración es su contribución a la paz en un continente que ha estado siempre en pie de guerra. De una escalada belicista que llegó a dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX. La tercera, probablemente sería la última. Quienes critican el Nobel del 2012 demuestran una ignorancia supina de la historia europea.
                Históricamente, las estrategias europeas por la paz han oscilado en dos direcciones. Unos estadistas buscaron un equilibrio de poderes que disuadiera el uso de la fuerza. Lo único que consiguió fue eternizar las guerras. ¿Se imaginan ustedes una guerra de treinta años o de cien?  Pues las hubo. Julio César, Carlo Magno, Napoleón y Hítler entendieron que solo creando un gran imperio (bajo su dirección, claro está) la paz estaría asegurada. Sus guerras fueron más cortas, pero más sangrientas. La UE representa un cambio de estrategia. Su objetivo es crear una comunidad de intereses tan fuerte que ningún país deseara la guerra, aunque solo fuera por la evidencia de que tendría mucho que perder y poco que ganar.
                La idea partió de un francés, Robert Schuman, cuyo apellido refleja bien que en Europa siempre ha habido una mezcla de razas y nacionalidades que estaban condenadas a convivir. En su calidad de Ministro de Exteriores del General De Gaulle (aun sin pertenecer al mismo partido) se entrevistó a menudo con los presidentes de Alemania occidental (Konrad Adenauer) y de Italia (Alcide de Gaspari). Les unía el objetivo de la paz como bien supremo y la fe católica como fuente de inspiración. No estamos hablando de una fe superficial; tanto Schuman como de Gaspari están en proceso de beatificación. Conscientes que las minas de Alsacia y Lorena habían sido un foco histórico de conflictos políticos propusieron crear un ente supranacional que las gestionara. Así se constituyó la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) en 1951, embrión de la actual UE.
Al comprobar que la población europea acogió de buen grado la cesión de soberanía y que el mismo De Gaulle (chauvinista donde los haya) deseaba colgarse la idea de la CECA como mérito propio, los padres de Europa se animaron a crear un mercado único con aranceles únicos y una política agraria común. Fue un proceso in crescendo tanto por el número de países miembros como por las competencias transferidas a las autoridades europeas. El Tratado de Roma de 1957 aprobó la Comunidad Económica Europea (CEE) para los seis países originarios, a los que pronto se añadirían otros seis. El Acta Única de 1986 refuerza la autoridad europea tras la incorporación de Grecia, España y Portugal. El Tratado de Maastrich de 1992 crea la actual Unión Europea que ha crecido hasta 27 Estados tras la incorporación de los países de Europa del Este.
                En un mundo donde las fuerzas centrífugas y las tentaciones separatistas han estado siempre a flor de piel y han sido motivo de continuas guerras, la UE ha sabido crear unos valores por los que vale la pena ceder parte de la soberanía nacional y unas instituciones donde los enfrentamientos sólo son verbales y con sordina (el traductor nunca habla enfadado).
                El Nobel de la Paz de 2012 debe recordarnos a los europeos que la naturaleza humana es frágil e inclinada a la violencia.  Y ha de ser un motivo de esperanza. Si hemos sido capaces de vivir en paz durante 60 años, ¿no podremos continuar en ella durante 60 veces 60 años?

La Tribuna de Albacete (17/10/2012)

miércoles, 10 de octubre de 2012

San Juan de Ávila, un manchego universal

Los santos son el mejor regalo de la Iglesia a la humanidad.
Todavía más cuando a la santidad personal se une la sabiduría.


Siete de octubre de 2012. No es un domingo cualquiera. La plaza del Vaticano está a rebosar. ¡Y mira que es grande!  Benedicto XVI se dispone a declarar a San Juan de Ávila doctor de la Iglesia Universal. Entre la multitud sobresale una pancarta de Almodóvar del Campo, pueblo de Ciudad Real donde nació el Santo como regalo de Reyes del año 1500. También de Montilla (Córdoba), donde murió el 10 de mayo de 1569. Otro estandarte reza: “Los seminaristas de Córdoba, al apóstol de Andalucía”. Varios centenares de personas, en su mayoría jóvenes, pintan el paisaje con unas pañoletas naranja donde se lee: “Obra de San Juan de Ávila”. ¡Quinientos años después, el santo continúa vivo y operante!  Lo será todavía más a partir de hoy cuando su nombre pase a formar parte del reducido grupo de doctores.  Hasta el momento sólo había tres españoles: San Isidoro de Sevilla, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
                San Juan de Ávila era hijo único de una familia acomodada.  Realizó brillantes estudios legales en la Universidad de Salamanca y teológicos en la de Alcalá. Ordenado sacerdote, y ya fallecidos sus padres, repartió toda su hacienda a los pobres y se fue a Sevilla deseoso de misionar en tierras americanas. No llegó a embarcarse. El arzobispo de Sevilla le convenció que las gentes de Andalucía también requerían de un predicador de su talla. Con razón el Papa invitó a considerar el ejemplo del apóstol de Andalucía a los cientos de obispos allí congregados para el Sínodo sobre la Nueva Evangelización.  
                Esta misma semana se celebrará el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. San Juan de Ávila puede considerarse precursor del mismo en uno de sus puntos centrales: la llamada universal a la santidad. El santo insiste que el camino es empinado pero no complicado. “Los pies con que nuestra alma se mueve son el examen y la oración. Con los primero se va al conocimiento propio; con el segundo, al amor de Dios y del prójimo”. Insiste, por una parte, en que “toda felicidad y aprovechamiento de un alma está en conocerse y enmendarse”. Recuerda, por otra, que necesitamos y podemos contar con la ayuda divina: “Los que quieren valerse con tener cuidado de sí en hacer cosas agradables a Dios y no curan de tener oración, con una sola mano nadan, con una sola mano pelean y con un solo pie andan”.  
                El manchego tuvo palabras para todos. Se acercaron a pedirle consejo los grandes santos del siglo de oro español: Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Francisco de Borja, Juan de Ribera, Juan de la Cruz, Pedro de Alcántara, Tomás de Villanueva y Teresa de Jesús. Los sacerdotes diocesanos fueron, no obstante, la niña de sus ojos. Ante los cismas que estaban escindiendo la cristiandad, la solución que propone en los memoriales escritos para el Concilio de Trento consiste en asegurar una buena formación intelectual y espiritual de los sacerdotes, formación que nunca podría darse por acabada. Para este fin fundó en Andalucía una quincena de colegios (precedentes de los seminarios), además de la Universidad de Baeza. Llama la atención que nunca pusiera el énfasis en el número; lo importante era la calidad, esto es, en la santidad de vida de seminaristas y sacerdotes.
                En el palco de la Plaza del Vaticano no faltaron representantes de los gobiernos de España y Castilla La Mancha. También los políticos encontrarán algún consejo útil en la decena de cartas que dirige “a un señor de estos reinos”. Allí leemos: “Mire y remire el que gobierna república si tiene esta fortaleza de amor, que, como fuerte vino, le embriague y saque de sí y de sus intereses y pase a ser padre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo”.
                Los santos son el mejor regalo de la Iglesia a la humanidad. Todavía más cuando a la santidad personal se une la sabiduría. Con su vida y doctrina, San Juan de Ávila mostrará el camino a los que buscan la verdad sinceramente y tienen humildad para dejarse iluminar por un manchego del siglo XVI que ardía con el fuego de Cristo.

 La Tribuna de Albacete (10/10/2012)

miércoles, 3 de octubre de 2012

España federal

Es imposible contentar a los separatistas.
Pero sí podemos y debemos aclarar las reglas del juego y los límites del campo.

El modelo territorial de la Constitución española de 1978 presenta muchos logros y dos inconvenientes serios: asimetría territorial (que esconde flagrantes beneficios para el País Vasco y Navarra) e indefinición en el reparto de competencias. Esta indefinición ha llevado a continuos choques de trenes entre las regiones y de éstas con el Estado.  En Alemania, los conflictos competenciales se reducen a un par de casos al año. En España, la media se sitúa 75. ¿Se sorprenderá alguien de que el Tribunal Constitucional español haya acabado tan bloqueado y politizado? 
                El Estado autonómico ideado en 1978 ha servido para muchas cosas, pero no para su objetivo primero: serenar los ánimos independentistas de algunos colectivos del País Vasco y Cataluña. El PNV, para empezar, votó en contra del Título VIII de la Constitución, donde se les reconocía el sistema de cupo como un derecho histórico. Por supuesto, los sucesivos presidentes del PNV no renunciaron a los privilegios del cupo. Cataluña se ha quejado siempre de la asfixia financiera a la que le sometía Madrid. Por eso pidió y consiguió que la participación de las comunidades autónomas en la recaudación de los grandes impuestos estatales subiera del 15 al 33 y al 50%. Lamentablemente en tiempos de crisis el 50% poco es poco y por eso el programa electoral del Sr. Mas reclamaba un pacto fiscal con el Estado español a semejanza del que gozan el País Vasco y Navarra. Después la multitudinaria manifestación independentista del pasado 11 de septiembre, Mas se montó en el carro independentista; un carro sin frenos que nadie sabe donde puede acabar.
                Es imposible contentar a los separatistas. Pero sí podemos y debemos aclarar las reglas del juego y los límites del campo. Eso es lo que propicia el modelo federal, que no el autonómico. Por eso mi propuesta consiste en reformar la Constitución en la línea federal para conseguir un Estado tan fuerte y eficaz como los EE.UU. y Alemania. El PP debería sumarse al PSOE en esta propuesta que tal vez es la única que puede mantener a España unida y en forma.
                Los cambios constitucionales que se requieren son mínimos. La primera columna del federalismo consiste en una cámara territorial que da el visto bueno a todas las leyes federales con repercusiones territoriales y que favorece los acuerdos entre regiones. La segunda columna consiste en un reparto sensato y claro de competencias. El modelo alemán puede servir de ejemplo. La tercera, un reparto equitativo y claro de la recaudación fiscal de los grandes impuestos entre los tres niveles de gobierno (central, regional y local). El sistema fiscal funcionará bien si favorece la responsabilidad. El político que prometa más gasto ha de explicar a sus votantes de dónde obtendrá los recursos, es decir, los impuestos sobre los que establecerá recargos. Lo que no vale es prometer el oro y el moro en la campaña local y luego culpar al Gobierno central de “asfixia financiera”.
                ¿Qué pasaría en un Estado federal serio si aparece un Artur Mas pidiendo la secesión?  En los Estados Unidos de América, Lincoln dejó claro a Douglas que el derecho a la secesión, propio de una confederación, había desaparecido desde que en 1877 la Constitución creó un Estado federal. Eran otros tiempos. Hoy día no hace falta una guerra para parar los pies a quienes defienden la “secesión a mano alzada”, saltándose las reglas básicas de un Estado de Derecho. En la República Federal de Alemania, si el presidente de un Länder llegara a Berlín con una propuesta de esta guisa, le obligarían a pasar por el arco de la legalidad. Y punto.
Es algo tan de sentido común que estoy convencido que el propio Artur Mas aplicaría la misma medicina si el alcalde de un municipio catalán le transmitiera que el 100% de los vecinos han votado la independencia de Cataluña y de España para no pagar impuestos a nadie. En todos los debates del proceso electoral que acaba de comenzar en Cataluña, yo le plantearía al Sr. Mas siempre la misma pregunta: “¿Qué haría usted si uno de sus municipios quiere independizarse de Cataluña? Piense bien la respuesta, porque será la misma que le daremos nosotros a usted y la misma que darían en cualquier estado democrático de derecho”.
La Tribuna de Albacete (03/10/2012)