lunes, 26 de septiembre de 2022

Creadores de riqueza (o La gallina de los huevos de oro)

Una de las mejores loas al capitalismo la escribieron Marx y Engels en la primera sección del Manifiesto Comunista de 1848. En la segunda sección denuncia que el crecimiento sostenido que trajo el sistema capitalista se logró con la explotación de los trabajadores. Conclusión: es necesario de acabar con el capitalismo y los capitalistas. Así se hizo en la URSS, China, Cuba o Venezuela. Mataron a la gallina de los huevos de oro y …

               Setenta años antes, Adam Smith escribió La Riqueza de las Naciones para demostrar que la economía no es un juego de suma cero donde unos ganan a costa de otros, ni la riqueza la crea el Estado. Fue una condena en toda regla al intervencionismo (el mercantilismo de su época y el comunismo de la nuestra). Smith en 1776 dejó claro que la riqueza la crea la iniciativa privada en un ambiente competitivo. Schumpeter en 1912 subrayó el papel fundamental del empresario innovador. Sus inversiones generan empleo y una riqueza que se manifiesta en bienes cada vez mejores y más baratos. Al lector incrédulo le invito a comparar cuántos meses de trabajo le ha costado comprar su último automóvil y cuántos le costó a su abuelo.

              Digo esto por si pudiera iluminar las polémicas económicas actuales. El estancamiento de las economías capitalistas (con los consiguientes problemas sociales) no se soluciona con más intervencionismo. Se requieren más empresarios innovadores y más competencia en los mercados. No se trata de gravar los beneficios varias veces sino de gravar las plusvalías, que suelen tener un origen especulativo. No se trata de gravar el patrimonio, sino el patrimonio ocioso. No se trata de fustigar a los empresarios y a los ricos, sino de introducir competencia en los mercados (empezando por el de la energía).

La Tribuna de Albacete (26/09/2022)

lunes, 19 de septiembre de 2022

¿Quién tema a la competencia energética?

Cuando un precio se dispara, el de la electricidad, por ejemplo, caben tres alternativas: topar el precio, frenar la demanda o aumentar la oferta. Y hay dos maneras de actuar: desde arriba (por decreto-ley) o desde abajo (acuerdos privados en mercados competitivos). En la UE, España a la cabeza, parece que prevalecerá la opción intervencionista: el gobierno racionará el consumo tras topar el precio de la electricidad, el gas y el petróleo.  Yo me inclino por la opción liberal: mercados competitivos donde la libre iniciativa multiplica la oferta cuando se dan las condiciones oportunas.

              El esquema podía ser tan simple como este. (1) Los consumidores de electricidad (empresas y hogares) contrataríamos libremente con las comercializadoras el precio del kWh durante los próximos 365 días. (2) Estas pequeñas empresas acordarían el precio con los grandes suministradores, asegurándose de alguna manera contra los vaivenes del mercado. (3) Los productores de electricidad (grandes y pequeños) se cuidarían bien de generarla con las fuentes más baratas. El resultado esperable es que los parque eólicos y solares se multiplicarían cuantas veces sea necesario.

              Si las grandes empresas europeas no están por la labor, peor para ellas. La inversión extranjera llegará a raudales cuando se percaten que en la UE la electricidad se vende diez o cien veces por encima de su coste. Como ocurre en el resto de sectores, el precio de la electricidad tenderá al coste de producción y la tasa de beneficio a la normal. Las empresas que generan electricidad con gas y otros combustibles fósiles lo tienen claro: o reducen sus costes o desaparecen. El coste monetario para el Gobierno sería nulo. Sólo se le pide que liberalice el sector eléctrico de una vez por todas. Y que tire por la borda esa nefasta fórmula marginalista que no pasa de ser una  traducción, tan nefasta como peligrosa, de la teoría de precios de D. Ricardo (1817).

La Tribuna de Albacete (19/09/2022)

lunes, 12 de septiembre de 2022

Ese aguafiestas llamado "tipo de interés"

Queridos lectores de la Tribuna de Albacete. Me llaman “tipo de interés” y me voy a tomar la licencia de contarles cómo he influido en su vida. La mía es una historia llena de sobresaltos y, a mi entender, bastante injusta.    

 La década de los ochenta se caracterizó por los altos tipos de interés. Aquello era un no-vivir. ¿Recuerdas? Tú no te atreviste a comprar una vivienda pues el  interés de los créditos hipotecarios superaba el 15%. En los noventa, los bancos centrales (BC, que son quienes  regulan el mercado monetario) apostaron por tipos bajos. Lamentablemente la caída de los tipos disparó el precio de los activos. La casa que antes de costaba cien mil euros pasó a valer tres cientos mil. ¡Ya van dos décadas sin casa propia! 

 Alguien te explicó que en la primera década del siglo XXI el negocio consistía en comprar terrenos y acciones para revenderos unos meses después con fuertes plusvalías. Y así fue. Pero cuando ibas a materializar tus plusvalías llegó la crisis de 2008 y la burbuja explotó en tus manos. Ni siquiera se libraron los bancos y gobiernos que hubieron de ser rescatados por el BC. ¡La de exámenes que suspendiste durante tu carrera universitaria por no saber que el tipo de interés no puede bajar a cero y que el BC no puede prestar de forma directa y por largo tiempo a bancos y gobiernos! Pues, mira, desde el 2014 no ha hecho otra cosa. El tipo oficial alcanzó niveles negativos.

 El aumento de liquidez parecía contentar a todos, "embriagar" sería la palabra adecuada. Pero tanto dinero en circulación acabó presionando sobre la inflación de bienes y servicios. Desde el lado de la oferta, diversos factores se coaligaron para disparar el precio de la energía. La inflación ya es de dos dígitos. Aunque mañana acabara la guerra y se desinflara el precio del gas, necesitaremos varios años para doblegar las expectativas inflacionistas.

Ayer el BCE subió el tipo de interés 0,75 puntos porcentuales, y declaró su intención de continuar subiéndolos mientras persistan las expectativas inflacionistas. Malos augurios para las familias que desean contratar un crédito hipotecario o para los gobiernos que han de refinanciar su deuda a un interés creciente.

 ¿Entienden ahora por qué me llaman el aguafiestas?

La Tribuna de Albacete (12/09/2022)

lunes, 5 de septiembre de 2022

Gorbachov, lo que no pudo ser

El 30 de agosto murió Mijail Gorbachov. Murió tan solo como había vivido. El que fuera presidente del PCUS y de la URSS no mereció unos funerales de Estado. Vladimir Putin ni siquiera se molestó en acudir al sepelio. El desprecio hacia Gorbachov en su propia casa, contrasta con su veneración de Occidente. En 1990 fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por atreverse a frenar la loca carrera de armamentos y abrirse a los vientos de la democracia y el mercado.

Gorbachov fue reemplazado por B. Yeltsin; la URSS, por la Federación Rusa; el comunismo, por el capitalismo de estado. Los nuevos mandatarios pregonaron a bombo y platillo el éxito económico que se avecinaba. “A nuestros inmensos recursos naturales y humanos, añadimos los incentivos de la propiedad privada y la libertad de empresa. El progreso económico y el bienestar social están garantizados”.                

Ocurrió todo lo contrario. Los grandes consorcios industriales fueron adquiridos por las pocas personas que desde los aparatos del poder tenían acceso al crédito. El dinamismo de la competencia fue sustituido por la presión de las mafias. Olvidaron que además de la propiedad privada y la libertad de empresa, el progreso económico y el bienestar social requieren la competencia en los mercados y unas sólidas bases morales.                

Lo que estamos presenciando en la Rusia contemporánea son los estertores del comunismo. Un sistema económico dirigido desde arriba que a nada teme tanto como a la competencia. Un sistema político incompatible con la democracia y los derechos humanos. Habrán de pasar muchos años para que desaparezcan las secuelas de aquel experimento histórico que unió el poder político con el poder económico.

La Tribuna de Albacete (5/09/2022)