miércoles, 29 de febrero de 2012

El cheque escolar o la libertad de elegir



Devolver el protagonismo a la sociedad civil y confiar en la libertad de elección, 
a la fuerza ha de ser saludable

La educación es una de las claves (por no decir “la clave”) de la maduración personal, la armonía social y el progreso económico.  El consenso en esta idea es uno de los motivos más fuertes para la esperanza.  Lamentablemente la educación, que había de ser la solución de muchos males, ha pasado a ser el primer problema a resolver.   Si uno se entretiene a repasar la prensa española de la última década detectará al menos tres brechas por donde el sistema educativo hace aguas: deterioro de la calidad, manipulación ideológica y conflicto lingüístico.  Después de ocho grandes reformas en apenas veinte años, ya nadie confía que el consenso sea posible y útil.
Antes de tirar la toalla propongo que se ponga en práctica una propuesta de Milton Friedman, premio Nobel de economía en 1976, conocida como “cheque escolar”.  Los alérgicos a la terminología financiera pueden hablar de “bono” o “vale”.  Y los que ya han perdido su fe en los políticos y pedagogos deben saber que la propuesta se reduce a devolver a las familias la libertad de elegir escuela y a los directivos y profesores la libertad de organizarla internamente.  Intuyo que es la mejor manera de abordar los tres problemas indicados.  “Tres en uno” podría ser parte de la campaña promocional del cheque escolar.
La nueva estrategia puede ser explicada en estos pasos, que dejan claro el papel del gobierno, la familia y los centros educativos. (1) Las autoridades competentes en materia educativa fijan unos contenidos obligatorios mínimos para cada ciclo y deciden el gasto por escolar por alumno que consideran razonable y asumible.  A continuación entregan a las familias un vale por cada hijo en edad escolar.  (2) Las familias llevan este vale al centro de su preferencia (público o privado). (3) Los centros deciden autónomamente los contenidos complementarios y los métodos didácticos, en su esfuerzo por atraer al alumnado.  De los vales aportados por los alumnos dependerá la financiación básica del centro, amén de las remuneraciones extraordinarias que compensen el esfuerzo de su personal.  Los colegios que se queden sin alumnos deberán cerrar o, lo que es más deseable, dejar la dirección a personas más capacitadas.
Sencillo, ¿no?  Pues, no se pueden imaginar ustedes la oposición que ha tenido.  La mayoría de los políticos (sin importar el color de sus neuronas) no quiere oír hablar de un instrumento que amenaza con recortar sus poderes en un área tan golosa como la educación.  ¿A quién no le gusta manejar millones y millones de euros al tiempo que se moldea la mente de los niños de hoy, futuros votantes del mañana?  El rechazo más frontal proviene de los sindicatos de profesores que huyen de la competencia como gato escaldado del agua fría.
Sin embargo, allí donde se ha implantado el cheque escolar, los frutos no tardan en aparecer y despiertan muchas adhesiones.  Los más entusiastas por el momento han sido los países nórdicos que, curiosamente, encabezan todas las listas de excelencia educativa.  En Suecia lo introdujo en 1992 un gobierno de centro-derecha.  Cuando volvió al poder el partido socialdemócrata de siempre asumió la reforma al comprobar el amplio apoyo popular que había cosechado.  De las familias, por supuesto; pero también de los profesores quienes reconocieron sentirse más motivados.  La disminución de bajas por enfermedad así lo acreditaba.  Nueva Zelanda es otro país que lleva dos décadas en la brecha.  Cuando les preguntan sobre las ventajas del cheque escolar responden con un dato: los gastos administrativos asociados a la educación bajaron del 70 al 33 por cien.  Algunos lectores negarán valor probatorio a estas experiencias porque esos países ya partían de unas condiciones excelentes.  A esas personas les invitamos a repasar las experiencias de Milwaukee, Cleveland, Maine, o Vermont y otras áreas desahuciadas de los Estados Unidos donde los políticos han obligado a recluir los experimentos.  Sean cual sea el entorno donde se aplica,  el cheque escolar contribuye a que todas las partes implicadas en el proceso escolar den lo mejor de sí mismas. ¡Ahí está la clave del éxito, no le demos más vueltas!
Quedan, pues, motivos para la esperanza.  Devolver el protagonismo a la sociedad civil y confiar en la libertad de elección, a la fuerza ha de ser saludable.
La Tribuna de Albacete (29/02/2012)