Quien no sabe historia acaba repitiendo sus errores
La memoria
histórica es una pieza fundamental para la construcción de un futuro mejor. Quien
no sabe historia acaba repitiendo sus errores. No es una frase bonita. Es una
verdad como una losa que puede caernos a los europeos y españoles de esta
generación.
Acabamos de
celebrar el 60 aniversario del Tratado de Roma. El 25 de marzo de 1957 se aprobó
el Mercado Común, semilla de la actual Unión Europea. ¿Cómo fue posible un
acuerdo tan fundamental entre seis países que doce años antes estuvieron a
punto de exterminarse mutuamente? Porque coincidieron un grupo de personas con memoria
del pasado y visión de futuro, con capacidad de diálogo y esa dosis de astucia
política que ayuda a distinguir gigantes de molinos de viento.
El primero
de ellos es Robert Schuman, natural de Alsacia, tierra que por manar carbón y acero estuvo permanentemente disputada por Francia y Alemania. Habiendo sufrido en su propia carne dos
guerras mundiales y habiendo recibido golpes de alemanes y franceses, tenía claro
que el objetivo era crear unas instituciones supranacionales que, vinculando a
los europeos, hicieran impensable otra guerra entre ellos. La “Declaración de
Schuman” (1950) desvela este sueño cuyo primer paso sería crear una autoridad
europea para gestionar los asuntos más vidriosos: carbón, acero y energía
nuclear. Luego vendría el mercado único que mejorara el bienestar de los
europeos y contribuiría a enlazar sus vidas.
No fue fácil convencer a
su Presidente, el General de Gaulle, tan valiente como orgulloso. El apoyo de Konrad
Adenauer (RFA) y Alcide de Gaspari (Italia) resultó más entusiasta. Compartían
la misma fe católica (hasta el punto que dos de ellos están en proceso de beatificación) y un deseo de
regenerar la política desde el movimiento que ayudaron a crear: la “democracia
cristiana”. La paz había de edificarse sobre la base de la igualdad y la
colaboración en un gran proyecto común. Nada de venganzas políticas, como
ocurrió en el Tratado de Versalles (1919). La amenaza del comunismo se
superarían con una economía de mercado; cuanto más grande, mejor. La amenaza
del fascismo con una democracia transparente y dialogante. “Lo que más pena me
da, confesaba Schuman al final de sus días, es que la lucha de ideas (esencia
de la democracia) está degenerando en enfrentamientos personales tan violentos
como vacíos de ideas”.
La Tribuna de Albacete (27/03/2017)