lunes, 30 de marzo de 2015

El drama de Occidente

Estamos dinamitando  los cimientos institucionales 
que sostienen nuestra civilización 

El drama de Occidente no es la crisis económica o el separatismo o las amenazas terroristas o la corrupción. El drama de Occidente es que los partidos políticos no respetan la quintaesencia del Estado democrático de Derecho… y los ciudadanos les seguimos votando. Políticamente hablando, lo más valioso de nuestra civilización es el sometimiento de todos los poderes a la ley; leyes que a su vez, han de respetar los derechos fundamentales recogidos en los textos constitucionales pero anteriores a ellos. Pues bien, nosotros mismos estamos dinamitando estos cimientos y pilares institucionales so pretexto de ganar espacio para hacer lo que queramos. ¿Habremos de sorprendernos si el edificio se nos cae encima?
En cualquier país democrático es normal que algún grupo desee la independencia del territorio donde habita. Lo anormal es que esos grupos se crean con el derecho de independizarse con un referéndum interno, sin necesidad de consultar al colectivo donde reside la soberanía nacional y sin molestarse en reformar el texto constitucional que expresamente prohíbe la secesión.
La división de poderes forma parte de la quintaesencia de la democracia. ¿Cómo justificar que los partidos dominantes (los cuatro iluminados que los controlan) designen a los magistrados que han de ocupar las altas esferas del poder judicial? ¡Se quejarán luego de la politización de la justicia!
La violación de los derechos humanos fundamentales todavía es más fragrante e hipócrita. Aceptamos el derecho a la vida y, a continuación, damos carta blanca al legislador para que decida cuándo empieza y acaba la vida humana. Quien trate de hacer compatible el derecho a la vida y el derecho al aborto no debiera sorprenderse de otras interpretaciones torticeras y tendenciosas de la Constitución, como la que hacen los independentistas.

Me sorprende que los partidos dominantes en el panorama político español no se tomen en serio la regeneración del Estado democrático de Derecho y la defensa de los derechos fundamentales que empiezan por el derecho a la vida. Toda su atención se centra en salir de la crisis económica. ¡Como si de ellos dependiera! A la vista de las medidas cortoplacistas que proponen tanto los partidos tradicionales como los emergentes, bien podría ser que nos quedáramos sin el sistema que nos ha reportado tanta riqueza económica y sin la civilización que ha alimentado nuestra riqueza social y cultural.
La Tribuna de Albacete (30/03/2015) 

lunes, 23 de marzo de 2015

Localizador (y 3): cerca / lejos

Organización del poder político:
descentralización vs centralización

        
        El tercer eje para localizar a los partidos (y a nosotros mismos) escruta la proximidad del poder político a los ciudadanos en dos aspectos: descentralización / centralización y desconcentración / concentración.
Empezaremos por la organización territorial. ¿Qué prefieres? ¿Un estado centralizado como el que los franceses han heredado de los jacobinos o un estado federal como el de Alemania o Estados Unidos? Por supuesto, caben vías intermedias como el estado autonómico español. Tradicionalmente la derecha ha sido más centralista por su miedo a la diversidad y su amor al orden público y la eficacia. La excepción la constituye la derecha que puebla territorios donde la existencia de algunos hechos diferenciales convierte el independentismo en un caladero de votos. La sinceridad de tales propuestas está por demostrar. Los nacionalistas que no están dispuestos a ceder poder a los municipios y que no permiten a la sociedad civil organizar su propio sistema educativo, no pueden presumir de estar cercanos al pueblo.
La cercanía también se aprecia en la capacidad del pueblo para controlar la maquinaria del poder, ya se ubique esta a cien o mil kilómetros. En un extremo de este cordel encontramos la dictadura pura y dura, en el otro la democracia directa, tan directa que fácilmente desemboca en anarquía. Como ya hemos tenido ocasión de comprobar, en un mundo esférico los extremos acaban dándose la mano. Aunque la dictadura se asocie a la extrema derecha, las más atroces han sido las comunistas (la izquierda de la izquierda).
Las constituciones occidentales restringen el espacio transitable a las diferentes formas de la democracia representativa. Su nivel más bajo sería la “partitocracia” que es precisamente donde estamos instalados desde hace tiempo. El partido (los cuatro individuos que lo controlan) elaboran las listas de parlamentarios y les dicen lo que han de votar, bajo pena de muerte política. El partido mayoritario formará el gobierno. Y, por si fuera poco, designará también a los jueces que presidirán las altas instituciones del poder judicial.
Este deterioro de la democracia no parece importar mucho a los grandes partidos que se alternan en el poder, hoy a la derecha, mañana a la izquierda. Ambos parecen haber asumido que la partitocracia es la única forma eficiente de gestionar la política y que ellos sólo están comprometidos a convocar elecciones cada cuatro años. Protestando contra este estado de cosas, los partidos emergentes pueden arrancar un buen puñado de votos. Habrá que ver lo que son capaces de cambiar si alguna vez llegan al poder.
La Tribuna de Albacete (23/03/2015) 

lunes, 16 de marzo de 2015

Localizador (2): arriba-abajo

Iniciativa motora del sistema económico:
¿de arriba-abajo o de abajo-arriba?

 El segundo criterio para localizar a los partidos políticos (y a nosotros mismos) atiende al motor del sistema económico. ¿Cómo organizar los procesos que generan los bienes y servicios demandados por las personas y organizaciones? ¿De arriba-abajo como proponen los intervencionistas? ¿O de abajo-arriba como proponen los eco-liberales?
La respuesta histórica no deja de ser sorprendente. La izquierda, liberal en lo social, se vuelve intervencionista al entrar en el terreno económico. Desconfían de la iniciativa privada y de las fuerzas ciegas del mercado que llevan al “capitalismo salvaje”. Y confían plenamente en el Estado a quien encargan de domar el mercado a base de leyes y más leyes. También de prestar los bienes y servicios más importantes que acabarán siendo la mayoría.
A los economistas liberales esta confianza pueril en el Estado les parece una quimera que se paga con corrupción, despilfarro e ineficiencias de todo tipo, empezando por el desempleo. En la “sociedad abierta” en la que vivimos, ellos prefieren confiar en la mano invisible del mercado, esto es, en la iniciativa individual, basada en la propiedad privada, coordinada por el mercado y presionada por la competencia.   
Hasta aquí los que dicen los economistas. En la práctica, la izquierda y derecha tradicionales, cohabitan, a diferentes alturas, en la parte alta del eje vertical.  Llegados al poder pocos políticos se resisten a controlarlo todo. Cuanto más dinero pase por sus manos más poderosos creen ser.

La herencia cultural de cada territorio también importa. La izquierda norteamericana es más liberal en lo económico que la derecha europea. En Europa casi todos los partidos aceptan el legado del Estado del Bienestar. Las diferencias habrá que buscarlas en la gestión. Para conseguir esa enseñanza de calidad que todos deseamos, la derecha liberal insistirá en la necesidad de introducir competencia entre los centros escolares (públicos y privados). Los impuestos, con los que se costean esos servicios públicos, habrán de moderarse para no destruir el sistema productivo que los genera. La regulación del contrato laboral y del subsidio de desempleo habrá de ser lo suficientemente flexible para animar a los empresarios a contratar y a los trabajadores a buscar un nuevo trabajo tan pronto como lo pierdan. 
La Tribuna de Albacete (16/03/2014)

lunes, 9 de marzo de 2015

Localizador: izquierda - derecha

Estilos de vida: libertad y diversidad 
versus orden público y armonía

En este año electoral, rabiosamente electoral, no iría mal disponer de un mapa que permitiera localizar en el espectro político a los partidos. Nos serviría, de paso, para ubicarnos a nosotros mismos. Aprovechándo las coordenadas clásicas podríamos utilizar el eje “izquierda-derecha” para los estilos personales y relaciones sociales, el eje  “abajo-arriba” para el sistema económico y el eje “cerca-lejos” para la organización política. Simplificar tiene sus riesgos. Cada eje, a modo de gruesa soga, se compone de varios cordeles que podrían reclamar un trato diferenciado.  
Hoy vamos a analizar el primero de los tres ejes. A la izquierda quedarían aquellos que ponen el énfasis en la libertad individual como estilo de vida personal y de convivencia. Para ellos la diversidad y el cambio son valores en sí mismos. A la derecha situaríamos aquellos que ponen el énfasis en el orden público, la armonía y la paz social. Como buenos conservadores que son, tratarán de mantener lo positivo de la herencia recibida; cambios, los imprescindibles y con cuenta gotas.
Para que la convivencia sea pacífica y la humanidad sobreviva, unos y otros han de aceptar un puñado de derechos y libertades fundamentales. Su mejor expresión la encontramos en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 que, lamentablemente, no siempre se respeta.
El problema endémico de la izquierda se llama relativismo moral. Entiendo que haya gente que prefiera aquellos edificios donde cada piso exhibe una decoración diferente y hasta los tabiques son movibles. Pero, ¿pueden desplazarse las columnas basilares sin riesgo de hundir al edificio? Pánico me dan quienes inventan nuevos derechos para escamotear el derecho a la vida y otros que derivan directamente de la dignidad de la persona humana.
El fundamentalismo es el primero de los males endémicos de la derecha. En lugar del esfuerzo personal por respetar ese puñado de derechos fundamentales, los fundamentalistas se empeñan en hacer pasar a todos por el estrecho tubo que ellos mismos han diseñado. Otro de sus males endémicos consiste en confundir “el odio al mal” con el “odio al maleante”, incluso después de haber saldado sus cuentas con la justicia. Su aversión a la diversidad degenera fácilmente en xenofobia.
En un mundo esférico los extremos se dan la mano. Nadie está inmune a los males que critica en el adversario. Las ideologías de extrema izquierda (marxismo e ideología de género) también adolecen de un fundamentalismo inconfesable. Empiezan pidiendo tolerancia para sus valores y estilos de vida; acaban imponiéndolos a los demás a través de un proceso de reeducación.  ¡Y pobre del que no se deje reeducar! 

 La Tribuna de Albacete, 9/03/2015

lunes, 2 de marzo de 2015

Epicentro e hipocentro

Ser el epicentro del mundo tiene su gracia ... y sus desgracias

Los periódicos del martes veinticuatro de febrero de 2015 abrieron con mapas de España o del globo terráqueo donde se apreciaba un triángulo rojo a la altura de Albacete. El día anterior, durante unos segundos, esta zona de la Mancha fue el epicentro del movimiento sísmico más intenso de la jornada. 5,2 Mw en la escala de Richter no son tonterías. Recordaremos que con 5,1 Mw el terremoto de Lorca dejó once muertos y daños urbanísticos todavía apreciables. Por las mismas fechas Japón experimentó un terremoto-maremoto de 9 Mw que segó la vida de 15.836 personas.
A pesar de estar en el epicentro, los habitantes de Osa de Montiel, el Bonillo y Albacete dieron un ejemplo de tranquilidad edificante. Nadie se tiró por la ventana ni empezó a dar gritos en ascensores abarrotados. Ningún pillo aprovechó la confusión para lanzarse a la rapiña en los supermercados, escena habitual en tantos otros lugares asolados por un terremoto.
La propia tierra manchega nos dio un ejemplo de serenidad y discreción. El terremoto no estampó su firma en grietas que se tragan a hombres y animales y quedan allí para la historia. Las aguas de Ruidera permanecieron en sus lagunas habituales; renunciaron al protagonismo de esos maremotos que siembran caos y pánico por donde pasan.   
Al parecer, el secreto de tanta calma radicó en que el hipocentro del terremoto manchego estaba a 10 kilómetros de profundidad (tres veces más hondo que el de Lorca). De aquí extraigo un par de lecciones para esta columna que lleva por título “tocando fondo”.  La apariencia externa (epicentro) no es lo único que existe, ni siquiera lo más importante. Las personas y las sociedades debemos tener unos sólidos fundamentos (hipocentro) donde enraizar nuestros criterios de conducta. También los criterios para solucionar los conflictos que inevitablemente surgen en la convivencia diaria a nivel familiar, laboral o político.
La segunda lección hace referencia a los peligros que acarrea el ser durante mucho tiempo el epicentro del mundo (o creérselo).  En nuestra sociedad, gusta repetir mi párroco, está creciendo el número de personas con problemas de cervicales. El mal cabe atribuirlo al excesivo tiempo que pasamos mirándonos al ombligo, como si fuéramos el centro del mundo. Cuando volvamos a mirar a los hermanos que tenemos al lado y cuando nos dignemos levantar la vista hacia nuestro Padre común, se acabaron los problemas de cervicales. Ser el epicentro del mundo tiene su gracia … y sus desgracias.

  La Tribuna de Albacete (02/03/2015)