Estamos dinamitando los cimientos institucionales
que sostienen nuestra civilización
que sostienen nuestra civilización
El drama de
Occidente no es la crisis económica o el separatismo o las amenazas terroristas
o la corrupción. El drama de Occidente es que los partidos políticos no
respetan la quintaesencia del Estado democrático de Derecho… y los ciudadanos
les seguimos votando. Políticamente hablando, lo más valioso de nuestra
civilización es el sometimiento de todos los poderes a la ley; leyes que a su vez, han de respetar los derechos fundamentales recogidos en los textos constitucionales
pero anteriores a ellos. Pues bien, nosotros mismos estamos dinamitando estos cimientos
y pilares institucionales so pretexto de ganar espacio para hacer lo que
queramos. ¿Habremos de sorprendernos si el edificio se nos cae encima?
En cualquier
país democrático es normal que algún grupo desee la independencia del
territorio donde habita. Lo anormal es que esos grupos se crean con el derecho
de independizarse con un referéndum interno, sin necesidad de consultar al
colectivo donde reside la soberanía nacional y sin molestarse en reformar el
texto constitucional que expresamente prohíbe la secesión.
La división
de poderes forma parte de la quintaesencia de la democracia. ¿Cómo justificar
que los partidos dominantes (los cuatro iluminados que los controlan) designen
a los magistrados que han de ocupar las altas esferas del poder judicial? ¡Se
quejarán luego de la politización de la justicia!
La violación
de los derechos humanos fundamentales todavía es más fragrante e hipócrita. Aceptamos
el derecho a la vida y, a continuación, damos carta blanca al legislador para
que decida cuándo empieza y acaba la vida humana. Quien trate de hacer
compatible el derecho a la vida y el derecho al aborto no debiera sorprenderse
de otras interpretaciones torticeras y tendenciosas de la Constitución, como la
que hacen los independentistas.
Me sorprende
que los partidos dominantes en el panorama político español no se tomen en
serio la regeneración del Estado democrático de Derecho y la defensa de los
derechos fundamentales que empiezan por el derecho a la vida. Toda su atención
se centra en salir de la crisis económica. ¡Como si de ellos dependiera! A la
vista de las medidas cortoplacistas que proponen tanto los partidos
tradicionales como los emergentes, bien podría ser que nos quedáramos sin el
sistema que nos ha reportado tanta riqueza económica y sin la civilización que ha
alimentado nuestra riqueza social y cultural.
La Tribuna de Albacete (30/03/2015)