El último
informe del INE sobre “Movimiento natural de la población española”, desvela
serios problemas demográficos. Estos problemas, cuyos efectos se registran a
medio y largo plazo, importan poco a aquellos
políticos que sólo aspiran a ganar las próximas elecciones. Táctica del
avestruz quien confía en eliminar el peligro enterrando la cabeza.
España está
perdiendo el recurso más valioso de cualquier sociedad: las personas. Cada año
hay menos españoles y estos son más viejos. La tasa de fecundidad (hijos por
mujer) era 2,8% en 1976, la más alta de la OCDE. En 2013 es 1,27, la más baja de la OCDE y del
mundo. La gravedad del problema se aprecia mejor si tenemos en cuenta que la
tasa de reemplazo, la requerida para mantener constante la población, es 2,1. Los
movimientos migratorios retrasan el problema. No lo solucionan ni evitan la
irrupción de otros problemas colaterales.
¿Cómo
explicar la nueva patología de la sociedad española encubada en un tiempo tan
corto? Las altas tasas de desempleo han contribuido, sin duda, a la caída de
natalidad. Más importante es, a mi entender, el fuerte deterioro de la
institución familiar. Habrá que seguir mejorando la conciliación entre vida
laboral y familiar, como bien se está haciendo. Habrá que aumentar las ayudas
públicas por hijo para acercarnos a la media europea. Pero estas medidas
necesarias serán insuficientes si los valores tradicionalmente asociados a la institución
familiar se hunden con la caída de esta.
Aprendí
de niño que la familia era la unión, con vocación de permanencia, entre un
hombre y una mujer para la ayuda mutua y la procreación y educación de la
prole. Alguien me replicará que estoy añorando una familia tradicional ya superada.
Yo le responderé que esas familias tradicionales son imprescindibles para
evitar la caída de la natalidad y para solventar los problemas asociados al envejecimiento
de la población. En lo que sí coincidiré con este interlocutor virtual es que
estas soluciones no pueden imponerse desde arriba. Nacen de la generosidad de
los jóvenes y se propagan al constatar que unos hijos bien educados son la
mejor recompensa personal y el mejor legado que podemos dar a la sociedad.
La Tribuna de Albacete (21/07/2014)