miércoles, 31 de octubre de 2012

Tareas del Estado español ante las trampas del independentismo

En caso de secesiones ilegales, los nuevos estados soberanos
ni siquiera tendrían derecho a solicitar la integración en la UE

Las elecciones vascas del 21 de octubre se saldaron con una mayoría holgada de las fuerzas independentistas, donde ya se incluye el PNV de Urkullu. En las elecciones convocadas en Cataluña el próximo 25 de noviembre, las fuerzas independentistas también conseguirán mayoría absoluta. El Presidente Artur Mas lleva en el programa electoral de su partido (CiU) la convocatoria de un referéndum con la siguiente pregunta: “Desea usted que Cataluña sea un nuevo Estado de la Unión Europea?”
Hasta aquí nada anormal en el ambiente electoral de un estado democrático. Cada partido puede escribir lo que quiera en su programa. Lo que no debiera faltar es una respuesta contundente del resto de partidos políticos desvelando las propuestas absurdas, utópicas y/o ilegales, y poniendo, negro sobre blanco, las nefastas consecuencias que se siguen de ellas. El Gobierno español, por su parte y al margen del color político que tenga en cada momento, debiera desmontar las falacias e ilegalidades en que se basa el discurso independentista.  No menos importante es implicar a la UE en un proceso que también es vital para ella.
El primer punto que el Gobierno español y los partidos mayoritarios deben poner de manifiesto es que en España existe el derecho a decidir y la obligación de decidir conforme a derecho. La escisión de una parte de su territorio no es imposible, pero para conseguirlo habría que empezar por reformar la Constitución de 1978. A los independentistas no hay que recriminarles por sus objetivos sino por los métodos. La primera pregunta que habría que hacer al Sr Urkullu y al Sr Mas es si están dispuestos a aceptar las reglas del Estado de Derecho, quintaesencia de la civilización occidental.
El segundo punto que el Gobierno debiera aclarar a los ciudadanos vascos y catalanes es que los territorios escindidos no forman parte de la UE. Varios líderes de la UE, incluido su Presidente, Durao Barroso, han recordado que esta fue la opinión vertida por los juristas de la UE a una cuestión similar a la que ahora está sobre el tapete. Los nuevos estados soberanos, concluyen estos informes, estarían obligados a iniciar los trámites de integración que pasan por el visto bueno de todos y cada uno de los estados miembros. La pregunta del referéndum de Mas esconde, por tanto, una trampa para los catalanes: les pide que voten algo sobre lo que no tienen derecho a tomar una decisión. La decepción generará un malestar social difícil de encauzar. Ya hemos tenido una experiencia amarga en el Estatut de Catalunya de 2006 que fue sometido a referéndum antes de que se pronunciara el Tribunal Constitucional. Éste abrió una herida, que todavía sigue sangrando, cuando cuatro años después declaró inconstitucionales alguno de sus artículos.
El Gobierno español debiera viajar con urgencia a Bruselas y pedir al Parlamento que diera rango legal a la resolución que acabamos de comentar. De paso convendría aprobar otra norma del siguiente tenor: “En caso de secesiones ilegales, los nuevos estados soberanos ni siquiera tendrían derecho a solicitar la integración en la UE y a participar en su mercado único”. Entiendo que esta conclusión también puede deducirse de la legislación europea vigente. Pero para evitar que la ciudadanía sea engañada con argumentos falaces y promesas imposibles, habría que dejarla por escrito.  Cuanto antes mejor.
               La primera y principal tarea del Gobierno consiste convencer a los líderes europeos que lo que se está jugando es la supervivencia de los actuales Estados europeos y, por ende, de la UE. Si no atajan con energía y rapidez los movimientos independentistas ilegales, la balcanización de Europa será inevitable. Cualquier líder político de una región, provincia o municipio se animará a airear la bandera independentista cuando descubra que puede obtener rédito político en las próximas elecciones y, con un poco de suerte, pasar a los anales de la historia como “Míster X, el libertador”. Cualquier comunidad política (municipios incluidos) podría votar a favor de la independencia en un referéndum que les promete menos cargas fiscales y más puestos de trabajo (… en las embajadas). La dimensión del territorio, vocearán los independentistas, no es un obstáculo. Ahí están el Principado de Andorra y la República de San Marino para probarlo.

La Tribuna de Albacete (31/10/2012)

jueves, 25 de octubre de 2012

Carta al Ministro de Educación

Adviértales que lo único que perderán es el poder de utilizar la escuela 
como un instrumento de manipulación ideológica.
                
Estimado (aunque cada vez por menos gente) Sr. Wert:
¿Qué hace una persona como usted en un lugar como este? ¿Qué hace en un terreno tan resbaladizo un intelectual que ha sido premio extraordinario de licenciatura, domina varios idiomas y ha dirigido centros europeos de opinión? ¿Qué hace usted en un lugar como la política española donde buena parte de sus protagonistas siguen anclados en la Edad Media y cuando miran al futuro no son capaces de sobrepasar las próximas elecciones? Idiomas, ¿para qué? Para serle sincero, lo que más me llama la atención es que siendo usted un especialista en sociología política y en medios de comunicación de masas no sepa transmitir sus ideas directamente al gran público.
Su última sentencia, la de “españolizar a los niños catalanes”, ha levantado ampollas en Cataluña. Y con razón. “Se trata –ha aclarado posteriormente– de que los niños se sientan orgullosos de ser catalanes y españoles al mismo tiempo; de compensar la catalanización que han sufrido durante tres largas décadas”. Lamentablemente, este tipo de aclaraciones no interesa a los nacionalistas, por más que usted las explique en catalán. Para ellos es evidente que catalanizar en un derecho histórico; mientras que españolizar fue un crimen del pasado franquista y lo seguirá siendo.  ¿No es usted capaz de desmontar la falacia de estos argumentos?
En mi opinión, Sr. Wert, es usted demasiado claro en sus propuestas y demasiado ingenuo y timorato en la ejecución de las mismas. Para llegar a buen puerto, las dos cosas habrían de avanzar a la par. Estoy recordando su primer discurso donde denunció la manipulación ideológica que se ejercía desde la asignatura de Educación para la Ciudadanía. La conclusión que todos esperábamos era: “La asignatura queda suprimida”. Pero no, usted se limitó a cambiar el nombre y asegurarnos que la liberaría de contenidos controvertidos. Seamos realistas, si de verdad queremos alejar la ideología de las aulas hay que eliminar esas disciplinas que, careciendo de un contenido objetivo, se prestan a ser utilizadas para delimitar la nueva frontera entre el bien y el mal; o para enfrentar a los buenos y los malos de la historia.  
Admito que la transmisión de un sistema de valores forma parte de la tarea educativa y que es muy difícil separar la ciencia de la creencia. Razón de más para impedir que los políticos se entrometan en la educación moral e ideológica de esos niños y adolescentes que ellos ven como “futuros votantes”. El “cheque escolar” es lo único que puede poner un poco de claridad y rigor. Mi consejo, Sr. Ministro, es que en nombre de la libertad y del derecho constitucional que asiste a los padres, imponga el sistema de cheque escolar en todo el territorio nacional. Cualquier persona o institución (pública o privada) tendría el derecho a fundar un colegio donde se proyecta un sistema concreto de valores o ninguno. Y donde se emplea como lengua vehicular el castellano, el catalán, el inglés o todas a la vez. Cualquier familia, tendría el derecho de llevar a sus hijos al centro educativo que le mereciera más confianza, entregándole al director el cheque correspondiente. ¿Se imagina usted cuántas instancias recibirían los centros cuyo objetivo fuera catalanizar o españolizar a los niños?
              La competencia entre centros elevaría la calidad de la enseñanza como ha ocurrido en todos los sectores. No le garantizo, en cambio, que amainen las críticas. A las que hoy le llueven desde los partidos nacionalistas, se sumarán las provenientes del PSOE y las de algunos sectores de su propio partido. A ningún político le gusta perder cuotas de poder. Para tranquilizar a los consejeros de educación, habrá de recordarles que ellos pueden seguir fijando los contenidos mínimos de las diferentes materias, amén de las reválidas que verifiquen su cumplimiento. Adviértales que lo único que perderán es el poder de utilizar la escuela como un instrumento de manipulación ideológica, a escondidas de los padres o en contra de su voluntad. ¿Hay alguien que desee ese maligno poder?

La Tribuna de Albacete (24/10/2012)

miércoles, 17 de octubre de 2012

Premio Nobel de la Paz para la Unión Europea

Quienes critican el Nobel del 2012
demuestran una ignorancia supina de la historia europea.

“El el Premio Nobel de la Paz 2012 se ha adjudicado a la Unión Europea por su contribución a la paz y la reconciliación, a la democracia y los derechos humanos en Europa desde hace más de seis décadas”. Thorbjörn Jagland, presidente del Comité Noruego del Nobel concluyó su discurso recordando que “La UE había transformado Europa de un continente de guerras a un continente de paz”.
No es una más de tantas frases bonitas. En sus 62 años de vida las instituciones europeas han cometido muchos pecados de acción y omisión. Evidente. Pero más evidente y digno de valoración es su contribución a la paz en un continente que ha estado siempre en pie de guerra. De una escalada belicista que llegó a dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX. La tercera, probablemente sería la última. Quienes critican el Nobel del 2012 demuestran una ignorancia supina de la historia europea.
                Históricamente, las estrategias europeas por la paz han oscilado en dos direcciones. Unos estadistas buscaron un equilibrio de poderes que disuadiera el uso de la fuerza. Lo único que consiguió fue eternizar las guerras. ¿Se imaginan ustedes una guerra de treinta años o de cien?  Pues las hubo. Julio César, Carlo Magno, Napoleón y Hítler entendieron que solo creando un gran imperio (bajo su dirección, claro está) la paz estaría asegurada. Sus guerras fueron más cortas, pero más sangrientas. La UE representa un cambio de estrategia. Su objetivo es crear una comunidad de intereses tan fuerte que ningún país deseara la guerra, aunque solo fuera por la evidencia de que tendría mucho que perder y poco que ganar.
                La idea partió de un francés, Robert Schuman, cuyo apellido refleja bien que en Europa siempre ha habido una mezcla de razas y nacionalidades que estaban condenadas a convivir. En su calidad de Ministro de Exteriores del General De Gaulle (aun sin pertenecer al mismo partido) se entrevistó a menudo con los presidentes de Alemania occidental (Konrad Adenauer) y de Italia (Alcide de Gaspari). Les unía el objetivo de la paz como bien supremo y la fe católica como fuente de inspiración. No estamos hablando de una fe superficial; tanto Schuman como de Gaspari están en proceso de beatificación. Conscientes que las minas de Alsacia y Lorena habían sido un foco histórico de conflictos políticos propusieron crear un ente supranacional que las gestionara. Así se constituyó la Comunidad Europea del Carbón y el Acero (CECA) en 1951, embrión de la actual UE.
Al comprobar que la población europea acogió de buen grado la cesión de soberanía y que el mismo De Gaulle (chauvinista donde los haya) deseaba colgarse la idea de la CECA como mérito propio, los padres de Europa se animaron a crear un mercado único con aranceles únicos y una política agraria común. Fue un proceso in crescendo tanto por el número de países miembros como por las competencias transferidas a las autoridades europeas. El Tratado de Roma de 1957 aprobó la Comunidad Económica Europea (CEE) para los seis países originarios, a los que pronto se añadirían otros seis. El Acta Única de 1986 refuerza la autoridad europea tras la incorporación de Grecia, España y Portugal. El Tratado de Maastrich de 1992 crea la actual Unión Europea que ha crecido hasta 27 Estados tras la incorporación de los países de Europa del Este.
                En un mundo donde las fuerzas centrífugas y las tentaciones separatistas han estado siempre a flor de piel y han sido motivo de continuas guerras, la UE ha sabido crear unos valores por los que vale la pena ceder parte de la soberanía nacional y unas instituciones donde los enfrentamientos sólo son verbales y con sordina (el traductor nunca habla enfadado).
                El Nobel de la Paz de 2012 debe recordarnos a los europeos que la naturaleza humana es frágil e inclinada a la violencia.  Y ha de ser un motivo de esperanza. Si hemos sido capaces de vivir en paz durante 60 años, ¿no podremos continuar en ella durante 60 veces 60 años?

La Tribuna de Albacete (17/10/2012)

miércoles, 10 de octubre de 2012

San Juan de Ávila, un manchego universal

Los santos son el mejor regalo de la Iglesia a la humanidad.
Todavía más cuando a la santidad personal se une la sabiduría.


Siete de octubre de 2012. No es un domingo cualquiera. La plaza del Vaticano está a rebosar. ¡Y mira que es grande!  Benedicto XVI se dispone a declarar a San Juan de Ávila doctor de la Iglesia Universal. Entre la multitud sobresale una pancarta de Almodóvar del Campo, pueblo de Ciudad Real donde nació el Santo como regalo de Reyes del año 1500. También de Montilla (Córdoba), donde murió el 10 de mayo de 1569. Otro estandarte reza: “Los seminaristas de Córdoba, al apóstol de Andalucía”. Varios centenares de personas, en su mayoría jóvenes, pintan el paisaje con unas pañoletas naranja donde se lee: “Obra de San Juan de Ávila”. ¡Quinientos años después, el santo continúa vivo y operante!  Lo será todavía más a partir de hoy cuando su nombre pase a formar parte del reducido grupo de doctores.  Hasta el momento sólo había tres españoles: San Isidoro de Sevilla, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.
                San Juan de Ávila era hijo único de una familia acomodada.  Realizó brillantes estudios legales en la Universidad de Salamanca y teológicos en la de Alcalá. Ordenado sacerdote, y ya fallecidos sus padres, repartió toda su hacienda a los pobres y se fue a Sevilla deseoso de misionar en tierras americanas. No llegó a embarcarse. El arzobispo de Sevilla le convenció que las gentes de Andalucía también requerían de un predicador de su talla. Con razón el Papa invitó a considerar el ejemplo del apóstol de Andalucía a los cientos de obispos allí congregados para el Sínodo sobre la Nueva Evangelización.  
                Esta misma semana se celebrará el cincuenta aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II. San Juan de Ávila puede considerarse precursor del mismo en uno de sus puntos centrales: la llamada universal a la santidad. El santo insiste que el camino es empinado pero no complicado. “Los pies con que nuestra alma se mueve son el examen y la oración. Con los primero se va al conocimiento propio; con el segundo, al amor de Dios y del prójimo”. Insiste, por una parte, en que “toda felicidad y aprovechamiento de un alma está en conocerse y enmendarse”. Recuerda, por otra, que necesitamos y podemos contar con la ayuda divina: “Los que quieren valerse con tener cuidado de sí en hacer cosas agradables a Dios y no curan de tener oración, con una sola mano nadan, con una sola mano pelean y con un solo pie andan”.  
                El manchego tuvo palabras para todos. Se acercaron a pedirle consejo los grandes santos del siglo de oro español: Ignacio de Loyola, Juan de Dios, Francisco de Borja, Juan de Ribera, Juan de la Cruz, Pedro de Alcántara, Tomás de Villanueva y Teresa de Jesús. Los sacerdotes diocesanos fueron, no obstante, la niña de sus ojos. Ante los cismas que estaban escindiendo la cristiandad, la solución que propone en los memoriales escritos para el Concilio de Trento consiste en asegurar una buena formación intelectual y espiritual de los sacerdotes, formación que nunca podría darse por acabada. Para este fin fundó en Andalucía una quincena de colegios (precedentes de los seminarios), además de la Universidad de Baeza. Llama la atención que nunca pusiera el énfasis en el número; lo importante era la calidad, esto es, en la santidad de vida de seminaristas y sacerdotes.
                En el palco de la Plaza del Vaticano no faltaron representantes de los gobiernos de España y Castilla La Mancha. También los políticos encontrarán algún consejo útil en la decena de cartas que dirige “a un señor de estos reinos”. Allí leemos: “Mire y remire el que gobierna república si tiene esta fortaleza de amor, que, como fuerte vino, le embriague y saque de sí y de sus intereses y pase a ser padre de muchos con el amor y esclavo de ellos con el trabajo”.
                Los santos son el mejor regalo de la Iglesia a la humanidad. Todavía más cuando a la santidad personal se une la sabiduría. Con su vida y doctrina, San Juan de Ávila mostrará el camino a los que buscan la verdad sinceramente y tienen humildad para dejarse iluminar por un manchego del siglo XVI que ardía con el fuego de Cristo.

 La Tribuna de Albacete (10/10/2012)

miércoles, 3 de octubre de 2012

España federal

Es imposible contentar a los separatistas.
Pero sí podemos y debemos aclarar las reglas del juego y los límites del campo.

El modelo territorial de la Constitución española de 1978 presenta muchos logros y dos inconvenientes serios: asimetría territorial (que esconde flagrantes beneficios para el País Vasco y Navarra) e indefinición en el reparto de competencias. Esta indefinición ha llevado a continuos choques de trenes entre las regiones y de éstas con el Estado.  En Alemania, los conflictos competenciales se reducen a un par de casos al año. En España, la media se sitúa 75. ¿Se sorprenderá alguien de que el Tribunal Constitucional español haya acabado tan bloqueado y politizado? 
                El Estado autonómico ideado en 1978 ha servido para muchas cosas, pero no para su objetivo primero: serenar los ánimos independentistas de algunos colectivos del País Vasco y Cataluña. El PNV, para empezar, votó en contra del Título VIII de la Constitución, donde se les reconocía el sistema de cupo como un derecho histórico. Por supuesto, los sucesivos presidentes del PNV no renunciaron a los privilegios del cupo. Cataluña se ha quejado siempre de la asfixia financiera a la que le sometía Madrid. Por eso pidió y consiguió que la participación de las comunidades autónomas en la recaudación de los grandes impuestos estatales subiera del 15 al 33 y al 50%. Lamentablemente en tiempos de crisis el 50% poco es poco y por eso el programa electoral del Sr. Mas reclamaba un pacto fiscal con el Estado español a semejanza del que gozan el País Vasco y Navarra. Después la multitudinaria manifestación independentista del pasado 11 de septiembre, Mas se montó en el carro independentista; un carro sin frenos que nadie sabe donde puede acabar.
                Es imposible contentar a los separatistas. Pero sí podemos y debemos aclarar las reglas del juego y los límites del campo. Eso es lo que propicia el modelo federal, que no el autonómico. Por eso mi propuesta consiste en reformar la Constitución en la línea federal para conseguir un Estado tan fuerte y eficaz como los EE.UU. y Alemania. El PP debería sumarse al PSOE en esta propuesta que tal vez es la única que puede mantener a España unida y en forma.
                Los cambios constitucionales que se requieren son mínimos. La primera columna del federalismo consiste en una cámara territorial que da el visto bueno a todas las leyes federales con repercusiones territoriales y que favorece los acuerdos entre regiones. La segunda columna consiste en un reparto sensato y claro de competencias. El modelo alemán puede servir de ejemplo. La tercera, un reparto equitativo y claro de la recaudación fiscal de los grandes impuestos entre los tres niveles de gobierno (central, regional y local). El sistema fiscal funcionará bien si favorece la responsabilidad. El político que prometa más gasto ha de explicar a sus votantes de dónde obtendrá los recursos, es decir, los impuestos sobre los que establecerá recargos. Lo que no vale es prometer el oro y el moro en la campaña local y luego culpar al Gobierno central de “asfixia financiera”.
                ¿Qué pasaría en un Estado federal serio si aparece un Artur Mas pidiendo la secesión?  En los Estados Unidos de América, Lincoln dejó claro a Douglas que el derecho a la secesión, propio de una confederación, había desaparecido desde que en 1877 la Constitución creó un Estado federal. Eran otros tiempos. Hoy día no hace falta una guerra para parar los pies a quienes defienden la “secesión a mano alzada”, saltándose las reglas básicas de un Estado de Derecho. En la República Federal de Alemania, si el presidente de un Länder llegara a Berlín con una propuesta de esta guisa, le obligarían a pasar por el arco de la legalidad. Y punto.
Es algo tan de sentido común que estoy convencido que el propio Artur Mas aplicaría la misma medicina si el alcalde de un municipio catalán le transmitiera que el 100% de los vecinos han votado la independencia de Cataluña y de España para no pagar impuestos a nadie. En todos los debates del proceso electoral que acaba de comenzar en Cataluña, yo le plantearía al Sr. Mas siempre la misma pregunta: “¿Qué haría usted si uno de sus municipios quiere independizarse de Cataluña? Piense bien la respuesta, porque será la misma que le daremos nosotros a usted y la misma que darían en cualquier estado democrático de derecho”.
La Tribuna de Albacete (03/10/2012)