domingo, 23 de octubre de 2016

Ética de la hospitalidad

En la lotería de la vida 
nos ha tocado nacer en el barrio ganador

Desde hace medio siglo, las grandes metrópolis son sociedades abiertas e interculturales. El dilema de Occidente no estriba en abrir o cerrar fronteras a otras personas y culturas. Ya están dentro y seguirán viniendo de forma voluntaria o forzosa. El dilema pasa por segregarlas o integrarlas.
Sobre este tema disertó Agustín Domingo, catedrático de filosofía moral en la Universidad de Valencia y la UIMP. Fue en la V Jornada Universitas sobre “Refugiados y emigrantes”. El dilema anterior lo convirtió en un trilema: coexistencia en guetos; asimilación más o menos forzosa o integración.
Hay quien defiende la segregación para asegurar una coexistencia pacífica. La mayoría de los guetos se forman de manera espontánea. Basta abrir el mapa de una gran metrópoli para visualizar los barrios gitano, chino, latino, judío o musulmán. Los riesgos son evidentes. La convivencia de los desahuciados alimenta su resentimiento, el odio y la violencia.
La asimilación es un fenómeno multifacético. Existe una asimilación natural de la cultura inferior por la superior, sobre todo cuando ésta es mayoritaria. El problema de Occidente es que su cultura ha quedado desprovista de fundamentos éticos y cada vez suscita menos entusiasmo. Hoy es tan inmune a la minoría de fanáticos musulmanes como el imperio romano lo fue a las hordas bárbaras. No menos peligrosa es la exaltación de la propia identidad obligando al resto a pasar por el mismo tubo o a exiliarse. Laclau Mouffe advierte del corto trecho que media entre identidades excluyentes e identidades asesinas.
La integración es la mejor solución. Para que sea humana y perdurable ha de estar asentada en la justicia y la ética. Una ética de la hospitalidad que, como insiste el Papa Francisco, se construye con la argamasa de la misericordia y la generosidad.

Nosotros, los occidentales, hemos de ser conscientes que en la lotería de la vida, de la que habla John Rawls, nos ha tocado nacer en el barrio ganador; a ellos en el perdedor. El gran premio, el que beneficia a toda la comunidad, es la convivencia pacífica entre personas que pueden dar su máximo y contribuir positivamente, a esa obra cultural siempre en proceso de construcción. Ellos y nosotros viviremos en una sociedad diversa pero con igualdad de oportunidades y respeto generalizado de los principios del estado de derecho.  ¿Estoy soñando?
La Tribuna de Albacete (24/10/2016)