domingo, 27 de diciembre de 2020

El misterio de la Navidad

               

De entre las felicitaciones recibidas este año me quedo con esta. “No puede desearte ‘Felices Fiestas’, las tenemos prohibidas. Pero sí puedo desearte ‘Feliz Navidad’. Ojalá y sea tan auténtica y feliz como la primera”.

                ¿Y qué es la Navidad?  En el inicio de su Evangelio, Juan manifiesta su desconcierto ante la primera Navidad: “Vino a su casa y los suyos no lo recibieron”. El mundo estaba en tinieblas, prosigue el evangelista; Dios, que es la luz, vino a iluminar el mundo, pero este prefirió seguir sumergido en las tinieblas. Esta conducta no nos sorprenderá tanto si nos conociéramos a nosotros mismos y supiéramos algo de historia. Demuestra lo poco racionales que podemos llegar a ser los humanos. Deseando lo mejor, somos capaces de acomodarnos en una estancia oscura donde se acumula la suciedad y trastos con los que tropezamos continuamente. El resultado es una insatisfacción personal profunda y unos conflictos interminables. Los países pobres se desangran en guerras, los parlamentos de los países ricos más parecen un circo de fieras, hasta las familias (santuarios del amor libre) se profanan por discordias y violencia.   

                Afortunadamente la historia no acaba así. Juan la concluyó con estas palabras: “Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios”. La Navidad no cambia el mundo de la noche a la mañana. Simplemente facilita esa transformación personal que ha de durar toda la vida. Cristo Ilumina la verdad sobre el hombre y el mundo. La dignidad personal, desde la concepción a la muerte natural, se funda en que es hijo de Dios. Mi respeto y solicitud con el prójimo se funda en los lazos fraternales que me unen con él. ¡He aquí el misterio y el tesoro de la Navidad!  

 La Tribuna de Albacete (28/12/2020)

domingo, 20 de diciembre de 2020

Dudas sobre la eutanasia

 

El jueves 17 de diciembre el Congreso español aprobó la ley de Eutanasia por amplia mayoría: 198 votos a favor, 138 votos en contra y 2 abstenciones. En mi memoria se agolparon muchos interrogantes que no me dejan dormir.

·      Hace tres años el  PSOE rechazó por peligrosa, injusta y anticonstitucional la ley de eutanasia propuesta por Podemos. Ahora ha impulsado una ley similar calificándola como una conquista social que demuestra la superioridad moral de la izquierda. Vaya, yo pensaba que la moral consistía en la restricción de la propia libertad cuando choca con la vida ajena y otros derechos fundamentales de la persona.

·        ¿A qué viene tanta urgencia? La ley se ha “deslizado” por el Parlamento en un tiempo récord, entrará en vigor en menos de un mes y se hará efectiva antes de 33 días desde que uno manifieste su deseo de morir. La consigna parece ser: “Mejor que nadie lo piense dos veces”.

·        ¿Por qué no se consultó al Comité de Bioética elegido por el PSOE, PP y el resto de partidos? El Comité se ha visto compelido a declarar por su cuenta que el proyecto de ley no respeta los criterios éticos más elementales.

·      ¿Qué razones explican que solo cinco países del mundo hayan aprobado la eutanasia y cómo ha evolucionado su gestión? Nos sorprenderá que la praxis raramente coincide con el prototipo legal: “enfermo con dolores insufribles que solicita la muerte con plena consciencia y libertad”. Nada que ver con la realidad donde dominada por casos de trastornos psíquicos y quienes deciden suelen ser sus familiares o el personal sanitario.

·     Si el objetivo es evitar el dolor ajeno, ¿por qué no promueven cuidados paliativos adecuados? Me creeré la buena voluntad de una ley de eutanasia cuando incorpore una cláusula del siguiente tenor: “La herencia del difunto se dedicará íntegramente a financiar los cuidados paliativos. Al mismo fin irá el ahorro de la Seguridad Social por la muerte anticipada de ancianos, enfermos y desesperados”.

La Tribuna de Albacete (21/12/2020)

domingo, 13 de diciembre de 2020

Libertad de información

            Imagine un mundo con un solo periódico, una sola cadena de televisión y una agencia pública que filtrara todo lo que se difunde por internet. Esta pesadilla rememora las dictaduras de derechas (fascismo) y de izquierdas (comunismo). Resulta incompatible con el sistema de contrapoderes que sostienen una democracia; el pluralismo de los mass media forma parte del mimo. 

        Esta presunción no libera a los gobernantes de la tentación de monopolizar y controlar la difusión de las ideas. Se aprecia en la Comisión recientemente propuesta por el Gobierno español para “monitorizar y vigilar las campañas de desinformación”. Los periodistas temen (con toda la razón) que bajo el pretexto de combatir las fake news se instale en la Moncloa el “Ministerio de la Verdad” profetizado por G. Orwell en 1948.

En mi opinión la libertad de expresión e información es de las pocas cosas que funcionan relativamente bien en los países occidentales. Amenazas como la indicadas nos deben estimular a proteger los pilares sobre los que se asienta y extrapolarlos a otras actividades de fuerte contenido ideológico como es el caso de la educación. (1) Libertad de creación de medios informativos y libertad de expresión a través de ellos. (2) Igualdad de acceso a los medios públicos y neutralidad de sus informativos (la BBC inglesa suministra un buen ejemplo). (3) Libertad de elección de las fuentes de información, lo que descarta cualquier tipo de monopolio.

Los límites a la libertad de expresión provienen del derecho al honor y la veracidad que asisten a cualquier persona física o jurídica. Quien no esté de acuerdo con una noticia se defenderá contraatacando. O la denunciará ante los tribunales, cuando se trate de una calumnia manifiesta. La carga de la prueba recaería en el medio y la persona que profirieron aquella acusación falsa y dañina. Todo menos utilizar el poder político para eliminar y domeñar la libertad de crear medios de comunicación que actúan como contrapoderes y garantizan la libertad de expresión.

La Tribuna de Albacete (14/12/2020)

lunes, 7 de diciembre de 2020

Educar en libertad

           Todos aceptamos que una buena educación básica es lo mejor que le puede ocurrir a un país. Contribuye a la formación de personas libres, críticas y respetuosas. Personas capaces de crear y disfrutar de la cultura. Impulsoras del progreso técnico y económico.

Lamentablemente, la escuela también es un terreno abonado para sembrar ideologías y manipular los valores de los alumnos, futuros votantes. Tras el fiasco de ocho leyes generales de educación en 40 años, parece evidente que estamos incapacitados para consensuar los valores que hemos de transmitir en la educación. El único pacto posible consiste en respetar y encarrilar la libertad de los agentes que intervienen en la educación: libertad de creación-gestión de los centros docentes y libertad de elección

                Libertad de oferta educativa. Los centros habrán de atenerse a las directrices generales señaladas por el gobierno central o regional. Este respetará la libre iniciativa en la organización del aprendizaje en su esfuerzo por conseguir que cada alumno saque lo mejor de sí mismo. ¡En eso consiste la calidad educativa!  

                Libertad de elección. Entregando el “vale” suministrado por el Gobierno, los padres escogerán el colegio que consideren mejor para sus hijos, habida cuenta de los resultados en las reválidas nacionales al final de cada ciclo y de la confianza que les merezcan sus actividades complementarias. Lo que no es admisible es que cualquier iluminado secuestre a nuestros hijos en el aula y les obligue a aprender su filosofía de la vida.

                El actual sistema de organización de la comunicación de masas podría ser copiado por la educación. Conscientes de que constituyen un cuarto poder ideológico y político, exigimos (por el momento) la libre creación de medios públicos y privados y les dejamos expresarse como quieran. Respetamos también la libertad de los ciudadanos para ver el canal televisivo y leer el periódico que deseen. No pedimos más que eso. Y nuestro mejor aval es el artículo 28 de la Constitución española.

La Tribuna de Albacete (7/12/2020)