Entramos en
la Semana Santa. Mientras oía a los cofrades afinando sus instrumentos me
preguntaba: ¿Ha servido para algo la muerte de Cristo en la cruz? A juzgar por
las noticias de prensa parece que no. Los mandamientos básicos (no matar, no
robar, no mentir) eran violados hace 2000 años y lo siguen siendo. Afortunadamente
hay otras realidades que nos devuelven la esperanza, aunque no sean noticia.
Un
matrimonio amigo me habló recientemente de las Comunidades del Cenáculo,
fundadas por sor Elvira hace 30 años y que ya cuentan con 50 centros en 15
países. En su compromiso por ayudar a los drogodependientes sor Elvira apostó
por el método de la “Cristoterapia”. Y no le na ido nada mal. En sus
comunidades no hay medicinas, ni sucedáneos de droga, ni psicólogos. Solo
oración, trabajo y amistad.
Trabajo duro
para acostumbrar a los jóvenes a la disciplina y devolverles la satisfacción
del deber cumplido. Ellos producen con sus propias manos y lavan sin lavadora. Nada
más llegar un compañero les recibe con estas palabras: “Hola, soy tu ángel
guardián. Ya sabes que las puertas del cenáculo están siempre abiertas. Pero si
deseas curarte habrás de aguantarme como a tu sombra las 24 horas del día. Y no
trates de engañarme que yo también he sido drogadicto y conozco todas las
tretas del oficio”.
Al
parecer hay fármacos capaces de cortar la dependencia. El problema es la
recaída tan pronto como retornan a sus ambientes. De ahí que sor Elvira dé
tanta importancia a la formación religiosa y la oración. Hemos de recordarnos
mutuamente, aconseja, que Jesús murió por nosotros. Y que sigue a nuestro lado
para dar sentido a nuestra vida y encaminarla hacia la libertad y felicidad.
Gracias,
sor Elvira, por demostrarnos que la cruz de Cristo sigue sirviendo, y mucho, a las
personas que se dejan ayudar.
La Tribuna de Albacete (26/03/2018)