¿Dónde y cuándo he vivido o
visto yo una historia similar a la actual? La pregunta me ha estado inquietando
durante esta larga cuarentena. Hoy, por fin, he encontrado la respuesta: ¡el
arca de Noé! La historia, una de las más bellas de la Biblia, está narrada en
los capítulos 7-9 del Génesis. La resumo aquí. No hay espacio para comentarios.
El lector perspicaz logrará identificar las alegorías bíblicas con el diluvio
de coronavirus.
Viendo Dios la perversión y corrupción en la que había
naufragado la humanidad, permitió una respuesta airada de la naturaleza con el
deseo de conceder al hombre una segunda oportunidad. Eligió a Noé para que construyera un arca donde
habría de refugiarse con su familia y una pareja de animales de cada especie. Una
vez dentro, se abrieron las compuertas del cielo y diluvió durante cuarenta días
y cuarenta noches. Las aguas cubrieron toda la superficie de la tierra; ni los
picos más altos se salvaron.
Un viento cálido achicó las
aguas. El arca encalló sobre una colina. Noé fue oteando el horizonte semana
tras semana. Primero soltó una paloma que pronto volvió al no tener donde
posarse. Siete días después, salió la segunda paloma que regresó con un ramo de
olivo en el pico. Las que volaron durante la siguiente semana ya no regresaron.
¡Buena señal! Aunque la tierra necesitaría un año entero para acabarse de
secar.
Dios, que no da puntada sin hilo, aprovechó la ocasión para
renovar su alianza con los hombres: “Sed fecundos, multiplicaos y llenad la
tierra… Vuelvo a entregaros todo … Pero, recordad, os pediré cuenta de la vida
de vuestros hermanos”. Y rubricó el pacto con el arco iris. “Pondré mi arco en
el cielo como señal de mi alianza con la tierra”.
La Tribuna de Albacete (27/04/2020)