lunes, 30 de octubre de 2017

El día en que el independentismo tocó fondo

Limpiemos la ciénaga que hemos generado 
y sembremos buenas semillas.

         Ayer coincidimos (mi esposa y yo) con un matrimonio catalán. Con la sabiduría humana que dan cincuenta años de convivencia en la diversidad (ellos cumplían sus bodas de oro) nos aseguraron: “Tranquilos, que el independentismo ya ha tocado fondo. Empieza una nueva etapa: la de construir”.
           Me llamó la atención que emplearan la misma expresión que da título a mi columna semanal: “Tocando fondo”. Ellos se referían a la ciénaga depositada en el fondo de los charcos. Yo me fijo en las raíces que sostienen y alimentan un árbol. Ambas perspectivas son complementarias: limpiemos la ciénaga que hemos generado y sembremos buenas semillas.
Hemos tocado el fondo de la política al margen de la ley. El Estado democrático de Derecho es la herencia más valiosa que recibimos de la Ilustración. Ojalá aprendamos que nada duradero podemos construir al margen de él.
Hemos tocado el fondo del enfrentamiento social. Para construir una sociedad de personas libres e iguales hemos de aceptar la diversidad y aprender a vivir en ella. En caso de duda que decidan los tribunales de acuerdo con la leyes. Unas leyes que pueden cambiar, cierto, pero que en su reformulación habrán de respetar los pasos marcadas por la ley.
Hemos tocado el fondo de la desconfianza en las relaciones económicas. Cuando la gran recesión de 2008 parecía superada, se dispara la prima de riesgo de la deuda catalana, se acelera la fuga de capitales por la noche y, al final del “procés”, a plena luz del día, dos mil empresas emblemáticas de Cataluña trasladaron su sede.
          El día que el independentismo tocó fondo descubrimos que detrás de la DUI no había nada pues nadie reconoció a la República independiente de Cataluña. 
La Tribuna de Albacete (30/10/2017)

lunes, 23 de octubre de 2017

Cataluña, España, Europa y el Estado democrático de Derecho.

Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso 
cambiando las fronteras
            
El 21 de octubre de 2017, a mediodía, el Presidente de España, Mariano Rajoy activó el artículo 155 para restaurar la legalidad constitucional que ha de devolvernos la democracia, la libertad y la convivencia pacífica. Por la noche, el President de Cataluña, Carles Puigdemont, compareció en TV3 para afirmar que la activación del 155 ha sido un golpe de estado contra la democracia, la libertad y la convivencia. Sus últimas palabras, en inglés, las dirigió a los líderes de la UE: “Si los valores fundacionales europeos están en riesgo en Cataluña, también lo están en Europa”.
           El azar histórico quiso que esos líderes coincidieran unas horas antes en Oviedo para recibir el “Premio Princesa de Asturias a la Concordia”.  El discurso de Antonio Tanjani, Presidente del Parlamento Europeo, puso en pie al público del Teatro Campoamor. “Hay algunos en Europa, populistas y nacionalistas, que gastan esfuerzos y recursos en separarnos. Mejor harían en trabajar por la concordia”.  “Demasiadas veces se nos ha ofrecido el paraíso cambiando las fronteras y se nos ha llevado con ello a los infiernos”.
            Y siguió. “Cuando algunos siembran discordia ignorando voluntariamente las leyes, creo que es necesario recordar la importancia del respeto al Estado de Derecho. La Unión Europea ha tenido éxito porque es fruto de una Comunidad de Derecho”. Las leyes pueden cambiarse, admitió Tanjani, el Tratado de Roma de 1957 se llama hoy Tratado de Lisboa (2007). “Pero mientras el Derecho no se cambie, su respeto no es una opción: es una obligación”. En caso de duda nosotros acudimos al Tribunal de Justicia. “Sus sentencias se acatan y punto”. 

          Recuperar el aprecio y respeto por el Estado democrático de Derecho es nuestra tarea principal en este río revuelto donde la estrategia de la confusión ha pasado a ser el modus operandi.
La Tribuna de Albacete (23/10/2017)

lunes, 9 de octubre de 2017

Independentismo y populismo

Lo peor del populismo 
es que se trata de una enfermedad muy contagiosa

         El viernes 6 de Octubre se celebró en el Campus de Albacete la sexta jornada Universitas. Versó sobre “Populismos siglo XXI”.  Empezó con una mesa redonda en la que participaron dos alumnos (Ángel Ortiz y Vakhtang Mtchedlishhyili) y dos profesores (Benito Cantero y Gregorio López). Las ponencias principales correspondieron a dos profesores de la Universidad Complutense (Carlos Rodríguez Braun, y Carlos Fernández Liria). El momento político animó a los ponentes a elucubrar sobre las bases “populistas” del independentismo catalán. No fue difícil encontrar los nexos. Avanzaré algunas de las ideas que yo apunté sobre la marcha. Vaya por delante que no todos los ponentes las suscribirán por completo. 
La primera característica del populismo consiste en apropiarse de la idea del pueblo. En el discurso de Puigdemont, la expresión “poble catalán” se repite insistentemente como si fuera algo homogéneo y eterno. ¿Y qué hacemos con la mitad no independentista? Pues echarlos en el saco roto de los malos catalanes, los que no cuentan. El segundo ingrediente del populismo consiste, precisamente, en dividir la sociedad en dos grupos: los buenos (nosotros) y los malos (ellos). El éxito de la estrategia populista se muestra en identificar un colectivo que comparta algo en común y buscar un enemigo común. Los dos pilares tienen la misma importancia.
                La voluntad del pueblo se manifiesta en el clamor popular. Las elecciones casi que sobran. El clamor del pueblo catalán ya hace años que se evidencia en las asambleas masivas del 11 de septiembre (la Diada). ¿Qué más necesita la Generalitat para declarar la independencia? Un referéndum parecía ser el broche de oro. Ningún país del mundo u organismo internacional serio llamará referéndum a la pantomima del 1-O. Pero ¿qué más da?
                Para mantener alto el clamor popular hay que azuzar los instintos primarios o tribales: odio al extranjero. La historia es reescrita para demonizar al enemigo y borrar los lazos que nos unen. Cuanto menos se mente a la bicha (esos lazos), mejor. Tampoco hace falta esforzarse por hilvanar argumentos razonables. En la atmósfera populista, los sentimientos tienen primacía sobre las razones.

                Lo peor del populismo es que se trata de una enfermedad muy contagiosa. Prende fácilmente tanto en la derecha como en la izquierda. El caso catalán es una prueba evidente. ¿Alguien se hubieran imaginado la derecha histórica catalana (encarnada en la antigua CiU) con los marxistas-anarquistas de la CUP?  Pues eso es lo que hemos visto en Cataluña durante los últimos años. La chispa populista puede saltar al resto de España. ¡No caigamos en la trampa!
La Tribuna de Albacete (9/10(2017)

lunes, 2 de octubre de 2017

Pitufacorchos o sacapitufos en el 1-O

Las raíces del separatismo son difíciles de extirpar 
hasta en la pacífica aldea pitufa donde todo es de color azul

               El uno de octubre amaneció nublado en toda España, en Cataluña lloviendo. Me propuse no leer ni escribir nada relacionado con el I-O. Mi mente necesitaba reposo y para conseguirlo nada mejor que hojear alguna historia de pitufos.
Para mi sorpresa, la historieta que cayó en mis manos rompía la utopía de esa aldea azul, pacífica y pacificadora. Un pitufo entró en casa de pitufo carpintero para que le pitufara un “sacapitufos”. El carpintero le corrigió: “Querrás decir un “pitufacorchos”, ¿no?” A partir de este incidente se desató una gran trifulca que enfrentó a los pitufos del norte con los del sur. Como es sabido, en las palabras compuestas, los del norte anteponen el fonema “pitufo” mientras que los del sur prefieren colocarlo al final.
                El ambiente de la aldea pitufa se fue calentando con manifestaciones de esas, que aunque se autodenominen “pacíficas”, generan más calor que luz.  Al final acordaron pitufar una frontera en el suelo con una pintura negra que separara para siempre el norte y sur de la pequeña aldea. Más de una casa quedó partida en dos. Hasta la mesa del comedor y el lecho conyugal quedaron divididos por la temible raya negra. No era un tema baladí. Cuando un miembro de la familia se trasladaba a la parte norte de la habitación debía cambiar su forma de pensar y hablar, so pena de ser políticamente incorrecto.
                A todo esto, ¿dónde estaba Papapitufo, el sabio y reconciliador abuelo de blanca barba?  Pues, encerrado en su laboratorio buscando la fórmula magistral que solucionara un problema tan tonto como inesperado. Cuando la encontró y salió a la plaza,  ya era demasiado tarde. Los pitufos habían llegado a las manos. Incapaz de transmitir su plan A, Papapitufo pasó directamente al B. Se metamorfoseó en el gigante Gargamel, el temible enemigo de los pitufos obsesionado por encontrar su aldea para exterminarles. Todos a una se le echaron encima. “Veis como la unión hace la fuerza”, pontificó Papapitufo.
                Luego les explicó su plan A: “Para evitar futuros enfrentamientos se eliminarán de la lengua pitufa todas las palabras compuestas”. Ni “sacapitufos” ni “pitufacorchos”; mejor “un pitufaaparato para pitufar los pitufacorchos”. La aplicación práctica fue tan caótica que en la última viñeta, Papapitufo escribe con cierta melancolía: “Los problemas idiomáticos del país de los pitufos no parecen haberse resuelto aún del todo”. Nunca hubiera imaginado que las raíces del separatismo fueran son difíciles de extirpar, incluso en la pacífica aldea pitufa donde todo es de color azul.
La Tribuna de Albacete (02/10/2017)