Nada más contradictorio que "matar en nombre de Dios"
La semana
pasada el Papa Francisco fue invitado en Egipto a una Conferencia Interreligiosa
para la Paz. El encuentro tuvo lugar en la Universidad Al-Azhar, sede del
Instituto Teológico del Islam Suní. Allí le esperaba el Gran Imán Ahmad
Al-Tayeb quien condenó el error de etiquetar al Islam como una religión de
terroristas. ¿Qué diríamos, preguntó, de las iglesias europeas que se pasaron
siglos enteros enfrentados en guerras de religión contra el Islam y entre ellos
mismos? ¿Y de los estados occidentales del siglo pasado a quienes bastaron dos guerras
mundiales para matar a setenta millones de personas, donde incluimos seis
millones de judíos gaseados? Entiendo
que el argumento del Gran Imán no sirve de excusa para justificar el terrorismo
islámico contemporáneo. Sí para hacernos más humildes a los occidentales y reconocer
que no estamos libres de la tercera (y
última) guerra mundial.
Como es
habitual, el Papa Francisco, fue claro y a la raíz. Urge trabajar en la
educación de los jóvenes para la paz. Una educación que pasa por explicar la
naturaleza abierta y relacional del ser humano y por condenar todo tipo de
violencia. Nada más contradictorio que “matar en nombre de Dios”. ¿Oyen esto
los niños musulmanes?
Sus denuncias
se extendieron a algunas prácticas que, a fuerza de repetirse, ya nos parecen
normales e inevitables. Las guerras en el Tercer Mundo y los grupos terroristas
musulmanes no podrían mantenerse de no existir un tráfico de dinero y armas hacia
ellos. ¿Alguien ha investigado estos flujos y ha puesto los medios para controlarlos?
Los
movimientos populistas, que medrar junto al terrorismo, también recibieron su toque
de atención: “[H]oy se necesitan constructores de Paz, no provocadores de
conflictos; bomberos y no incendiarios; predicadores de reconciliación y no
vendedores de destrucción”.
El mensaje común en Al-Azhar fue
que la religión no es un enemigo para la paz; puede y debe ser su principal aliado.
Creer en Dios implica respetar sus mandamientos entre los que destaca el “no
matarás”. Creer en Dios nos anima a reconocernos como hermanos y responder al
odio con amor. Creer en Dios nos obliga a trabajar por la paz allí donde estemos.
La Tribuna de Albacete (01/05/2017)