miércoles, 28 de mayo de 2014

Elecciones y electrocuciones europeas

Europa ya es un buque de gran tonelaje 
incapaz de hacer giros bruscos

Manuel Valls, nuestro Primer Ministro francés, ha calificado las elecciones al Parlamento Europeo de “tsunami político”. Él se refería a Francia, pero su sentencia bien podría extrapolarse a España y a casi toda la Unión Europea. Un tsunami resulta de la superposición de varias olas que se retroalimentan. Desde mi modesto observatorio (un quinto piso de Albacete) vislumbro cuatro corrientes superpuestas en el tsunami de las últimas elecciones europeas.
Triunfo de los euroescépticos. Son los que se quedaron en casa (57% de europeos) más los que votaron a partidos dispuestos a desmantelar Europa ya. Tanto en Francia como en el RU los partidos más votados (por encima del 25%) son euroescépticos, por no decir “europicidas”. ¿Qué cabe esperar de una institución donde quienes desean acabar con ella están acumulando poder?
Triunfo de los indignados y los antisistema. Me refiero a los partidos que han atraído a los descontentos caídos por los extremos de la carroza política. En Francia, el Frente Nacional de Marine Le Pen, ha ganado las elecciones vendiendo odio contra los inmigrantes (todos ellos sucios y ladrones) y prometiendo recuperar la “grandeur” patria robada por los burócratas de Bruselas. Syriza, un partido griego de extrema izquierda, ganó vendiendo odio al capital extranjero. En España un partido surgido al calor de los indignados de la Plaza del Sol se ha convertido en la cuarta fuerza política bajo el slogan “Podemos”. Sus promesas: nacionalizar bancos y empresas estratégicas para ponerlas al servicio del pueblo, gestión comunal de las tierras no explotadas, ocupación libre a las viviendas no ocupadas por sus dueños, jubilación a los sesenta años que muchos anticiparán a los 18 años al disponer de una renta básica suficiente para vivir sin trabajar… Me gustaría tener delante los pasquines que distribuía Lenin en 1917 o Hitler en 1933 y que llevaron al comunismo y al fascismo. Seguro que encontraríamos muchas semejanzas. Recordaré, a quienes indigne la comparación, que los extremos políticos pueden darse la mano a través del Estado intervencionista.
Reforzamiento de los partidarios de la Europa de las regiones frente a la Europa de los estados que tenemos ahora. En España se da el agravante de que estos partidos se arrogan el derecho de independizarse de su Estado histórico a través de un simple referéndum. ¿Puede levantarse Europa al margen del estado de derecho?
Duro castigo al bipartidismo. Proyectando los resultados del domingo sobre el telón de las elecciones de 2009 observamos un fuerte descenso del Partido Popular Europeo y del Partido Socialista Europeo. Centrándonos en el caso español las pérdidas se cifran en 8 escaños para el PP y 9 para el PSOE. Si se repitieran los resultados del pasado domingo en las próximas elecciones nacionales, serían catorce los partidos con presencia en el hemiciclo que rozarían el 50% de los escaños. ¿Augura, este vuelco electoral, el fin del bipartidismo? Lo dudo. Primero porque en las próximas elecciones generales los grandes partidos tratarán de animar a la mitad de su electorado que se quedó en casa. Segundo porque un multipartidismo a la Italiana crearía una inestabilidad o una parálisis política tan fuerte que obligaría a dar marcha atrás. Tercero, porque cuando partidos vírgenes como “Podemos” ocupen alguna parcela de poder pronto desencantarán a sus votantes. Es más fácil predicar que dar trigo. No ignoro la posibilidad de que un gran partido pueda desaparecer en cuatro años. UCD, como botón de muestra. Advierto, simplemente, que el bipartidismo es la tendencia natural de las democracias modernas

He empezado el artículo muy tétrico, hablando de tsunamis y comparando las elecciones a “electrocuciones”. Pero a medida que escribía y buceaba al fondo del asunto me he convencido que se trata de una tormenta en la bañera, de un cortocircuito con una pila de 16 voltios. Para bien o para mal, Europa ya es un buque de gran tonelaje incapaz de hacer giros bruscos. Lo mejor que le puede ocurrir a ese buque es que encuentre personas preclaras y honradas, capaces de dar pequeños golpes de timón en la dirección adecuada. ¿Encontraremos algún Robert Schuman entre los 766 políticos que hemos enviado al Parlamento Europeo?
La Tribuna de Albacete (28/05/2014)

miércoles, 21 de mayo de 2014

Europeización de la Seguridad Social

Un sistema de vasos comunicantes que remunere el ahorro forzoso de los trabajadores incluso en tiempos de sequía 


¿Qué puede proporcionar la Unión Europea de manera mucho más eficiente que el estado tradicional? –Seguridad. Seguridad en la defensa nacional y persecución del crimen organizado. Seguridad económica para prevenir crisis como la actual y salir de ella en mejores condiciones. Seguridad social para atender a jubilados, desempleados y enfermos. Hoy pensaba fijarme en la seguridad social propiamente dicha: pensiones y subsidio de desempleo. La llamaremos “SS”.
El negocio asegurador consiste, precisamente, en compensar riesgos. Su éxito guarda relación directa con la amplitud del colectivo que le sirve de base. Esa es la ventaja de una SS pública, capaz de tapar los inconvenientes que derivan de su mecanismo de “reparto”. No ignoramos las dificultades por las que están pasando, dificultades derivadas del envejecimiento secular de la población y de la multiplicación del desempleo a raíz de la crisis 2008. Pero mucho peor lo han pasado los seguros y planes privados cuyas inversiones en bolsa quedaron reducidas a la mitad en 2009. La mayoría de ellos hubieran quebrado de no haberlas salvado el Gobierno, saltándose unos cuantos semáforos en rojo.
El argumento cuantitativo también decanta la balanza hacia un sistema de SS a escala europea. Son quinientos millones de europeos frente a cuarenta y siete millones de españoles. Por supuesto, la amplitud de la base de cotizantes no es lo único que importa. Hay que procurar que los partícipes de la SS no abusen de la cosa pública por aquello de que “lo que es de todos no es de nadie”. De ahí que, antes de europeizar el sistema, sea preciso consensuar unas reglas de juego que estimulen la responsabilidad de todos los implicados.
En cuanto al seguro de desempleo abogo por generalizar el sistema de “mochila” vigente en Austria. La empresa austriaca, al tiempo que paga el salario, echa en la mochila del trabajador unas cuantas papeletas. Quien tenga la desgracia de quedar desempleado podrá cambiarlas por dinero legal. La desgracia suele durar poco pues el parado está muy interesado de encontrar trabajo cuanto antes o establecerse como autónomo. Es que las papeletas no consumidas pueden ser acumuladas a su pensión de jubilado o transmitidas en herencia. Además, su pensión depende del número de años cotizados. Austria es el país de la UE con menor desempleo, 4,8%. ¿Tendrá este resultado algo que ver con el mecanismo de la mochila?
Cuando el trabajador en paro agota sus papeletas entraría en juego el mecanismo de redistribución propiamente dicho. Las regiones europeas menos afectadas por la crisis subsidiarían a las que adolecen de un desempleo masivo y de largo duración. Por supuesto, el flujo puede ir en cualquier dirección. Alemania hubiera agradecido estos fondos en los años noventa, cuando su industria del Este destruía puestos de trabajo al ritmo que se creaban en España. El Gobierno español hubiera agradecido que desde el 2008 la UE hubiera alimentado a sus parados, mientras él utilizaba los impuestos para potenciar la inversión pública y privada, sin peligro de disparar el déficit público.
El sistema de pensiones se presta menos al abuso y engaño. Su europeización será, por tanto, más fácil. Bastaría con acordar los años de vida laboral que entran en el cálculo de la pensión. Cuantos más mejor. El porcentaje exacto del salario medio cobrado como pensión podría dejarse a discreción de cada Estado, con la advertencia de que la mayor generosidad en las pensiones ha de acompañarse por mayor exigencia en las cotizaciones. La mutualización del sistema de pensiones sería un alivio para los países más envejecidos, que suelen ser los más ricos. Los países del norte europeo verán compensados por esta vía sus esfuerzos adicionales por subsidiar el desempleo de las regiones del Este europeo, jóvenes pero rezagadas.

Insistimos que son los propios trabajadores quienes pagan sus pensiones y subsidios. La europeización de la SS social solo pretende ser un sistema de vasos comunicantes que remunere el ahorro forzoso de los trabajadores incluso en tiempos de sequía. 
La Tribuna de Albacete (21/05/2014)

miércoles, 14 de mayo de 2014

Unión Bancaria Europea

Es posiblemente la normativa europea más importante 
desde la creación del euro en 1999

¿Le parece a usted razonable que los bancos españoles (y detrás de ellos las empresas y familias que financian) paguen un interés más elevado en el mercado interbancario europeo, simplemente por ser españoles? ¿Le parece a usted razonable que los ciudadanos europeos deban pagar con sus impuestos el rescate de los bancos que nos llevaron a la crisis actual?
Si su respuesta a ambas preguntas es negativa deberá alegrarse de que, el pasado 15 de abril, la Eurocámara haya asentado los cimientos de la Unión Bancaria Europea (UBE). Es posiblemente la normativa europea más importante desde la creación del euro en 1999. ¡Lo vamos a notar en nuestros bolsillos y en nuestros hábitos económicos!
El proceso que ha llevado a la UBE no ha ni sido rápido ni fácil. Se anunció en junio de 2012 cuando las finanzas de varios países y el propio euro estaban bailando en la cuerda floja. En septiembre de 2013 se pergeñaron los tres pilares que habían de sustentar la unión bancaria. La resistencia política de los países del norte, Alemania en cabeza, fue contundente. Hubo de esperarse hasta el mes pasado para limar asperezas y convencer a los estados acreedores que su fortaleza depende de la salud de los deudores.
El primer pilar de la UBE consiste en la supervisión única, a cargo del BCE, sobre la base de unas normas comunes. Se proyectará sobre las 128 entidades bancarias de mayor peso, más otras 200 que tienen la condición de “transfronterizas”. Quedan fuera unas 8.000 entidades menores que seguirán bajo la tutela de los bancos centrales de cada país. El proceso empezará el próximo otoño con un “test de stress” para evaluar la resistencia de los bancos ante escenarios adversos.
El segundo pilar se identifica con el mecanismo único de resolución de conflictos para las entidades en apuros. El primer cortafuegos serán los recursos propios de la entidad (el “core capital”). Antes de poder solicitar ayuda al Gobierno o a la UE, los accionistas de ese banco sufrirán una quita de hasta el 8% de su capital.  Si esa aportación resultara insuficiente podrán recurrir al fondo europeo creado para estos fines (MEDE). Son los bancos de cada país quienes aportarán, en función de su tamaño, 55.000 millones de euros. Como decíamos, el objetivo es que los ciudadanos-contribuyentes no se vean obligados a salvar a los bancos que tal vez embargaron su piso unos meses antes.
El tercer pilar pretendía ser un fondo europeo para la garantía de depósitos inferiores a 100.000 euros. Aquí es donde Alemania se ha salido con la suya. Al final se va a quedar en fondos nacionales que siguen los criterios de actuación marcados por la UE. 
Hasta aquí la exposición de esta importante reforma institucional. Ahora, mis comentarios. El primero para alabar unas normas que ponen el énfasis en la responsabilidad de los agentes económicos. La crisis que todavía hoy sufrimos fue gestada en las sedes de las entidades financieras por unos directivos que se hicieron de oro arriesgando dinero ajeno. Tenían mucho que ganar cuando los nuevos productos financieros triunfaban y poco que perder si fracasaban. Sabían que, en el peor de los casos – papá-estado acudiría a su rescate.  Urge acabar con esta impunidad manifiesta.
Segundo. La autoridad monetaria ha de ser valiente y cortar por lo sano la fuente de todas las burbujas y crisis financieras. Ha de prohibir que los bancos utilicen su privilegio de crear dinero, para financiar la compra de acciones, terrenos y otras inversiones especulativas. Nadie habla de este tema y entiendo que es fundamental.
          Tercero. Hay que evitar que la regulación bancaria refuerce el comportamiento pro-cíclico que tradicionalmente juega la banca.  La recapitalización en los momentos de crisis puede desviar el escaso ahorro de la inversión productiva a los colchones de seguridad exigidos por la banca. Llegados a la crisis resulta más eficaz que el Banco Central lance un mensaje de tranquilidad advirtiendo que se compromete a garantizar la salud del sistema financiero. No de cada uno de los bancos (que pueden ser intervenidos o nacionalizados) pero sí del sistema global. Será luego cuando la economía repunte y vuelvan los inversores insensatos, cuando el BCE exigiría a los bancos la construcción de todos los colchones de seguridad.   

La Tribuna de Albacete (14/05/2014)

miércoles, 7 de mayo de 2014

El banco que ignoraba su poder

Un sistema de dinero fiduciario sin el respaldo de un auténtico banco central es como un país sin ejército

En julio del 2012 la situación financiera en el sur de Europa parecía insostenible. La refinanciación de la deuda pública española exigía pagar intereses del 7,6%, lo que representaba una prima de riesgo de 650 puntos básicos sobre el bono alemán. Algo parecido ocurría en Italia. Dada la magnitud de ambos países, resultaba inviable un rescate financiero al estilo de los implementados en Grecia, Portugal e Irlanda. Se temía, y con razón, que la quiebra financiera de los gobiernos y de los grandes bancos españoles e italianos, acabara con el euro. Alguien animó a Mario Draghi, Presidente del BCE, a coger el micrófono y pronunciar esta frase: “El BCE está dispuesto a hacer todo lo que haga falta para preservar el euro”. Bastó esta frase para que la prima de riesgo del bono español bajara 50 puntos. Sin necesidad de hacer nada relevante, ha seguido cayendo hasta los actuales 150 puntos. La tensión financiera en el sur de Europa y los ataques especulativos contra el euro desaparecieron como por ensalmo.
Los grandes inversores internacionales saben que un banco que gestiona la emisión de una moneda fuerte (como lo son el dólar y el euro) pueden tapar todos los agujeros que aparezcan en las finanzas públicas o en el sistema bancario. La clave está en que los ciudadanos confíen en la solvencia de esas monedas y las sigan utilizando como medios de cambio y depósitos de valor. No menos importante es la confianza en un banco central capaz de actuar como prestamista de última instancia. Pero, ¿entrarían en la legalidad europea este tipo de actuaciones?
El BCE se gestó en el Tratado de Maastrich de 1992. Según la “nueva política monetaria” dominante en aquella época, los bancos centrales debían asegurar su independencia política centrándose en un solo objetivo (el control de la inflación de bienes y servicios medida por el IPC) y un sólo instrumento (el tipo de interés al que presta a la banca privada). Tras veinte años de experiencia parece conveniente que la nueva Constitución europea (que reclamo como agua de mayo) se replantee los objetivos y medios del BCE.
Entre los grandes logros del BCE está su capacidad para controlar las expectativas inflacionistas que los sindicatos incorporan en el momento de pactar el salario nominal. Para el control de los elementos objetivos de la inflación, el BCE ha contado con un aliado inmejorable: la entrada de emigrantes en un mundo cada vez más globalizado. En los tiempos que corren, la inflación más peligrosa ocurre en los mercados de activos. Me refiero a las burbujas inmobiliaria y bursátil alimentadas con crédito bancario y abocadas a pinchazos desestabilizadores. El BCE debiera ocuparse directamente de esas burbujas, tomando medidas tan radicales como la prohibición de comprar activos con crédito.
El BCE tampoco puede desentenderse del buen funcionamiento del sistema financiero. En circunstancias normales esto exige imponer unos coeficientes prudentes de liquidez y solvencia. Pero si, por las circunstancias que sean, nos encontramos inmersos en una crisis financiera, las autoridades monetarias han de garantizar la liquidez y solvencia del sistema financiero. No la de cada banco en particular, sino la del conjunto. Esto puede implicar medidas extraordinarias como las aplicadas por la Fed norteamericana que ha financiado al Gobierno federal a un tipo de interés libre de la prima de riesgo y que ha asumido momentáneamente el coste de la recapitalización de la banca privada.
              En la nueva Constitución europea no debiera faltar un capítulo fundamentando al BCE como una institución independiente y capaz de ejercitar todos los poderes necesarios para prevenir y resolver las crisis financieras. Un sistema de dinero fiduciario sin el respaldo de un auténtico banco central es como un país sin ejército. Mejor si no se utiliza, pero ha de dejarse ver. 

La Tribuna de Albacete (07/05/2014)