domingo, 29 de marzo de 2020

Coronabonos


            Sólo hay una cosa más contagiosa que el coronavirus: las recesiones. Todas las variables económicas caen, excepto el desempleo. En estas circunstancias, hasta el liberal más convencido aceptará la necesidad de aumentar el gasto público sanitario y las transferencias a parados y demás excluidos. Como los impuestos también se han desplomado, el Estado habrá de financiarse con deuda. La pregunta es, ¿quién comprará esa deuda y qué tipo de interés habrá de pagar el Estado por ella?    
España y los países de la UE-Sur parten de unos niveles de deuda soberana superiores al 100% del PIB. La prima de riesgo se disparará si esta aumenta tanto como las circunstancias requieren. ¡Imposible atender al servicio de esa deuda si los tipos suben del 2 al 6 o 10%! La solución que proponen los gobiernos del sur es que sus bonos sean avalados por la UE y el BCE a fin de mantener a raya el tipo de interés. Alemania, Holanda y otros países de la UE-Norte no quieren ni oír hablar de unos “eurobonos” que implican mutualizar los riesgos, es decir, compartir responsabilidades en caso de impago. Recuerdan que, para solucionar la crisis de la deuda soberana de 2012, la UE ya creó los mecanismos que ahora deben ser aplicados. Se refieren al "Mecanismo de Estabilidad Permanente" (MEDE).
Para deshacer este entuerto habrá que aclarar a los alemanes y holandeses que el “coronabono” es una media excepcional para resolver una crisis sanitaria excepcional y puntual. No se trata de mutualizar para siempre todo tipo de deuda soberana. Ciertamente, la financiación barata del déficit ordinario podría alentar el despilfarro y acabaría elevando los costes financieros de todos y cada uno de los países de la UE. Esto es lo que temen Alemania y Holanda. Pero aquí estamos hablando de otra cosa. Hablamos de cómo salvar esa embarcación llamada UE atacada por una pandemia cuyo primer impacto lo ha sufrido la popa. Consuelo de tontos sería tranquilizarse porque el barco empezará a hundirse por la popa.
Por su parte, los gobiernos de la UE-Sur debieran acercarse a la mesa de diálogo con una actitud un poco más humilde. No pasa nada por reconocer que todo sería hoy mucho más fácil si hubieran mantenido el peso de la deuda por debajo del 60%, como en su día se comprometieron hacer.

La Tribuna de Albacete (30/03/2020)

lunes, 23 de marzo de 2020

Ante el espejo del coronavirus



        Deambulo por mi casa cuando se cumple la primera semana del confinamiento domiciliario. Un gran espejo preside el salón. Mientras yo contemplaba mi imagen menguante, el espejo ha tenido la osadía de interpelarme.
“Estás irreconocible, susurró. ¿No eras tú el que tanto necesitaba pisar calle y tocar gente para sentirte vivo? El que bajaba al bar para gritar los goles de un equipo invencible. El que tomaba el pulso de la ciudad en las procesiones de Semana Santa. El que presumía de organizar a sus colegas de trabajo. ¿A qué se dedica ahora un general sin ejército? ¿Cómo es posible que se deje mandar por un virus invisible y ciego?”
          El interrogatorio se volvió más incisivo. “¿No eras tú quien se quejaba, a modo de muletilla, que no tenía tiempo para nada? Pues toma regalo: 24 horas al día, 7 días a la semana. No te lamentes ahora de que no sabes dónde colocar tantas horas. El coronavirus ha venido a demostrarte que casi todas esas actividades venían impuestas desde fuera y no podían llenar el pozo sin fondo de tu alma. Hoy tienes la oportunidad de llenarla desde dentro. Empieza por reconstruir la jerarquía de valores. La familia bien arriba, ya ves que es lo único que te queda. Aprovecha para agradecer a tu cónyuge su presencia y a jugar al parchís o al kahoot con vuestros hijos. Renacerá el niño que llevas dentro. Él te enseñará a encontrar la parte buena de todas las cosas”.
      Y el espejo concluyó. “No desaproveches esta etapa de confinamiento para reencontrarte contigo mismo. Para preguntarte por el sentido profundo de tu vida. También, por qué no, por el sentido del dolor y de la muerte. No digo que estén a la vuelta de la esquina, pero bien sabes que llegarán. Ah, y apunta las  dos preguntas que siempre caen en el juicio final: ¿Qué hiciste con el tiempo que Dios te regaló? ¿Cuánto amor pusiste en esas cosas?”   

La Tribuna de Albacete (23/03/2020)

lunes, 16 de marzo de 2020

Aplaudir en tiempos de coronavirus


                En tres días, el coronavirus ha transformado los hábitos de los españoles y hasta el mismo paisaje ibérico. Calles vacías, terrazas con las mesas apiladas, iglesias cerradas, parques infantiles precintados, estadios de fútbol al principio sin espectadores y ahora sin jugadores… Semejante escenario se presta a escribir una tragicomedia. Por internet ya circulan los vídeos más trágicos y los más cómicos. Los primeros nos recuerdan las epidemias históricas que asolaron el viejo y el nuevo mundo, o las profecías apocalípticas de Jeremías: “En el campo, muertos a espada. En la ciudad, desfallecidos de hambre”. El vídeo que acabo de recibir explota el lado cómico: “Aviso de las autoridades. Lo que más contamina son los billetes. Por favor, introduzca los que encuentre en su casa en una bolsa de plástico y deposítela junto a la puerta. Nuestro personal especializado pasará a recogerla lo antes posible”.
                De todo lo visto y oído, yo me quedo con los aplausos que escuché el sábado 14 a las 22 horas. La noche era cerrada y las calles estaban vacías. De repente la gente recluida en sus viviendas salió a los balcones y empezó a aplaudir. Fue un aplauso entusiasta y contagioso para agradecer al personal sanitario su generosidad. La generosidad de tantas personas que trabaja en los hospitales hasta el agotamiento y pone en riesgo su salud para preservar la nuestra.
                Tres minutos después, las ventanas volvieron a cerrarse y las calles a enmudecer. ¡Suficientes! Con este sencillo acto de gratitud pudimos sacudirnos el miedo y la monotonía. Esos tres minutos reavivaron en nuestro subconsciente una lección importante. A saber, lo que mueve este mundo y protege a sus pobladores no es el dinero, ni las armas, ni la diplomacia, ni las buenas palabras. Son los sencillos gestos de generosidad de innumerables personas anónimas.
La Tribuna de Albacete (16/03/2020)

lunes, 9 de marzo de 2020

Vida digna


         Algún alma caritativa me ha remitido una entrevista a Francisco Luzón, él que lo había sido todo en la banca española ("La Voz de Galicia, 17/02/2020). La leí con gusto pues conozco al entrevistado desde su etapa de presidente del Consejo Social de la UCLM. La última vez que le vi fue en su investidura como Doctor Honoris Causa (12/12/2016). Días después anunció que padecía ELA, una de esas enfermedades raras y degenerativas que erosiona la libertad de movimientos hasta que pierdes la capacidad de hablar, deglutir y … respirar. Buena parte del patrimonio personal, acumulado en una vida de trabajo lúcido y entusiasta, lo ha donado a la Fundación Luzón-ELA. Su objetivo: investigar sobre las causas y remedios de la enfermedad y prestar los cuidados paliativos que los enfermos merecen. 
           “¿Es usted partidario de una muerte digna?, ¿echa de menos la ley de eutanasia que promueve el Gobierno español?” Estas fueron las preguntas recurrentes del entrevistador en busca de un testimonio dramático pro eutanasia. La respuesta de Luzón fue simple y contundente. Lo primero, dijo, es asegurar una vida digna. La mayoría de los enfermos de ELA no la tienen porque su enfermedad requiere cuidados que la sanidad pública no presta… Para qué, debe pensar el Gobierno, si la enfermedad solo afecta a 4.000 españoles. Yo tengo la suerte de poder costear esos cuidados y tener una familia que me acompaña. En este ambiente de paz y cariño, mi vida es digna. Junto a ellos, mi muerte también lo será.  
             El entrevistador no se daba por vencido. “Usted ha decidido vivir, pero ¿qué pasa con los que reclaman una muerte digna? ¿Merece la pena tanto sufrimiento cuando uno ve que se le escapa la vida?” Respeto a esas personas y sus sentimientos encontrados, respondió Luzón. Les animo a rodearse de buenos amigos y a pedir al Gobierno que se implique en paliar su sufrimiento. Por lo que a mí respecta, creo que un minuto de vida vale más que todo el universo.
               Magnífico testimonio de vida en esta sociedad decadente que alimenta la cultura de la muerte. Clarividente denuncia a esos políticos que piensan que el mejor remedio contra el dolor de cabeza es la guillotina .  
 La Tribuna de Albacete (09/03/2020)

lunes, 2 de marzo de 2020

El Estado democrático de Derecho y la imaginación

              Desde esta columna he defendido con frecuencia que el Estado democrático de Derecho (EDD) es el fundamento y la mejor salvaguardia de la paz y el bienestar que disfrutamos en las sociedades occidentales. Tres son las columnas sobre las que se apoya el EDD: imperio de la ley, con la Constitución en su cima; separación de poderes (léase independencia judicial); y elecciones libres, que prohíben la utilización del sistema educativo y los medios de comunicación públicos para comer el coco de los votantes.
               Algún amigo ha criticado mi optimismo. A la vista de lo que está pasando en España, no me queda más remedio que darle la razón. De los posibles ataques al EDD, el peor es el que aprovecha los resquicios en la letra de la ley para acabar con su espíritu. Las hemorragias internas, son las peores.
               La semana pasada el presidente, Sr. Sánchez, acogía a su homónimo, el president Sr. Torra, animándole a echar la imaginación necesaria para llegar a un acuerdo mutuamente ventajoso. Sánchez no atentaría contra la Constitución si ofreciera el apoyo del PSOE a los independentistas para lograr los 2/3 de votos españoles que se precisan para reformarla. Sí traicionaría el espíritu de la Ley fundamental y dinamitaría el EDD reinterpretandola según sus intereses. Por ejemplo, cuando crea un nuevo delito de sedición para convertir a los artífices de un golpe de Estado en poco menos que próceres de la patria. O cuando coloca en la cúpula judicial a personas afines, presionándoles a decir lo que el Gobierno quiere oír.
               La imaginación no tiene límites. Todo lo contrario del Estado de Derecho cuya función consiste en delimitar el terreno y aclarar las reglas del juego. ¿Se imaginan unas olimpiadas dejadas a la imaginación de los árbitros?    
La Tribuna de Albacete (02/03/2020)