lunes, 28 de marzo de 2016

Revoluciones que empiezan por "C"

Libres para apartarnos de la órbita natural 
y estrellarnos los unos contra los otros


El equinoccio de primavera suele coincidir con la Semana Santa. El equinoccio nos recuerda la revolución copernicana; la Semana Santa, la revolución cristiana.
Hasta el siglo XVI todos, incluyendo los científicos de mayor renombre, aceptaban la teoría geocéntrica. El sol giraba alrededor de la tierra como había demostrado Ptolomeo y cualquier persona podía apreciar cada día del año. En torno a 1533 Copérnico había ultimado su sistema heliocéntrico donde la tierra gira alrededor del sol. Solo en este sistema podían explicarse fenómenos naturales como los equinoccios. Ocurren cuando la órbita e inclinación de la tierra es tal que los rayos solares caen perpendicularmente al ecuador, asegurando que el día y la noche duran las mismas horas en todas las partes de la tierra.
Un milenio y medio antes, allá por el equinoccio primaveral del año 33, Cristo murió en la cruz para darnos a entender que ni tú ni yo somos el centro de la humanidad. Que no hemos nacido para ser servidos sino para servir. Sobre estas bases se asienta el verdadero humanismo. Ese humanismo realista que reconoce que el hombre es capaz de lo mejor y de lo peor. Ese humanismo constructivo que trata de mejorar un poquito el mundo empezando por la propia casa. Nada de angelismos ni de utopías que prometen todo a coste cero y que acaban frustrando a las personas cuando no enfrentádolas.
La publicación, a título póstumo, de la obra de Copérnico (De Revolutionibus Orbium Coelestivus) no cambió la naturaleza de las cosas. El sol siguió en su posición natural y con la misma fuerza gravitatoria, con independencia de lo que opinaran los astrónomos y los ciudadanos. Pero todos nos hemos beneficiado al comprender las leyes que mueven el universo. Tras la muerte de Cristo y la publicación póstuma de los Evangelios, la naturaleza humana sigue siendo la misma, capaz de lo mejor y lo peor. Lo único que ha cambiado es que ahora tenemos un punto de referencia más claro, un referente que no baila al son de las modas ni de las mayorías parlamentarias. Y una misión más constructiva y estimulante: servir a Cristo en el prójimo.

Existe, sin embargo, una diferencia fundamental entre el universo material y el humano. Las personas humanas somos libres para apartarnos de la órbita natural y estrellarnos los unos contra los otros. O de aislarnos y pudrirnos jugando al solitario. 
La Tribuna de Albacete (28/03/2016)

lunes, 21 de marzo de 2016

Barra libre en el BCE

Me cuesta confiar en la bondad de ese demonio 
capaz de crear dinero de la nada y repartirlo gratuitamente

Hace unos días, el Presidente del BCE presentó un paquete de medidas radicales para alejar los fantasmas de la recesión y deflación que desde 2008 planean sobre la economía europea. Para expandir la oferta monetaria, el BCE está dispuesto a comprar activos de nueva emisión, públicos y privados, por valor de 80.000 millones de euros mensuales. Para penalizar a los bancos perezosos, les “cobrará” un interés por las reservas depositadas en Frankfurt. Para premiar a los bancos que se animen a prestar a particulares, les facilitará cualquier cantidad de recursos a un interés negativo.
¡Barra libre de crédito a tipos negativos! Lo nunca visto. Si diez años atrás alguno de mis alumnos de macroeconomía hubiera sugerido políticas de este calibre, suspendería por insensato. Y si el insensato hubiese sido el Gobernador del Banco de España hubiera acabado en la cárcel pues este tipo de medidas estaban expresamente prohibidas. La expansión de dinero era sinónimo de inflación y derroche. El dinero fácil era una bomba de relojería en manos de gobiernos manirrotos, dormía a las empresas productivas y daba alas a los especuladores.
¿Qué ha cambiado para que el BCE, siguiendo la estela de la Fed norteamericana, haya cambiado de criterio? –La situación del enfermo. La economía occidental está tan debilitada que lo que hoy preocupa no es la inflación sino la deflación. Los empresarios y hogares siguen obsesionados por reducir sus deudas. ¿Se animarán a invertir y crear empleo con esta especie de “barra libre”? Lo dudo. Los más propensos a animarse son los especuladores. El subidón de la bolsa neoyorkina, que ya rebasa los niveles de 2008, debiera ponernos sobre alerta.
          Desde estas páginas hemos denunciado a menudo la “crédito-dependencia” del capitalismo avanzado. El drogadicto necesita cada vez mayores dosis para conseguir la mitad de los efectos estimulantes del pasado. El último paso que nos queda por dar es lanzar billetes desde el helicóptero de Milton Friedman. Cualquier día nos despertará un SMS del BCE advirtiendo que ha aumentado el saldo de nuestra cuenta corriente en tantos euros con fecha de caducidad de un mes. Esto no lo han propuesto los líderes de partidos antisistema (que también) sino el expresidente de la Autoridad Británica para la Reforma Financiera. Me refiero al libro de Adair Turner: “Between debt and the devil”. Lo recomiendo. Yo comparto sus temores sobre los efectos depresivos a largo plazo del crédito-deuda. Me cuesta más confiar en la bondad de ese “demonio” capaz de crear dinero de la nada y repartirlo gratuitamente.
La Tribuna de Albacete (21/03/2016)

lunes, 14 de marzo de 2016

Cómo sacar un coche de un charco

Quienes hoy negocian la investidura tienen incentivos 
para mostrarse especialmente intransigentes 
con los partidos más cercanos, sus competidores

                El mejor de los coches puede quedar bloqueado en un charco. Lo mismo puede pasarle a la mejor de las democracias. En España, llevamos tres meses en el charco de las negociaciones para la investidura y lo único que aumenta es el tono de los insultos. Ni siquiera la convocatoria de nuevas elecciones garantiza un cambio de escaños suficiente para consensuar un gobierno. Así las cosas, yo lanzaría una concurso patriótico titulado “La imaginación al poder”. Ganaría quien ofreciera la idea más ingeniosa para sacar al coche de la democracia española del charco donde se ha metido.
             Alguno de mis alumnos de Economía propondría suspender el pago de nóminas a los diputados hasta que consensuaran un Presidente de Gobierno. Eso el primer mes. En el segundo se les exigiría una contribución positiva al erario público. En el tercero, se lo aseguro, tendríamos Gobierno.
         Los que saben algo de teoría de juegos propondrían un dilema algo más sofisticado. Con los resultados del 20 Diciembre, la mayoría absoluta solo puede conseguirse con una gran coalición sesgada a la derecha (PP, C’s, PSOE) o a la izquierda (C’s, PSOE, Podemos). Tras explicar a los parlamentarios esta evidencia, se les obligaría a votar a derecha o izquierda (o abstenerse). Adviértase que no estamos imponiendo la cohabitación de tres partidos en la Moncloa. La coalición elegida sería libre para repartirse el poder y la responsabilidad por su buena o mala gestión. O delegar todo el poder en el líder del partido más votado, lo que exoneraría a los restantes de responsabilidad política por los actos de gobierno.  
           Tengo claro donde votarían los diputados del PP y Podemos. Imagino que la mayoría de Ciudadanos giraría a la derecha. El resultado de la votación dependerá, pues, de los diputados socialistas. Es lo que tenemos ahora pero con una diferencia esencial. Quienes hoy negocian la investidura tienen incentivos a mostrarse especialmente intransigentes con los partidos más cercanos, que son quienes pueden robarles votos en las elecciones de mayo o junio. La votación aquí propuesta permitiría a los parlamentarios pensar en la solución menos mala para el país; y, aunque no tuvieran coraje para secundarla y optaran por la abstención, no podrían bloquear la formación de Gobierno.
          Sacaríamos el coche del charco, que es lo que ahora importa. Al cabo de cuatro años, las urnas juzgarían al piloto o copilotos por lo que han hecho o dejado de hacer.
La Tribuna de Albacete (14/03/2016)

lunes, 7 de marzo de 2016

Seussical

Una jungla de rencillas atávicas, 
envidias inconfesables y orgullos rídículos

            El viernes pasado tenía dos alternativas: Ver en la televisión la segunda ronda del debate de investidura o asistir a un musical. Me decidí por la segunda opción que, por basarse en los cuentos infantiles del Dr. Seuss, se titulaba “Seussical”. El amigo que me invitó al musical se comprometió a resumirme el debate parlamentario.
        La historia se desarrolla en la selva. Los protagonistas (si puede emplearse esta palabra) son un gato fantástico (the cat in the hat) y una niña rompedora (Jojo). Los canguros son los típicos liantes que les gusta enfrentar a todos contra todos. La envidia corroe a los pájaros. Gertrude desea tener una cola tan grande como alguno de sus compañeros. Consigue la poción mágica y ahí empiezan sus problemas: nunca más pudo levantar el vuelo.
   Horton es un elefante que rezuma bondad y sentido común. Buscando ayudar a los demás es objeto de sus mofas y escarnios. Amazing Mayzie le pide que cuide de su huevo mientras ella se da a la fuga. Desde el nido, cuidando del huevo de Mayzie, Horton no se cansa de dar buenos consejos a quien se los pide. Le preocupan las personas. El estribillo que más repite (y ha quedado grabado en mi mente) reza así: “A person is a person, no matter how small”. Creo que no hace falta traducirla.
     Como hemos dicho, Jojo es una niña con un poder extraordinario: es capaz de pensar. Sus pensamientos desentrañan las raíces de los problemas y descubren soluciones originales. ¡Lástima que la jungla deteste los razonamientos profundos y disfrute con la sangre, los chismes y el espectáculo. De ahí ese circo que irrumpía en escena cuando menos te lo esperabas.
             Al final del musical, del huevo cuidado por Horton salió un elefante volador. Un ser tan extraordinario, ¿sería capaz de poner orden en esa jungla de rencillas atávicas, envidias inconfesables y orgullo ridículo?
             Al día siguiente comenté a mi amigo que me había gustado el musical por las canciones, los bailes y el colorido. Los temas, en cambio, me parecieron demasiado disparatados como para captar un argumento. Para consolarme me dijo que el debate de investidura adolecía del mismo defecto pero sin presentar nada digno de elogio: mala comedia con mucho ruido y pocas nueces. Él pasó el tiempo tratando de asociar a los líderes de los partidos con los personajes del Seussical. No encontró a nadie a quien asignar los papeles de Jojo y Horton.
La Tribuna de Albacete (7/03/2016)