miércoles, 27 de junio de 2012

Inflación de familias

En viento y tempestades agotan sus fuerzas
quienes pretenden educar en contra de la familia o al margen de ella

               Lenin sentenció: “Si quieres destruir un país, empieza destruyendo su moneda a través de la inflación”. No le faltaba razón histórica, aunque la experiencia también confirma que economías ahogadas por la hiperinflación vuelven a reconstruirse pocos años después del cambio de moneda. Para hacer realidad las ansias aniquiladoras de Lenin habría que decir: “Si quieres destruir una sociedad desde la raíz, destruye a la institución familiar inflando sus límites hasta vaciarla de contenido”. El día que la palabra familia indique una realidad y su contrario, dejará de ser un referente. El día que el contrato matrimonial se convierta en el más precario del ordenamiento jurídico –ya lo es en España– la educación, que siempre ha sido una tarea difícil, se hará poco menos que imposible.
Esta estrategia inflacionista es la impulsada por los ideólogos de género que en estas tierras viven a sus anchas. Existe, admiten, una familia tradicional que va perdiendo fuerza poco a poco. Sobre sus cenizas van surgiendo nuevos tipos de familias basadas en la relación sentimental entre dos hombres o entre dos mujeres. ¿Y por qué no entre un hombre con varias mujeres o a la inversa? ¿O de una persona con su animal de compañía?  No se preocupen que todo se andará.
Estas relaciones sentimentales podría llamarse “unión de hecho” y todo quedaría igual, en la ley y en la práctica. Pero no. En la estrategia de la confusión que persigue la ideología de género, es importante llamarle “matrimonio”. Quien critique las nuevas figuras estará cuestionando las mismísimas instituciones del matrimonio y la familia. Demostrará ser una persona retrógrada, contraria al progreso y a la libertad. Se le colgará el sambenito de “homófobo” y será reo de escarnio en los medios de comunicación.
¿Qué queda, entonces, de las libertades de pensamiento y de expresión proclamadas en los artículos 18 y 19 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos? ¿Quién y cómo atenderá los fines tradicionalmente encargados a la familia, a saber: la ayuda mutua entre los esposos y la procreación y educación de los hijos? ¿Son estas funciones cumplidas adecuadamente por todos los tipos de familia, habidos y por haber? Estas son las preguntas que sólo se plantean quienes se atreven a llegar al fondo de los problemas.
Cualquier persona con capacidad de observación y reflexión sabe que la felicidad personal, la paz familiar y la educación requieren un microclima de estabilidad y de amor que es difícil de conseguir y, más todavía, de mantener. La familia tradicional no siempre los consigue, pero al menos los persigue insistentemente. La evidencia empírica confirma estas intuiciones. La correlación entre rupturas familiares y fracaso escolar está bien documentada desde hace muchos años. Las secuelas negativas sobre la personalidad y rendimiento de los niños educados en familias de homosexuales o lesbianas no tardarán en verse. Las acaba de avanzar Mark Regnerus, profesor de la Universidad de Texas, en un artículo publicado en Social Science Research. No me extraña el resultado pero sí su divulgación. ¿Cómo ha podido escapar al lobby de ideología de género una publicación como esta?
Cuando examino la sucesión de leyes de educación y remedios al fracaso escolar, se enciende en mi mente la imagen del pirómano-bombero, aquel que se pasaba la noche apagando los fuegos que había encendido por la mañana. El vacío que deja la familia tradicional no puede ser suplido por asignaturas puntuales tipo “Educación para la Ciudadanía”. Tampoco lo consiguieron los sucesores de Lenin arrancando a los niños de sus familias para internarlos en centros especializados. A los pedagogos que dirigían estos internados les faltaba un ingrediente fundamental: el amor. Pero aunque esos expertos hubieran sido monjes y monjas movidos por el más puro altruismo les seguiría faltando el amor irrepetible del padre y de la madre.
En viento y tempestades agotan sus fuerzas quienes pretenden educar en contra de la familia o al margen de ella.

La Tribuna de Albacete (27/06/2012)

jueves, 21 de junio de 2012

Hay solución... y barata

Es el momento de dar un golpe sobre la mesa del Consejo Europeo
para revertir los círculos viciosos de las finanzas que amenazan con engullirnos a todos.


Empiezo a cansarme de tanta prima de riesgo, trampas de deuda y quiebras de gigantes financieros. Me gustaría dejar de hablar de problemas ficticios (el dinero es la mayor ficción) y tomar el pulso a los problemas de la economía real (paro, pobreza…) y a los núcleos de la vida sociopolítica (familia, educación, derechos humanos…) Pero las finanzas están que arden y necesito un artículo más para dejar clara mi opinión a los miembros del Consejo Europeo que se reunirán el 28 y 29 de junio de 2012.
Dicen que, a excepción de la muerte, todos los problemas humanos, tienen solución. La diferencia estriba en el coste. Generalmente la solución de problemas complejos requiere el concurso de abundantes medios materiales durante mucho tiempo. No siempre es así. La crisis financiera que padecemos es un problema complejo con una solución simple, barata y rápida. Adviértase que no estoy hablando de la crisis económica sino de la financiera. Esa crisis que hunde a los bancos que socorren a los gobiernos y a los gobiernos que socorren a los bancos. Esa crisis que al disparar la prima de riesgo convierte al moroso en quebrado. Es el momento de dar un golpe sobre la mesa para revertir los círculos viciosos de las finanzas que amenazan con engullirnos a todos.
                El golpe han de darlo los 27 jefes de Estado que se reunirán en Bruselas el próximo día 28 de Junio a través de una declaración del siguiente tenor: “A partir de hoy, el BCE actuará como prestamista de última instancia”. Sin dilación, el BCE empezaría a actuar en diferentes frentes con una hoja de ruta cuyos primeros pasos serían estos.
Primero: Anunciar que la UE no exigirá la recapitalización a los bancos pues, en estos momentos de crisis solo sirve para drenar liquidez y poner en jaque a todo el sistema financiero. Quiebren los bancos que no sean capaces de atender sus compromisos con los intereses que derivan de los créditos que son capaces de conceder. Pero no provoquemos una quiebra artificial de bancos viables, al obligarles a recaudar los miles de millones que precisan para compensar la caída de valor de sus activos.
Segundo: Anunciar que la UE no participará en nuevos rescates. El objetivo último de estos rescates es socorrer a la banca internacional que fue imprudente al comprar deuda soberana.  Su único efecto es alimentar la llama de la especulación que seguirá presionando por un rescate detrás de otro. No importa si por el camino quiebra algún banco. El BCE debe garantizar los depósitos y la continuidad del crédito. No la devolución puntual de todas las deudas ni el valor de las acciones de los propietarios de los bancos.
Tercero: Comprar la deuda soberana en los mercados europeos al precio de saldo que ya tenemos hoy. A continuación esa deuda sería reestructurada. Los gobiernos seguirían obligados a devolverla pero en lugar de hacerlo en tres años al 6% de interés, podrán hacerlo en 20 años al 3% y con un periodo inicial de cadencia. ¿Monetización de la deuda? Sí, pero no para diluirla a base de inflación sino para hacer posible su devolución dilatándola en el tiempo
Cuarto: Financiar el déficit de los países que cumplan sus compromisos de consolidación fiscal. De entrada, el ritmo de ejecución de estos compromisos debería relajarse de forma sensata para evitar que un parón del gastó púbico deprima la maltrecha demanda agregada. Para esto necesitará la colaboración de la UE. A semejanza de lo que hace el gobierno central de cualquier unión monetaria, esta debiera emitir bonos europeos para colaborar en la financiación del desempleo y otros problemas derivados de los “shocks asimétricos”.   
                Insisto en que con estas medidas monetarias no se solucionan los problemas económicos reales. Llevará mucho tiempo, fuertes inversiones y duros sacrificios dinamizar la economía para absorber los cinco millones largos de parados que hoy tenemos. Para solucionar un déficit exterior crónico que visualiza un déficit de competitividad. Para reajustar el estado del bienestar hasta asegurar su sostenibilidad en circunstancias económicas normales (que no son ni las de 2007 ni las de 2012). Estos son los tumores reales de la economía española. Graves pero no letales. Lo que hoy tenemos delante es un enfermo con una fiebre tan elevada que amenaza con colapsar su corazón. Bajar esa temperatura es la prioridad actual. Lo que yo he tratado de decir es que para esto sí hay solución y que, por suerte, es rápida y barata.  

La Tribuna de Albacete (20/06/2012)

miércoles, 13 de junio de 2012

Cien mil millones de... ¿galgos o podencos?

Lo importante es que los bancos puedan escapar de la trampa
donde han caído y se restablezca el circuito de crédito.
  
“Por entre unas matas, seguido de perros, no diré corría volaba un conejo”.  Nuestro egregio Tomás de Iriarte continúa la fábula explicando que un amigo le salió al paso para advertirle que quienes le perseguían no eran galgos sino podencos.  Pronto llegaron los perros y acabaron con la discusión lingüística que se traían los dos conejos.  La recomendación de Iriarte es obvia: “Los que por cuestiones de poco momento dejan lo que importa, llévense este ejemplo”.
La dialéctica que el desenlace de la crisis bancaria española generó el pasado fin de semana me ha traído a la memoria esta fábula.  La UE se ha comprometido a conceder 100.000 millones de euros a la banca española a través del FROB (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria) creado por el Gobierno español en 2008 con una dotación inicial de 9.000 millones de euros.  El Gobierno del PP lo ve como una línea de crédito y lo ha presentado como un éxito de su capacidad negociadora.  La oposición lo cataloga como un rescate en toda regla, que traerá consigo subidas de impuestos y pérdida de soberanía política. 
A mi entender Europa ha dado un paso positivo sobre el precedente de Irlanda.  Cuando en 2009 se desmoronó su sistema bancario, el Gobierno salió en ayuda de la banca y los dos cayeron en el mismo hoyo.  La UE hubo de rescatar al Gobierno irlandés con 85.000 millones de euros.  Los hombres de negro de la Troika (UE, BCE y FMI) se instalaron en el palacio presidencial para asegurar que se tomaban las medidas adecuadas para rebajar un déficit público superior al 30% del PIB. 
La receta aplicada para España es más directa y simple.  Todavía lo podía ser más.  A mi entender la solución definitiva pasa por la integración del sistema financiero europeo bajo la supervisión del BCE que actuaría como un prestamista de última instancia.
Alguien habrá de aclarar a las autoridades europeas las diferencias entre un banco y una empresa industrial.   Cuando los recursos ajenos de una empresa (bonos y créditos) sobrepasan el 30% se encienden todas las alarmas.  En un banco los recursos ajenos (depósitos, bonos y préstamos del exterior) superan siempre el 90%.  En el activo de una empresa tenemos unas fábricas cuyo valor depende de su capacidad de producir bienes vendibles.  El activo de un banco consiste en créditos y una cartera de valores que una crisis bursátil puede diezmar en pocos días, como de hecho ocurrió en septiembre de 2008 y ha vuelto a ocurrir en el 2012.  Buena parte de los bancos europeos se encuentran en quiebra latente por el simple hecho de que sus activos (devaluados) valen menos que sus pasivos (que les comprometen a un flujo constante de pagos). 
Ante este estado de cosas la UE ha optado por obligar a los bancos a recapitalizarse.  La medida es adecuada en tiempos de bonanza económica, pero no en medio de una crisis tan profunda como la que padecemos.  Implica que el poco ahorro que la economía es capaz de generar quedará atesorado por los bancos en lugar de destinarse al crédito.  La alternativa que nosotros defendemos consiste en que el BCE garantice los depósitos de los bancos y avale los préstamos a empresas productivas.  Parece una solución mágica y, en cierta manera, lo es.  ¿Pero qué es el dinero más que un pacto basado en la mutua confianza?  El BCE debe operar como banco central inyectando la confianza que tanto necesitan los mercados financieros.
Por supuesto estos trucos no solucionan los problemas de fondo.  La economía europea sólo se recuperará cuando las empresas lancen una oleada masiva de inversiones.  El sistema financiero ha de estar preparado para captar el ahorro y catapultarlo a la inversión productiva.  Da lo mismo que los fantasmas que hoy nos persiguen y que los fondos ahuyentadores de esos fantasmas sean galgos o podencos.  Lo importante es que los bancos puedan escapar de la trampa donde han caído y se restablezca el circuito de crédito.  Ninguna empresa que se atreva a emprender actividades productivas debiera de quedar sin crédito.
La Tribuna de Albacete (13/06/2012)

viernes, 8 de junio de 2012

La hora de Europa y de sus instituciones

En una economía de guerra las medidas excepcionales no debieran escandalizar a nadie.


Semana aciaga para España y la Unión Europea, la que acabamos de pasar.  Una prima de riesgo de 540 puntos básicos lo dice todo.  Los euro-escépticos han sacado a relucir su discurso de siempre.  “Mira que os lo advertimos.  El euro estaba condenado al fracaso pues Europa no es una unión monetaria óptima”.  Vale, pero de los países actuales, ¿cuántos eran áreas óptimas antes de imponer la moneda única?  Las uniones monetarias pueden ser el paso final de la integración política pero también han sido instrumentos que la favorecen.  Compartir una moneda es el mejor cemento de los mercados y el mejor disolvente de las disparidades económicas regionales.  Las instituciones políticas que liman los desajustes de áreas desiguales se irán creando poco a poco, en la medida de las necesidades.
                También los euro-optimistas han aprovechado la ocasión para reclamar los “Estados Unidos de Europa”.  A su entender, sólo una unión política plena (un estado federal, para entendernos) podría salvar el proyecto europeo.  Yo creo que esas decisiones hay que tomarlas en una situación más calmada; mejor, si la demanda crece de abajo arriba.  Lo que hoy urge es reforzar las instituciones europeas que permitirían estabilizar la economía y las finanzas. 
                La Comisión Europa ha de tener capacidad y recursos suficientes para impulsar las políticas fiscales expansivas que hoy necesitamos como agua de mayo.  Su presupuesto ordinario, que podría atender el subsidio de desempleo, debería estar alimentado por un impuesto sobre sociedades y otro sobre transacciones financieras internacionales.  Solo a escala europea esos impuestos resultan justos y útiles.  Los programas especiales de obras públicas para estimular la economía en momentos de crisis podrían financiarse directamente con bonos europeos.  No estamos introduciendo ninguna idea nueva o revolucionaria.  Todos los países del mundo (y muchos gobiernos regionales) están capacitados para emitir deuda pública.  ¿Qué nos hace desconfiar de las instituciones europeas?   
                La política monetaria también reclama nuevas instituciones.  El BCE ha de actuar como prestamista de última instancia, función genuina de los bancos centrales.  La crisis bancaria que hoy asola a España es un pálido reflejo a la que atravesó EE.UU. desde mediados de 2007 a finales de 2009.  ¿Saben ustedes cómo la sortearon?  ¡Imprimiendo dinero!  En lugar de obligar a los bancos a recapitalizarse utilizando los escasos ahorros de los ciudadanos, la Fed les dio la liquidez que necesitaban.  Las reservas de capital dan confianza sobre la solidez de un banco.  Pero la verdadera confianza proviene de saber que detrás de cada banco y del sistema financiero en su conjunto se encuentra un banco central.  El BCE también podría quitar la presión de los mercados sobre los gobiernos comprando deuda soberana en el mercado secundario y reestructurarla en el tiempo con sentido común.  Los gobiernos deudores deberían devolverla íntegramente, pero en un espacio temporal más dilatado y a unos tipos más bajos.  
Bonos europeos, prestamista de última instancia, monetización de la deuda…  Parecen medias extremas, propias de una economía de guerra.  Pero es ahí donde hemos llegado.  El tiempo de los discursos, de las medidas preventivas y de los cataplasmas y placebos ya ha pasado.  En una economía de guerra las medidas excepcionales no debieran escandalizar a nadie.
                Una pregunta indiscreta: ¿Es posible realizar este tipo de reformas?  Con la legislación vigente ciertamente que no.  Pero, ¿qué nos impide cambiarla?  Hace un año los dos partidos mayoritarios españoles se pusieron de acuerdo para introducir un nuevo artículo a la Constitución y lo consiguieron en menos de una semana.  Desde entonces he llegado a la conclusión de que cuando los políticos hablan de problemas técnicos o legales, no hacen sino reconocer la falta de voluntad y/o consenso.  La cumbre del Consejo Europeo prevista para los días 28 y 29 de junio pondrá de manifiesto si los líderes de la UE han entendido la gravedad de la crisis financiera y si tienen voluntad de superarla. 


La Tribuna de Albacete (6/06/2012)