lunes, 4 de diciembre de 2023

Los mantras contra el liberalismo

 En el lenguaje actual la palabra “mantra” alude a esas frases hechas que se repiten a modo de latiguillo para ensalzar o condenar ciertas instituciones o ideas. El “liberalismo” es uno de los términos más cargado de mantras, siempre con una finalidad denigratoria. Tales condenas no necesitan prueba alguna, se imponen al repetirse amplificadas desde los centros mediáticos.

 Primer mantra: el liberalismo es una corriente política asociado a la ultraderecha. Falso. El contraste estatismo / liberalismo no se sitúa en el eje horizontal (izquierda / derecha), sino en el vertical (arriba / abajo).  Hitler y Stalin coinciden en su odio a la libertad y la concentración del poder económico y político para controlarlo todo desde arriba. El liberalismo apunta a una organización de abajo – arriba dando protagonismo a la iniciativa privada libre y responsable. Responsabilidad en el sentido que quien hace las cosas bien progresará recompensado con el éxito económico.

Segundo mantra: el liberalismo favorece a los ricos. Falso. El liberalismo estimula a todos los agentes económicos a dar lo mejor de sí mismos para crear y disfrutar de la riqueza que crean. Buscando el beneficio privado, el empresario está obligado a innovar y producir bienes cada vez mejores y más baratos. De no hacerlo, pronto será barrido por la competencia. Esas empresas crean, al mismo tiempo puestos de trabajo que permiten a las familias vivir con más libertad y bienestar que cuando dependían de las subvenciones concedidas por los políticos.

 Tercer mantra: el liberalismo descuida necesidades sociales tan básicas como la sanidad y la educación. No, el liberalismo deja que los demandantes (familias) satisfagan a su manera tales necesidades y que los oferentes (empresas) actúen de forma eficiente, lo que genera más riqueza a repartir y más impuestos. El estado puede priorizar estos servicios sociales, pero sería absurdo que prohibiera la iniciativa privada y la competencia. La sanidad privada ayuda a aligerar las colas. La educación privada se adapta mejor a las necesidades concretas y reduce las presiones ideológicas de los centros públicos.