La
campaña electoral de primavera ha dejado a muchas personas afónicas, crispadas,
con los nervios a flor de piel. Quien más, quien menos, todos anhelábamos unos meses
para sosegar nuestros cuerpos y mentes.
No va
a ser posible. Cuando todavía no había acabado el recuento de votos, el
Presidente ha decidido convocar nuevas elecciones, como si el mejor remedio
contra la resaca fuera otra borrachera. La campaña electoral de verano animará a
los políticos a prometer lo imposible y avivará el odio entre ellos. Es bien
sabido que en campaña todo vale. Mentir y calumniar es moneda común.
En
tiempos de elecciones es difícil pedir otra cosa a los partidos políticos.
Pero, ¿acaso no pueden los ciudadanos votar por otros valores y actitudes? Tampoco
es fácil. La pseudodemocracia que entre todos hemos creado, no nos permite
descansar. Ambos bancos políticos temen que el
partido que acceda al poder no se limite a gestionar los servicios públicos
si no que se empeñe en cambiarlo todo desde arriba.
Hoy me
gustaría romper una lanza en favor del sosiego. Los políticos han de saber que nadie
les ha pedido cambiar el mundo en cuatro años. Tampoco podrían hacerlo. Sería
contraproducente. Lo único que conseguirían es pisotear la libertad y la
iniciativa de las personas.
El
sosiego significa también acostumbrarse a pensar antes de actuar y escuchar
antes de hablar. En responder al adversario empezando por valorar sus mensajes
positivos y criticar sus contradicciones sin perder la calma.
Esa
capacidad de pensar, escuchar y dialogar no se improvisa. Requiere un dominio
propio en el que posiblemente no hemos sido educados ni ejercitados. Una cosa
tengo clara. El peor caldo de cultivo, para el sosiego, la veracidad y el
dominio propio son las campañas electorales.
La Tribuna de Albacete (5/06/2023)