Marco Tulio Cicerón fue uno de los más grandes filósofos, políticos, juristas, escritores y oradores de la Roma republicana. A esta larga lista de títulos, yo me atrevería a añadir el de “profeta”. Así lo demuestra el siguiente texto escrito en el año 70 aC, tras la Primera Guerra Civil.
«Los
pueblos que ya no tienen solución, que viven ya a la desesperada, suelen tener
estos epílogos letales: se rehabilita en todos sus derechos a los condenados,
se libera a los presidiarios, se hace regresar a los exiliados, se invalidan
las sentencias judiciales. Cuando esto sucede, no hay nadie que no comprenda
que eso es el colapso total del tal Estado; donde esto acontece, nadie hay que
confíe en esperanza alguna de salvación».
Las palabras de Cicerón no fueron leídas pero sí aplicadas. La amnistía solo sirvió para preparar la Segunda Guerra Civil. Ésta acabó con la República y dejó paso al Triunvirato y el Imperio donde el emperador fue un dictador-divino. Solo entonces se procedió a ejecutar a los que tuvieron la desgracia de haberse apuntado en el bando malo, Cicerón entre ellos. Los triunfos militares del Imperio Romano avanzaron en paralelo a la represión del pueblo y los asesinatos entre los candidatos al poder.
Impresionantes
y proféticas palabras, las de Cicerón. Harán bien en reflexionar sobre ellas los
políticos españoles de 2023 y los jueces que se sienten deudores con los
políticos que les nombraron. Una cosa doy por cierta. Ni la violencia al margen
de la ley, tanto de súbditos como de gobernantes, ni la amnistía que erosiona el
Estado de derecho, ni la autodeterminación a la carta serán una solución duradera
al odio fraternal que existe en casi todos los rincones de nuestro querido y
maltrecho planeta Tierra.
La Tribuna de Albacete (6/11/2023)